𝖠𝗍 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝖾𝗀𝗂𝗇𝗇𝗂𝗇𝗀 𝗍𝗁𝖾𝗋𝖾 𝗐𝖺𝗌 𝗈𝗇𝗅𝗒 𝖼𝗁𝖺𝗈𝗌...

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೫. / › 𝖠𝗍 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝖾𝗀𝗂𝗇𝗇𝗂𝗇𝗀 𝗍𝗁𝖾𝗋𝖾 𝗐𝖺𝗌 𝗈𝗇𝗅𝗒 𝖼𝗁𝖺𝗈𝗌...ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤೄྀ ‹ 𝗮𝙨 Raphael Di Dio ›


Los gritos de los mortales se hacían cada vez más grandes, no entendía bien lo que estaba pasando, el arcángel observaba con horror como el cielo se convertía en un campo de discusiones, con más preguntas y respuestas ante los hechos acontecidos en la tierra, los vigilantes, ángeles y arcángeles encomendados a cuidar de la raza humana habían renunciado a su posición.

El arcángel Miguel observó a los traidores desde lo alto, con Gabriel a la derecha y Rafael a la izquierda, Sariel a lado de ellos, eran los favoritos de dios y estaban comprometidos ahora. Los 4 observaron la tierra desde el santuario de los cielos y vieron mucha sangre derramada, Rafael sintió repulsión ante tal escena.

Los gigantes devoraban la comida de los mortales, Nefilim peleaban con humanos y los humanos cada vez caían más bajo al grado de pelear entre ellos asesinándose en arranques de ira, todo por no saber convivir con los nacidos de los ángeles, aunque ellos no debieran existir.

Las esposas de los vigilantes aprendían magia, las artes de los cielos y la replicaban, aprendían del fuego, el metal, medicina. No debían interferir con todo ello. Los humanos necesitaban aprender por si mismos, no darles más armas para asesinarse por causas sin sentido.

Los 4 se miraron entre sí, debían llevar la situación a los santos y cuando la respuesta llegó ninguno estaba feliz con ella pero eran soldados, guardianes y no podían permitir más rebeldes.

—¿Qué haremos? — Preguntó el rubio joven al mayor de los 3, Miguel solo observó un poco más antes de girarse y tomar su espada. Sabían bien clara cuál era la misión aunque a ninguno de los tres le gustará.

— Ejecutar las ordenes. Eso es lo que haremos.

Gabriel siendo la voz del altísimo, mando a Sariel con el hijo de Lamec. — Ve hacia Noé y dile en nombre del altísimo que se esconda, revélale la consumación que viene, pues la tierra entera va a perecer, un diluvio está por venir sobre toda la tierra y todo lo que se encuentre sobre ella perecerá. En seguida enseña al justo, al hijo de Lamec, lo que debe hacer para preservar su alma y la vida, debe escapar definitivamente, pues por él será sembrada una planta y será ahí donde se establecerá. Debe ser sabio y justo, pues necesita salvar a su familia y a aquellos de puro corazón.

Sariel partió de inmediato, teniendo entonces la última encomienda a manos de los 3 hermanos, Gabriel cerró los ojos con dolor y designó las palabras finales, comenzando el anuncio de la aniquilación, el mensajero de dios se encargaría de ello y sería Miguel, el más fuerte de todos en detener a los vigilantes, encadenarlos en los valles de la tierra y anunciarles la tortura de ver como sus hijos y esposas morían frente a ellos sin ser capaces de hacer nada.

El último fue Rafael, era un guerrero como Miguel, pero el joven prefería sanar. Aún así, las palabras de dios llegaron claras y duras, la compasión cayó sobre el joven arcángel, Miguel colocó su mano sobre su hombro y asintió a manera de palabras mudas, era su deber.

— Encadena a Azazel, de pies y manos, arrójalo en las tinieblas, abre el desierto que está en Dudael y arrójalo en él; tira sobre él piedras ásperas y cortantes, cúbrelo de tinieblas, déjalo allí eternamente sin que pueda ver la luz, y en el gran día del Juicio que sea arrojado al fuego.

Después, sana la tierra que los Vigilantes han corrompido y anuncia su curación, a fin de que se sanen de la plaga y que todos los hijos de los hombres no se pierdan debido al misterio que los vigilantes descubrieron y han enseñado a sus hijos. Toda la tierra ha sido corrompida por medio de las obras que fueron enseñadas por Azazel, impútale entonces todo pecado.

A Rafael se le heló el alma, Azazel era uno de sus hermanos más fuertes, conocedor de magia y de poder. Con la confianza de Miguel puesta en el, el arcángel de la sanación asintió a las palabras de Gabriel, saliendo los 3 a cumplir su objetivo.

Rafael bajó a la tierra a donde se encontraba Azazel, un ángel poderoso, alto y con el cabello negro como el ébano. Este le miró llegar, lo observó de arriba a abajo y le dio la espalda mientras observaba a su esposa dormir plácidamente sobre la cama. 

— Me han mandado a encadenarte. No habrá paz ni descanso para ti por lo que haz hecho.

— Lo sé. — Le respondió Azazel con total calma aunque la tristeza se sentía en su voz como una navaja afilada. El arcángel de la sanación lo miro sorprendido, esperaba un argumento o una queja, pero parecía más resignado. El azabache se movió y salió de la carpa donde se encontraba con su esposa, Rafael le siguió de cerca y apenas ambos estuvieron fuera, el ángel caído atino el primer ataque.

— Azazel, no quiero pelear, podemos hacer esto por las buenas... — Intentaba argumentar el rubio pero el otro no desistía. — O por las malas. — Concluyó finalmente presa de su deber. No había cabida para su compasión ahí. Azazel no le respondió en palabras, era más bien una pelea sagrada entre ambos, la luz de dios, contra el sanador de dios, dos grandes gigantes colisionando entre si.

Rafael no entendía, ¿qué tenían aquellas mujeres humanas para que su hermano se revelará?. Nunca lo sabría, para él , las reglas eran reglas, no había otra manera y aunque compasivo del dolor y el sufrimiento humano, no se creía jamás tentado por una mortal, ¿qué podría ofrecer aquella vida que no tuviese en el cielo ya? Aunque la fiereza de Azazel le hacía considerar que había algo más.

Finalmente el rubio arremetió con fuerza al ángel caído. Le aprisionó con fuerza usando las cadenas de dios, no había ningún ángel que pudiera liberarse de ellas. Azazel estaba de rodillas, lastimado y casi inconsciente tras la pelea, miró a Rafael a la cara y le sonrió con suficiencia. — Estaré en el suelo, pero escucha bien, algún día, hasta ustedes, los favoritos de dios, sentirán amor y será entonces cuando no tendrán más opción que liberarnos.

Rafael elevó las cejas y se mofó de aquellas palabras, cierto, no disfrutaba de ver a sus hermanos atados, no disfrutaba de encarcelar a Azazel en lo profundo del infierno, pero ¿qué los nefilim no tenían alma? Fuera como fuera, el sentimiento expresado por el caído no le era conocido, ¿amor? Dios, los amaba, a todos, pero así como los amaba los castigaba, así que no entendía como el amor podría anteponerse ante la ley.

Con Azazel encarcelado, Rafael regresó a reino celestial, sus hermanos, todos habían cumplido la misión y todos en sus rostros tenían aquel deje de tristeza y decepción. La batalla no había sido fácil para ninguno, ¿sería eso a lo que llamaban amor? 

Angels and GodsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora