"Renacer".

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Luna me pidió ir a la casa de Maya, donde ha vivido estos últimos años.

Hacía mucho tiempo que no entraba, desde que Maya rompió conmigo.

Toqué el timbre, respiré hondo y dije dentro de mí: "Respira, Jamie, respira.

Luna salió a abrirme, acompañada de un pequeño niño de unos cuatro años. Pensé que sería algún sobrino.

Hola-le dije animada, mientras entraba a la casa.

Hola-me respondió Luna.

¿Es tu sobrino?-le pregunté por el niño.

Si y no-me dijo, sonriendo misteriosamente.

¿Cómo?-le pregunté, intrigada.

Esa pregunta te la responderé yo-dijo una voz familiar detrás de mí.

Me volteé y era ella, era Maya, después de años sin verla. No supe cómo reaccionar.

¿Cómo has estado?-me preguntó, con una sonrisa normal.

Yo tartamudeé:

Yo... yo... ¿Qué haces aquí?-logré preguntar.

Es mi casa y este es mi país-me dijo, regalándome esa sonrisa que amo.

Claro, este…-no supe qué más decir.

Jamie-dijo Maya, notando mi nerviosismo-quiero conversar contigo, pero no aquí. Acompáñame.

Okey-fue lo único que dije.

Luna le deseó suerte a Maya, quien asintió y se despidió del pequeño.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando le dijo:

¡Adios Mamá!

Maya me miró, aún sabía cuándo estaba confundida.

Me despedí de todos y me subí a la moto de Maya.

Quince minutos después, estábamos en la playa, la misma playa que me enseñó hace muchos años cuando estábamos juntas.

Una vez sentadas en la arena, Maya comenzó a explicarme todo lo que había sucedido después de que me alejó de su vida: su rehabilitación, su viaje, su nueva vida en Miami y lo más importante, cómo llegó Alex a su vida.

Yo solo escuchaba y preguntaba un par de cosas.

Cuando terminó, me miró con una mezcla de nerviosismo y esperanza.

Maya, ¿por qué querías verme?-le pregunté, mi voz apenas un susurro.

Maya suspiro y con su voz llena de emoción dijo:

Me siento culpable por la forma en que te traté, la forma en que te alejé. No quería ser una carga en tu vida, pero jamás sentí todo lo que te dije. Te quería de verdad, te amaba de verdad.

Me miró directamente a los ojos y vi la sinceridad en ellos.

Maya, te amo, jamás dejé de hacerlo-dije, mi voz firme-Pude haber tenido pareja, pero nunca te olvidé. Me alejaste porque no querías ser una carga, pero jamás pensé que lo fueras. Te quería ayudar, y aparte...-hice una pausa, recordando aquel día-Si mal no recuerdo, te quedaste así por salvarme la vida.

André asintió, su mirada fija en la mía.

Lo haría una y mil veces más, si pudiera-dijo, su voz llena de emoción.

Y entonces, sin decir nada más, se acercó y me besó.

Diez largos años tuve que esperar para sentir sus labios contra los míos, y la espera valió la pena.

Y ¿ahora?-le pregunté, mi voz apenas un susurro.

Maya sonrió, su mirada brillante.

Ahora dejemos que este amor fluya, sin interrupciones, sin engaños. Los problemas vendrán, pero los superaremos juntas. Te amo-y me volvió a besar.

Después de aquel beso, todo cambió.

Maya y yo comenzamos a reconstruir nuestro amor, desde la más sincera emoción y respeto.

Pasamos horas hablando, riendo y llorando juntas. Nos contamos todo lo que había sucedido en nuestros vidas durante esos diez años.

Maya me presentó a Alex, su hijo y me enseñó fotos de su infancia. Me contó sobre sus logros y sus desafíos. Me mostró cómo había crecido y cambiado. Me presentó a su vida y yo me sentí parte de ella.

Comenzamos a pasar tiempo juntas, los tres.

Hacíamos paseos por la playa, jugábamos con Alex en el parque y cocinábamos juntas en su casa. André me enseñó a hacer sus platos favoritos y yo le enseñé a hacer los míos.

Alex se convirtió en el centro de nuestro universo.

Lo amábamos con todo nuestro corazón y él nos amaba a su vez. Nos hacía reír con sus travesuras y nos llenaba de orgullo con sus logros.

Maya y yo comenzamos a planificar un futuro juntas. Hablábamos de viajes, de una casa en el campo, de un perro y de un jardín lleno de flores.

Hablábamos de todo lo que queríamos hacer juntas.

Y mientras pensaba todo esto, supe que todo iba a estar bien.

Que Maya y yo estábamos destinadas a estar juntas y que nada podría separarnos nunca más.

Estaba a mi lado y la abracé fuerte, sintiendo que nuestro amor era más fuerte que nunca. Alex, que había estado jugando en el suelo, se acercó a nosotras y nos abrazó también, como si supiera que era un momento especial.

Te amo, mamá-dijo, mirando a Maya.

Y yo te amo, Alex-respondió ella, sonriendo.

Y entonces, Alex me miró y me sonrió.

Y también te amo a ti, Jamie-dijo tímidamente.

Me sentí emocionada, sabiendo que Alex me había aceptado como parte de su familia.

Y yo te amo, Alex-le dije, abrazándolo fuerte.

En ese momento, supe que habíamos encontrado nuestro feliz final.

Que Maya, Alex y yo estábamos destinadas a estar juntas y que nada podría separarnos nunca más.

"El Largo Camino Hacía La Felicidad".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora