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—¡Yo sabía!, hijo de puta, ¿por qué nunca me contaste? —reclamó Tobar entre emocionado y molesto.

Resulta que Mauro había confiado lo suficiente en él para contarle sobre todo el quilombo que tenía en su cabeza, hace ya meses.

—¿Y por qué pensás que no te dije nunca, tonto? —cuestionó con el típico tono serio que tenía —. Ni yo podía aceptarlo —dijo para luego desviar la mirada a la ventana del salón.

—Y, ¿qué pensás hacer? —preguntó esperando algún plan para conquistar a su amigo.

—Nada —respondió simple, ganándose una mirada de confusión más grande que su cara.

—¿¡Qué?!, ¿¡nada?! —ahora gritó sorprendido por su tan negativa respuesta.

Mauro lo miró mal, pidiéndole que se callara.

—¿Y qué hago entonces?, él no me ve como yo, viste lo que le pasó con Raúl, ni bola me va a dar, ahora menos —explicó decepcionado, tan negativo tenía que ser.

—Pero no te podés quedar así, ¿vas a esperar a que alguien más llegue y lo enamore como Raúl?

Lo pensó por un momento, perdía muchas cosas si le confesaba lo que sentía. Principalmente su amistad, le dolería mucho perderlo, pero no podía reprimir lo que sentía.

—No sé, Thomas, no sé —ladeó su cabeza pensativo —. No quiero que esté con alguien más, pero sé que no siente nada por mí.

Thomas se rascó la nuca igual de pensativo, estaba buscando alguna solución para su amigo enamorado. No había de otra que tratar de confesarse.

—Podés perder su amistad, y tal vez, ganarta algo más. O podés quedarte aquí viendo como se enamora de otras personas y vos sólo te quedás mirando —trató de convencerlo —. No sé, pensálo —dijo alejándose, levantó sus hombros simple.

Monzón pensó en otra solución pero no había más, teniendo en cuenta lo que se moría por confesarle su amor. Tal vez aceptaría las consecuencias.

 Tal vez aceptaría las consecuencias

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Bien, no entendía que había pasado. Había hablado con Tiago, lo menos nervioso que pudo y lo invitó a su casa, si, a su casa. No fué tan difícil al final.

¿Un lugar mejor no había?, la respuesta es no. Era como un lugar seguro para el ojiverde, y en caso de que no le correspondiera podía irse a su habitación. Si, un poco absurdo.

Pasaron la tarde viendo algunas películas, al final se decidieron porque Tiago se quedara a dormir. Eran inseparables, al punto de que sus madres ya se conocían hace años, teniendo la confianza de dejarlo ir a dormir a la casa del otro.

También, si se trataba de la casa de los Monzón, ésta estaba abierta completamente a recibirlo. Exceptuando el hecho de que la madre de Mauro amaba a Tiago como a un segundo hijo.

Ambos estaban acomodandose en la habitación del ojiverde, hablaron con toda la confianza del mundo. Mientras estaban acomodando los colchones, Pacheco aprovechó lo distraído que estaba su amigo para acomodarse en su comoda cama.

No iba a dormir en el colchón de abajo, hacía frío. Así comenzaron en una pequeña discusión por un colchón.

—No, vos te acostás abajo, te dije —habló algo bajito molestando al morocho.

Tiago solo reía al verlo forcejear contra él, contagiando su risa al otro. De un momento pasaron de discutir a solo reírse, un momento pacífico como también muy íntimo.

Terminaron por acostarse ambos en el colchón de Mauro (a petición del otro), hablando tranquilos.

La habitación en completa oscuridad a excepción de la poca luz que reflejaba la luna asomándose por la ventana. Estaban hablando de cosas al azar, hasta que comenzaron a tocar algunos temas más personales, que era normal entre ellos al ser tan amigos.

—¿Y vos cómo andás? —preguntó luego de hablar sobre él.

Mauro pensó algo para hablar, pero como era costumbre en él se cerraba un poco, algo que no terminaba de gustarle porque estaba con Tiago, su mejor amigo.

—Bien, que sé yo —contestó simple, él otro revoleó los ojos en modo de reproche.

—Na, ¿cómo qué bien?, contáme algo más, no sé, ¿te gusta alguien?, ¿qué onda con tu vida? —lanzó diversas preguntas, para luego comenzar a hablar en un tono más molesto —. Hace un montón no me hablás de vos, me tenés re abandonado, no sé que te pasa, Mauro.

El nombrado sabía que estaba llegando al límite, cuando lo nombró por su nombre completo sin apodos o algo, cayó en cuenta lo distante que había sido, bueno, siempre lo había sido pero no con él.

Jugó con sus dedos pensando en que decir, formulando algo en su mente y que no saliera todo de una. Sintió a su lado a Tiago moverse, dándose cuenta de que le había dado la espalda, cuando hace unos minutos estaba abrazandolo.

 Sintió a su lado a Tiago moverse, dándose cuenta de que le había dado la espalda, cuando hace unos minutos estaba abrazandolo

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𝗰𝗮𝗳𝘂𝗻éDonde viven las historias. Descúbrelo ahora