Cap. 24

179 20 17
                                    


Jayb salió de su trance, la realidad golpeándolo con fuerza. Se acercó a la señora Kim, quien se encontraba sentada en una de las bancas de espera, con su cabeza entre las manos, los hombros temblando en un llanto silencioso. La escena desgarradora lo llenó de una profunda tristeza, y por un momento, se sintió completamente impotente.

—No, no se preocupe —decía Jayb, tratando de calmarla, aunque sus propios ojos estaban como platos, reflejando el miedo que lo consumía. —Él va a estar bien, ya lo verá —prometió, aunque en su interior, una voz le susurraba que la situación era crítica. Con suavidad, tomó a la señora Kim en sus brazos y le dio un abrazo reconfortante, intentando transmitirle un poco de la fuerza que él mismo no sentía. La fragilidad de aquel momento lo asustaba, y la posibilidad de que Hong no regresara era un pensamiento que lo aterrorizaba.

Los segundos se convirtieron en minutos, y los minutos se alargaron hasta transformarse en horas. La espera se volvía interminable, y la ansiedad crecía en el aire, denso y palpable. Jayb miraba hacia la puerta de urgencias, el corazón latiendo con fuerza en su pecho, cada vez más inquieto. La señora Kim seguía llorando, y cada sollozo de ella era como un puñal en su pecho, recordándole la gravedad de la situación.

Finalmente, no pudo soportar más el silencio que los rodeaba. Sacó su teléfono y decidió llamar a los chicos, un pensamiento que había olvidado por completo. —Es hora de que estén aquí —murmuró para sí mismo, la voz temblando mientras marcaba el número.

—Hola, Jayb, ¿qué pasa? —respondió Yeosang

—Hong... Hong está en el hospital, tuvo un accidente... —las palabras se le escaparon, y al decirlas, el peso de la realidad lo golpeó de nuevo.

—¿Qué? ¡¿Qué le pasó?! —preguntó Yeosang, alarmado.

—Tomó pastillas, no sé cuántas. Solo... ven rápido, por favor —dijo Jayb, sintiendo que la desesperación se apoderaba de él.

Los chicos llegaron en cuestión de minutos, todos alarmados y con el rostro pálido. Al entrar, sus miradas se encontraron con la de Jayb, y en un instante, supieron que algo terrible había sucedido.

—¿Qué pasó? —preguntó San, su voz temblando.

Jayb respiró hondo, sintiendo que cada palabra le costaba un esfuerzo. —Lo ingresaron hace cuatro horas... Tomó pastillas para dormir, y no sabemos qué va a pasar. Su madre está... —su voz se quebró y miró hacia la señora Kim, quien seguía con la cabeza entre las manos.

El grupo se quedó en silencio, el horror de la situación envolviéndolos como una oscuridad impenetrable. Los minutos seguían arrastrándose, y la espera se sentía como una tortura. Se sentaron junto a la señora Kim, ofreciendo su presencia como un consuelo, aunque sabían que nada podía aliviar el dolor que ella sentía.

La angustia en la sala de espera era abrumadora, cada segundo que pasaba se sentía como un ladrillo en el pecho. Jayb no podía dejar de pensar en Hong, en su risa, en los momentos compartidos y en la luz que había traído a su vida. La idea de perderlo era insoportable, y la culpa lo invadía, preguntándose si había algo que hubiera podido hacer para evitarlo.

—¿Por qué no están saliendo los médicos? —murmuró Yeosang, su voz apenas un susurro, como si hablar en voz alta pudiera romper el frágil silencio que los rodeaba.

Jayb miró hacia la puerta de urgencias, sintiendo que el tiempo se estaba deteniendo. Deseaba que los médicos aparecieran, que trajeran buenas noticias, pero en su corazón, una sombra de duda se cernía sobre él.

Finalmente, después de seis interminables horas, el médico apareció en la puerta de la sala de espera. La señora Kim se había quedado dormida, su cabeza reposando sobre los brazos en la mesa, visiblemente agotada, eran aproximadamente las 4 de la mañana, y el ambiente estaba impregnado de una mezcla de ansiedad y desesperación.

No termino (+18) MinjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora