Capítulo 3

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Viaje mas de 5 horas para llegar a aquella casa, faltaban un par de horas para el amanecer.

Entre tratando de no hacer ruido, subí las escaleras con cuidado y caminé hasta la última habitación que se encontraba por un largo pasillo. Note que por algún extraño motivo la puerta estaba abierta.

Fue inevitable no sonreír al verlo dormir tan tranquilo. Estaba boca abajo, tapado con una sabana blanca. Era precioso un ángel, mi ángel.

Comencé a quitarme la ropa hasta quedar en calzoncillos y me acosté a su lado. Al sentir mi presencia giró para abrazarme, puso su cabeza en mi pecho y con su brazo sujetó mi cintura. Pude ver como una sonrisa se dibujaba en sus labios.

Cerré mis ojos e intente dormir, aunque era muy difícil teniéndolo a mi lado, al sentir su piel pegada a la mía, al respirar su aroma dulce.

La mañana llego y con ella la luz del sol que alumbraba por la ventana de esa habitación.

- Freddy. Freddy despierta.- mi nombre saliendo de su boca era como ser llevado al cielo y volver, era como oír la canción más hermosa.
Abrí mis ojos para encontrar su rubia cabellera muy cerca de mi. Sonreí.
Me senté en la cama y observé como en sus manos llevaba una bandeja.

- Que es eso?
- Que parece? - respondió burlándose por la pregunta.
- No te hagas el vivo Tabito que todavía puedo devolverte a donde te encontré. - puso la bandeja en mis piernas y me miró serio posando sus hermosos ojos azules en mi.
- Si eso es lo que quieres, pues hazlo. - se levantó y salió de la habitación. Sonreí al notar su expresión, estaba enojado.

En la bandeja estaba el desayuno que había preparado para mi.
Era tan satisfactorio estar a su lado. Ni mis sueños más hermosos podrían compararse a estar junto a Gustabo.

El día que lo saque de aquel sótano, llevaba sin comer varios días, estaba golpeado, sucio y deshidratado.

Volver a su vida normal como policía no era la mejor opcion. Armando había escapado e intentaría buscar la posibilidad de matarlo. La mejor opción para él era que se escondiera, que nadie sepa donde estaba. Al menos por un tiempo.
No sabíamos en quién confiar. El mecánico tenía un cómplice y no conocíamos su identidad, eso hacia mas peligroso volver a la ciudad.

Esa fue la justificación que utilice para convencerlo de quedarse lejos de Los Santos.
No fue nada fácil, él no estaba asustado, realmente no le importaba que volvieran a intentar algo contra él. Pero el tiempo de recuperación fue largo, eso bastó para que se convenciera, no quería seguir lidiando con la CIA, Conway y todos los problemas. Tal vez comenzar de nuevo sería una buena idea, donde nadie lo conozca, donde pudiera ser él realmente.

Yo sabía que debería volver en algún momento, pero aún era pronto.

Siempre estuve a su lado desde que lo liberé. El primer mes me quedé con él, cuando ya tuvo la fuerza de hacer todo por si solo, comencé a verlo solo una o dos veces a la semana.

Lo cuide como si fuese algo delicado. Eso nos acercó.

No teníamos una relación, nuestro contacto físico se limitaba a estar abrazados, tal vez un beso en la mejilla de vez en cuando.
Le daría su tiempo, sabía que pronto sería él mismo quien quisiera más. Podía esperar, había esperado tanto tiempo.

El día que decidí que era suficiente tiempo en cautiverio, sabía que tendría que deshacerme de los cabos sueltos.

Armando y yo fuimos amigos desde la juventud, teníamos una "banda" pero al pasar el tiempo nuestros caminos de separaron. Muchos años después volvimos a cruzarnos en Los Santos. Trabaje con él en su taller, pero nuestra "amistad" no podría durar mucho, el rumbo de mi vida cambió poniéndonos de lados diferentes. Y a pesar del cariño que podría tenerle, cuando algo no debía ser, nos sería.

Armando Grúas era un cabo suelto, y no podía permitir que intentará hacer algo contra lo que me pertenecería desde antes de estar a su lado.

Fui piadoso. No suelo ser así con nadie. Un tiro directo en la cabeza fue su final.

Cuando terminé de desayunar me puse de pie, lleve la bandeja a la cocina y busque al rubio.

Estaba fuera de la casa sentado en un largo banco color blanco debajo de un árbol frondoso. Solía sentarse ahí por horas con sus audífonos a leer.

Realmente era curioso su personalidad fragmentada, a veces inocente, a veces despiadado. Tal vez lo amaba por eso.

Que extraño. Lo que hizo quisiera matarlo en un principio fue lo que obsesionó con él después, para luego dejarme totalmente enamorado.

Me senté a su lado, él me observó con una sonrisa. Se sacó sus audífonos y apoyo su cabeza en mi hombro.
- Cuanto tiempo te quedaras esta vez?
- Hasta mañana, luego debo volver a la comisaría.
- No me gusta estar tanto tiempo solo. Es aburrido.
- Quieres ir al pueblo? De paso compras lo que quieras para estos días. Solo es unos días, antes del próximo fin de semana estaré de nuevo aquí contigo.
Él sonrió y asintió con la cabeza. Amaba verlo sonreír.

Entramos a la casa para cambiarnos la ropa y asi salir a dar un paseo.

En el pueblo eramos conocidos, los Goldberg, un matrimonio que se habían mudado a ese lugar.

•••••••••••••••••••••

Llevaba varios meses desaparecido. Suponía que Conway, Gonzalo y otros me estarían buscando. No iba a preguntarlo, no quería que notara mi curiosidad por mi vieja vida.

Desde hacía varios meses había notado la obsesión de Trucazo conmigo. Nunca creí que lo llevaría a secuestrarme y luego rescatarme para que me fuese lejos con él.

Cuando estaba en ese asqueroso y mal oliente sótano, desnudo y atado en esa el incomoda silla. Había alguien que entraba casi todos los días y solo se quedaba observándome.
Nunca me lastimo, ni habló, ni nada, solo se quedaba mirándome fijo.

Al estar con mis ojos vendados mis otros sentidos se habían agudizado.
No me costo nada reconocer el olor de Trucazo el día que llego como héroe a salvarme.

Clara Castro diría que padezco el síndrome de Estocolmo pero en realidad quede fascinado con el esfuerzo que hizo por mí. Aparte, había algo en todo esto que me gustaba aún más. Alejarme de la maldita CIA y de mi padre era una ganancia. Sabía perfectamente que debería volver tarde o temprano porque ellos nos harían cazar por otros agentes pero hasta ese entonces aprovecharía lo más que pudiera la situación.

Con Freddy podía ser yo mismo, él cubriría cualquier cosa que yo hiciera y no saldría huyendo asustado. Realmente no debía fingir junto a él, me gustaba su compañía.

Tenía que buscar una escapatoria futura, en algún momento pretendería someterme y eso jamás pasaría. A pesar de sentirme curiosamente atraído hacia él no iba a permitir volver a perder mi libertad de ninguna manera.

Se había convertido en un juego de poder, donde debía hacerle creer que él iba ganando. Pero no descansaría hasta tenerlo totalmente a mis pies, porque o se doblegaba ante mi o terminaba muerto. De cualquier manera sería a mis pies.

El lobo intentando cazar al león. La muerte intentando ganarle al diablo. El pecador intentando vencer al pecado. Freddy Trucazo había perdido este juego antes de empezarlo al subestimarme.

Y sería una pena tener que destruirlo, porque para ser totalmente sincero. Ese hombre me encantaba.

















Lady_Vermon 💀

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