El ambiente en el, ya de por si agitado consejo estudiantil, había sido envuelto por la sombra de la sospecha. Desde hace ya algunos días, tanto el joven Yu como la joven Kaguya habían sido vistos a solas en la sala del consejo, la biblioteca, la azotea, entre otros; y lo que podría ser fácilmente explicado como una sesión intensiva de estudios, adquiría un aire diferente. Sus reuniones solo eran cuando el resto de los estudiantes ya se habían ido y ambos estaban muy alertas de que nadie estuviera siguiéndolos. Y dichas conductas no fueron ignoradas por un par de aspirantes a detectives.
Por un lado, Miyuki Shirogane, el prodigio del esfuerzo, se encontraba comiéndose las uñas por la ansiedad. Intentaba negarse a toda costa en pensar que algo podía surgir entre su vicepresidenta y su tesorero, pero cuando más trataba de alejarse de esos pensamientos, con más fuerza regresaban a su cabeza. Haciéndolo dar vueltas por su casa sin descanso mientras pensaba en una explicación lógica para tanto secretismo entre los dos.
- ¡YA QUÉDATE QUIETO! ¡ERES UN PERRO, ¿O QUÉ?! -Le gritó su amorosa hermana desde su habitación, arrojándole una pesada almohada a la cabeza.
Al otro lado de la ciudad, en la casa de la familia Fujiwara. La hija de en medio se encontraba con un camisón azul que usaba como pijama, pataleando mientras que sostenía entre sus dedos un tomo de historias románticas, pasando por las páginas de manera distraída mientras hacía un puchero con sus labios y una expresión de molestia. Su puerta se abre de golpe, mostrando los (carentes) modales de la familia Fujiwara ante la privacidad.
- Hermana, ¿me prestas tu cepillo? -Preguntó la menor de las hermanas Fujiwara, con una sonrisa juguetona.
- Si, está por ahí -Dijo sin darle mucha importancia, pasando las páginas y solo enfocándose en los dibujos de un galante hombre de negocios declarando amor eterno a su secretaria.
- ¡Gracias! ¿Eh...? ¿Qué estás leyendo? -Moeha dejó de lado su objetivo y se arrodilló al lado de la cama para intentar asomarse a ver el pequeño libro, al ver su contenido, pinchó la mejilla de su hermana mayor con una sonrisa traviesa.- Para ser alguien que lee un manga romántico, pareces amargada como una solterona, juju.
Sus palabras hicieron a Chika cerrar el libro furiosamente, sosteniéndolo entre sus palmas mientras toma asiento y se girándose hacia Moeha con una expresión rabiosa y aniñada.
- ¡Yo no voy a ser ninguna solterona! -Le reclamó en extremo ofendida, cosa que hizo levantar las manos a la menor como si estuviera declarando su rendición.
- C-claro que no... pero no te enfades tanto hermanita, era una simple broma -Comentaba entre risas, sentándose para acomodarse de mejor manera, volviendo a su expresión burlona.- Vamos, haz estado rara estos días, ¿por qué no me cuentas qué pasa?
Chika pareció indecisa por un instante, miró hacia ambos lados y luego corrió hacia su puerta para cerrarla con seguro, corriendo de vuelta a la cama para tomar la colcha y sacarla para cubrir a Moeha y a ella misma con ella. La menor, entendiendo la situación, puso la linterna de su teléfono mirando hacia arriba, alumbrándolas a las dos bajo las cobijas. Moeha pasó de su expresión divertida y burlona a una mirada más severa.
- Así que es algo tan grave como para ameritar una reunión en la sala de juntas secreta, ¿eh? -Dijo en un susurro sorprendentemente ruidoso.
- Es que... -Aún con toda la preparación y el secretismo, la hermana de en medio parecía aún insegura de hablar al respecto, tan solo asintió con cierta angustia, dejando todavía más intrigada a la de coletas.
- Ya dime que es, yo nunca te había visto así, no me digas que estás así por un muchacho -Dijo con una malvada sonrisa.
- No digas tonterías -Reclamó la secretaria, apartando la vista mientras que echa la mirada hacia el suelo.- Es... un pretendiente.
ESTÁS LEYENDO
Enamorado de una cabeza hueca
RomanceEl amor es impredecible, inesperado y a veces, irónico; tanto como para hacer que caigas perdidamente enamorado de alguien que no para de burlarse de ti. Esto es lo que le pasó al joven Ishigami, quien trata de resistirse al flechazo que siente por...