➸ 18

86 14 0
                                    

La noche caía sobre Konoha como un manto pesado. El aire estaba denso, cargado de una tensión que parecía sofocar incluso los susurros de los árboles. A la entrada de la aldea, una línea de shinobi esperaba en silencio, liderados por Hashirama y Madara. Las antorchas titilaban en la brisa, proyectando sombras que danzaban erráticamente sobre sus rostros.

Madara había llegado no hace mucho, con pasos firmes y un rostro inalterable. Pero cualquiera que realmente lo conociera sabría que su calma era un disfraz meticulosamente construido. Dentro de él, un torbellino de emociones, una mezcla de furia, miedo y algo más, lo agitaba. Pero, como siempre, Madara no dejaba que nadie viera más allá de su fachada.

-Están cerca -murmuró Hashirama, su mirada fija en el horizonte oscuro.

El silencio a su alrededor solo aumentaba la tensión en el ambiente. Todos aguardaban, conteniendo la respiración, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Y luego, como si el mismo destino hubiera decidido romper ese silencio, una figura apareció en la distancia. La silueta de Tobirama se fue perfilando entre los árboles, y en su espalda, llevaba el cuerpo inerte de alguien. La luz de las antorchas parpadeó sobre el cabello rojo de Aisuru, caído, sin vida.

-¡Busquen a los ninjas médicos! -exclamó Tobirama, su voz firme, pero traicionada por la preocupación que intentaba esconder.

En cuestión de segundos, varios shinobi se dispersaron para obedecer la orden. Tobirama llegó a la entrada de la aldea, y tanto Hashirama como Madara se acercaron de inmediato, sus miradas clavadas en el cuerpo de Aisuru. Estaba pálida, su ropa rasgada y cubierta de sangre. El brillo característico de su cabello rojo estaba opacado, enredado, como una sombra de lo que una vez fue.

-Está viva, pero apenas -dijo Tobirama con la mandíbula apretada-. La batalla fue peor de lo que pensé.

Los médicos llegaron en un abrir y cerrar de ojos, acomodándola con sumo cuidado en una camilla. Aisuru no se movía, pero su respiración, aunque débil, seguía constante. Madara permanecía inmóvil, su mirada fija en ella, con una mezcla de ira y algo que solo podría describirse como impotencia.

-¿Qué pasó? -preguntó Hashirama en voz baja mientras los seguía hacia el interior de la aldea.

-Kirigakure y Kumogakure -respondió Tobirama, sin dejar de mirar al frente-. Se aliaron para capturarla. Querían al Kyubi. Han sido seis días de caza incesante. Apenas pudo descansar.

-¿Dos aldeas? -Madara alzó una ceja, con los ojos entrecerrados, brillando con una rabia que comenzaba a arder-. Esto va más allá de una simple emboscada.

Tobirama asintió, sus pasos deteniéndose al llegar frente a la sala donde los médicos ya estaban trabajando para salvar a Aisuru.

-Esto sólo significa sólo una cosa, hermano, la inminente guerra.

Hashirama frunció el ceño, sus manos cerrándose en puños mientras intercambiaba una mirada significativa con Madara. Ambos sabían lo que esto significaba. Si dos aldeas estaban colaborando para obtener al Kyubi, Konoha estaba bajo una amenaza inminente.

-Debemos prepararnos para lo que venga -dijo Madara con una voz que estaba llena de determinación contenida-. Si esto es solo el principio, no tardarán en intentar algo más grande.

La puerta de la sala se abrió con un suave crujido, y uno de los médicos salió, con el rostro marcado por el cansancio pero con una ligera chispa de alivio.

-Está estabilizada -anunció, secándose el sudor de la frente-. Sus heridas son graves, pero su linaje Uzumaki la está ayudando a recuperarse más rápido de lo que esperábamos. Será cuestión de tiempo.

Hubo un suspiro colectivo entre los presentes, pero la tensión no desapareció. Madara permanecía quieto, sus brazos cruzados, sin apartar la mirada de la puerta. Su semblante seguía cargado de seriedad, aunque internamente una pequeña chispa de alivio intentaba abrirse paso entre sus emociones enredadas.

-Esto no puede volver a suceder -dijo finalmente, su tono seco y cortante-. Las defensas deben reforzarse. No podemos permitir que vuelvan a acercarse a ella de esta manera.

-Ya lo hemos discutido antes -respondió Tobirama, cruzando los brazos y mirando a su hermano mayor-. Pero esta vez es diferente. Que Kirigakure y Kumogakure trabajen juntos... no es una coincidencia. Quieren desestabilizarnos. Saben que el Kyubi es la clave para lograrlo.

Hashirama asintió, su mandíbula tensa, sus ojos oscuros cargados con la comprensión de lo que esto implicaba.

-Haremos todo lo que sea necesario para proteger a Aisuru -dijo, dirigiéndose a Madara con una mirada firme-. No podemos permitirnos otro ataque como este.

Madara no respondió de inmediato. Sus pensamientos seguían atrapados en la imagen de Aisuru, vulnerable y rota. Por alguna razón que no podía explicar, algo en su interior se agitaba de una manera que pocas veces había experimentado. Era una sensación de miedo, un miedo que casi lo paralizaba. Pero ese mismo miedo también encendía una llama de ira en su pecho, una ira que lo empujaba a actuar.

-Nos están poniendo a prueba -dijo al fin, con la voz baja y peligrosa-. Pero no fallaremos.

El viento sopló entre los árboles, haciendo que las antorchas parpadearan y sus sombras bailaran erráticamente. La aldea se preparaba, consciente de que el amanecer traería consigo una nueva etapa de incertidumbre. Mientras los primeros rayos de luz rozaban los muros de Konoha, tanto Hashirama como Tobirama compartieron una última mirada de resolución.

Madara, por su parte, se giró sobre sus talones y comenzó a alejarse de la entrada de la sala donde Aisuru estaba siendo atendida. Aunque su mente intentaba enfocarse en la amenaza de las otras aldeas, no podía evitar que su pensamiento regresara, una y otra vez, a Aisuru. Algo en esa imagen, en su fragilidad y su fortaleza al mismo tiempo, lo inquietaba profundamente.

La guerra no era solo externa. También había comenzado una batalla interna, una que Madara sabía que no podría ignorar por mucho tiempo.

El amanecer iluminaba lentamente Konoha, pero la paz que solía traer consigo parecía una promesa vacía.

Rojo Escarlata ➸ Madara ; TobiramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora