Capítulo 3 (Reescrito)

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El sonido del timbre que marcaba el inicio de la hora de descanso retumbó por toda la escuela, y los pasillos se llenaron rápidamente de risas y voces mientras los estudiantes salían de sus aulas para socializar, comer y relajarse. Makoto (Daniel) se movía entre la multitud, intentando encontrar un lugar donde pudiera estar sola, pero la sensación de estar perdida entre tantas caras conocidas —que para ella eran un misterio— seguía siendo abrumadora. No estaba segura de hacia dónde dirigirse, así que optó por caminar sin rumbo fijo, manteniéndose cerca de las paredes y evitando el contacto visual con los demás.

Fue entonces cuando vio a un grupo de estudiantes reunidos cerca de la cancha de voleibol, algunos observando y otros participando en un juego improvisado. Entre ellos, destacaba un chico que parecía ser el centro de la atención. Saltaba con agilidad y lanzaba la pelota con precisión, su expresión concentrada y a la vez relajada. Cada vez que anotaba un punto, los que lo rodeaban lo aclamaban y él simplemente sonreía, como si no le diera mayor importancia.

Makoto se detuvo, atraída por la energía del grupo y, sin querer, centró su atención en el chico que destacaba. Era alto, de complexión algo musculosa, pero sin perder la agilidad de sus movimientos. Yuji Itadori, escuchó mencionar su nombre mientras algunos de los espectadores lo alentaban. Un estudiante de segundo año, aparentemente conocido por ser no solo fuerte, sino también alguien amable y fácil de tratar. Su cabello rosa en la parte superior de la cabeza, contrastando con el negro de su nuca, lo hacía destacar aún más entre la multitud.

Makoto frunció el ceño levemente al verlo interactuar con los demás. La facilidad con la que Yuji parecía conectar con todos le resultaba extrañamente irritante. Era como si el chico perteneciera a un mundo completamente distinto al suyo, un mundo donde las personas se comprendían mutuamente sin necesidad de esconderse tras barreras de desconfianza. Yuji reía con sus compañeros, chocaba los puños en señal de victoria, y daba indicaciones amistosas sobre cómo mejorar sus movimientos en el juego. No había en él ninguna señal de la soledad que Makoto sentía a cada paso.

—¡Buen trabajo, Itadori! —le gritó uno de los chicos al final del juego, dándole una palmada en la espalda.

—Gracias, pero aún tienes que mejorar ese saque, ¿eh? —respondió Yuji con una risa despreocupada. Había en su voz una calidez que hizo que varios de sus compañeros sonrieran, como si su actitud ligera contagiara el ambiente a su alrededor.

Makoto observó la escena desde la distancia, con una mezcla de interés y resentimiento. La amabilidad de Yuji le parecía una máscara que no lograba entender. ¿Cómo podía alguien ser tan abierto, tan dispuesto a compartir su tiempo y su energía con los demás sin esperar nada a cambio? Era algo que le resultaba tan ajeno como este nuevo mundo en el que se encontraba. Y, sin embargo, no podía dejar de mirar, como si buscara encontrar alguna grieta en esa fachada.

Mientras Yuji recogía la pelota y la guardaba en una bolsa, se giró y su mirada se cruzó con la de Makoto. Fue solo un segundo, pero fue suficiente para que ella apartara la vista rápidamente, sintiendo una punzada de incomodidad al ser descubierta observando. Sin embargo, para su sorpresa, Yuji no se limitó a ignorarla como habrían hecho muchos otros. En lugar de eso, sonrió y levantó una mano en un saludo casual, como si la conociera de toda la vida.

—¡Hola, Sato-san! —la llamó, todavía con esa expresión amigable en el rostro.

Makoto se tensó de inmediato. No estaba acostumbrada a que alguien se dirigiera a ella con tanta naturalidad, y mucho menos con una sonrisa tan abierta. ¿Cómo sabía su nombre? Ella no recordaba haber interactuado con Yuji antes, ni siquiera de manera superficial. Quizás la verdadera Makoto había cruzado caminos con él antes de que Daniel tomara su lugar, pero para ella, el gesto fue una sorpresa total.

La Vida Que Me Obligaste A Amar (Male Oc Reencarnación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora