2. Demencia

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Odio cuando mi mente no se concentra. Estoy leyendo los resúmenes para mi examen sin leer nada en realidad, sin interpretar nada de lo que esta escrito. Es una mala señal teniendo en cuenta que estoy estudiando para convertirme en historiadora y que leer es el único requisito para la carrera.

Pero sinceramente no puedo concentrarme, no desde hace tres días después de esa extraña alucinación en la calle de un ángel dorado. ¿Ángel dorado? que idiota sueno y me siento, más aún por haber pensado que mi muy cuerdo mejor amigo también lo vería. Ojalá esa visión hubiera ocurrido después de mi examen, así al menos me concentraría.

Cojo mi móvil y me pierdo en las redes sociales. Al rato le escribo a mi padre para saber como están él y mamá por el reciente funeral, o tal vez es una excusa para saber si en verdad existo o quizás morí en un accidente en la motocicleta de Alaric y que por eso vi ese reflejo dorado. Quizá estoy muerta y este es el cielo, aunque dudo que en el cielo deba limpiar la mierda que acaba de hacer mi gato Dobby en el suelo. Mi móvil vibra, ¿señal de que sigo viva?

Cariño... estamos bien. ¿Tú?

Claro que estoy bien papá, solo acabo de alucinar que estoy muerta...

Bien, ¿puedo ir a cenar a su casa?

Creo que estando sola es cuando más me pongo como demente. Mejor estar en compañía. Al recibir la confirmación me pongo de pie y me alisto para dirigirme a mi antiguo hogar.


Media hora después me encuentro en camino a casa de mis padres en el asiento trasero de un Uber. El chofer no para de mirarme por el retrovisor dando cuenta de lo pervertido de su carácter. Me dedico a mirar por la ventanilla para fingir que esto no es asqueroso. Con esto no me refería a estar en compañía.

Unos minutos después, y ya a solo tres calles de mi destino, el chofer se detiene frente a un semáforo rojo, suspiro y me froto la sien para relajar mis insensatos pensamientos y obligarme a concentrarme en los libros que traje en mi regazo para permitirme estudiar luego de cenar. Todos mis esfuerzos son en vano cuando veo a el conductor de la motocicleta que se detiene junto al auto que me encuentro sentada.

Es... él... otra vez. No puede ser. No. Un destello dorado me obliga a cerrar los ojos confirmando que esto sí puede ser, cuando la imposible persona que conduce la motocicleta se gira en mi dirección.

─ ¿Señorita, esta bien?─  pregunta el pervertido del chofer.

La opinión de este desconocido me vale una mierda, pero al menos debo intentarlo:

─ ¿De que color son los ojos y el cabello del hombre de esa motocicleta?

El chofer frunce el ceño pero mira en dirección del ángel de todos modos. Este aparta la mirada de mi para mirar al frente, es como si sus ojos fueran los faroles de su motocicleta. 

─ Cabello oscuro y ojos...─  se inclina para verlo más de cerca─  marrones.

─ Por supuesto que sí─  digo entre dientes sin apartar la mirada del dueño de la motocicleta con un resoplo. Esto necesitaba para confirmar mi demencia.

Entonces una idea fugaz se me ocurre. A toda velocidad saco mi móvil y entro a la cámara. Pero a pesar de que el semáforo siga en rojo, el extraño avanza a toda velocidad antes de que tenga oportunidad de fotografiarlo. 

─ Carajo, carajo, carajo. 

─ Quizá la oyó señorita─  dice el chofer antes de que el semáforo si se ponga en verde para avanzar adecuadamente.

Luego de cenar con mis padres, y evitar las preguntas de mamá sobre si finalmente soy la novia de Alaric, sin entender por que siempre consigue ponerme incómoda, subo a mi antigua habitación y me obligo a meterme de lleno en los libros. No pienso desaprobar por una alucinación. Una doble alucinación. Y espero que no una tercera.

Dos horas más tarde pude lograr mi cometido al almacenar la necesaria información para aprobar mi examen, así que decido bajar para tomar una relajante taza de té. Al llegar al umbral de la cocina me paro en seco y me sorprendo al encontrar a mi madre hablando en ruso otra vez, pero esta vez hay algo distinto... hay algo raro en sus ojos, son totalmente blancos, como si nunca hubiese existido una pupila y un iris en ellos.

─ ¿Mamá?─  consigo susurrar, pero ella sigue hablando sin que comprenda una sola palabra.

Avantis mantis isos mertu...

Cuando decido memorizar cada una de sus palabras para de una vez por todas saber en que maldito idioma esta hablando para resolver el misterio que me carcome la cabeza desde los seis años, unas manos cálidas me toman por los hombros y me apartan del umbral. El rostro fuera de sí de mi padre es lo único que puedo ver.

─ Lilith, ¿que haces aquí abajo tan tarde?

─ ¿Que...que...que le pasa a mamá, por que tiene así los ojos?

Otro misterio más. Noto el pulso acelerado de mi padre en cuanto pongo una mano en sus muñecas para apartarlo.

─  Nada hija─ dice entre risas─ es sonámbula, una desgracia que adquirió hace poco tiempo. ¿Por que mejor no subes a dormir?

El temblor en su voz hace que no me permita creer ni una sola de sus palabras.

─ Pero eso no...

Negro. Todo se vuelve negro en mi campo de visión y pierdo el conocimiento. 

Abro los ojos y distingo el techo de mi habitación con el Sol colándose por las tablas de madera del mismo, me incorporo y veo los libros con los que he estado estudiando por horas en mi regazo desparramados. Carajo me he quedado dormida.



 


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