Azul

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Violeta se paró frente al pequeño espejo del baño, mirándose por milésima vez. Se sentía un poco tonta por estar tan nerviosa, pero no podía evitarlo. Llevaba casi dos largas semanas deseando que llegara ese día (si era sincera consigo misma, lo llevaba deseando desde los quince años, cuando besó a su mejor amiga por primera vez, pero nunca pensó que llegaría a materializarse) y quería asegurarse de que, al menos, estaba presentable. Era su primera cita, y encima con su alma gemela. Probablemente, era normal sentirse aprensiva. Más aún cuando este encuentro era un viaje en busca de la respuesta a la pregunta que le atormentaba desde hacía unos días.

Chiara había sido su mejor amiga durante tantos años que ya conocía toda su ropa, así que decidió comprarse una blusa nueva para esta ocasión especial. Se puso la tela de color verde junto con sus vaqueros. Ya estaba maquillada, solo le faltaba terminar de peinarse.

Cuando sonó el timbre, su abuela y sus padres ni siquiera mencionaron levantarse del sofá, donde estaban viendo un programa de variedades, porque ya sabían de quién se trataba. Violeta respiró hondo y miró su reflejo por última vez.

- No hay por qué ponerse nerviosa, vamos – murmuró para sí misma.

Al otro lado de la puerta estaba Chiara. Llevaba uno de sus habituales vestidos de verano, lo cual era una buena señal, porque hasta entonces Violeta había estado preocupada por si debería haberse vestido más elegante. El pelo oscuro le caía por encima de los hombros. Llevaba puestas sus gafas de montura dorada, que rara vez usaba. Los pendientes de estrella dorada complementaban la escena. Y qué escena más bonita.

Sin siquiera pensarlo, la pelirroja se acercó hasta que sus labios envolvieron brevemente los de la otra en un breve saludo.

- Hola – saludó.

- Me alegro de que me hayas besado – fue la respuesta de la más joven. – Me preguntaba si sería apropiado besar a mi alma gemela antes de nuestra primera cita.

Violeta esbozó una sonrisa. Era increíble cómo Chiara podía tranquilizarla tan fácilmente, la mayor parte de su nerviosismo se disipaba al oír aquella voz familiar. Ni siquiera los tres pares de ojos vigilantes de los adultos del sofá la molestaban.

- Como si eso te hubiera detenido alguna vez.

- Si fuera a besarte cada vez que me apeteciera – dijo en un susurro para asegurarse de que la familia de la mayor no la oyera – no estaríamos haciendo otra cosa con nuestras vidas, Vio.

Hódar intentó disimular lo afectada que se sentía por aquello mientras se giraba para despedirse de los adultos, lo que resultó en vano cuando su abuela gritó al cerrar la puerta:

- ¡Juicio, niñas!

Y esa había sido su frase típica durante años, cada vez que las dos salían a algún sitio. Sin embargo, el exagerado guiño que le hizo dejaba entrever otra connotación. Todo este tiempo, Violeta había estado preocupada por si todo saldría bien en su primera cita, pero quizá debería haberse preocupado por no morirse de vergüenza antes. Notaba cómo se le encendían las mejillas y se las imaginaba sonrosadas, cosa que Chiara estaba deseando confirmar.

- Estás tan guapa cuando te avergüenzas – incluso su tono de voz demostraba lo mucho que estaba disfrutando de la situación.

- Deja de decir estupideces, Kiki.

- ¿Qué clase de estupideces? – fingió un tono inocente. Tonterías. – Ni siquiera he cumplido los protocolos de la reunión para decirte lo maravillosa que estás.

- Cállate, chica-mira-qué-buena-estoy-en-mi-versión-veraniega. – y aunque era claramente tímida, la chica más joven encontró las palabras adecuadas para replicar.

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