Capitulo Diez

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La celebración de la boda fue fastuosa.

Todo el mundo con traje de gala y Fluke, aunque le habría gustado tener otra cosa que ponerse, al final no tuvo otra opción que llevar el bonito saco de Carlo. Cuando se miró en el espejo, se alegró. ¡Era un saco muy bonito! Y sabía que él estaba guapo con él.

Si tenía oscuras asociaciones, lo ignoraría. Tanto como al hombre que le había hablado de ellas.

Como había ocurrido desde que había llegado la familia de Tina, Fluke estaba contento de pasar desapercibido y ocuparse de Ari. Ohm se ocupaba de los invitados, lo que lo mantuvo alejado de él. Hasta que llegó el baile y Ari, a pesar de estar casi dormido, se empeñó en bailar con él. Dando vueltas al son de un lento vals, llegaron cerca de Tina, que estaba bailando, Fluke se dio cuenta demasiado tarde, con Ohm.

—Oh, Ari —gritó Tina entre risas—. ¡Bailando con él tío Flukie y no conmigo! ¡Estoy celosa!

De inmediato, Ari soltó a Fluke.

—Tina es la siguiente —le explicó y agarró a su niñera.

Fluke trató de escabullirse, pero lo agarraron de la muñeca.

—Creo que hemos cambiado de parejas —dijo él y lo rodeó con sus brazos.

No podía librase de él sin hacer una escena. Y no podía, no en la boda de Tina. Pero se puso rígido al instante. Eso molestó a Ohm, al menos eso creyó que veía en sus ojos. No le importó, sin embargo. ¿Por qué iba a importarle? No lo miraría a los ojos, ni al rostro, ignoraría sus manos en la cintura...

Pero era inútil. Cada célula de su cuerpo le gritaba lo cerca que estaba, el calor de su cuerpo, la firme presión de su mano en la cintura, guiando sus pasos, el calor de la mano que sostenía la suya cuando giraban...

Se movía con la misma soltura que en la taberna... la noche que lo había seducido.

Con la mano de la cintura lo atrajo más cerca de él, trató de hacer fuerza con la otra, pero lo único que consiguió fue que colocara las manos entre el pecho de los dos. El corazón le latía desbocado. No podía pararlo.

Tampoco podía evitar que le diese vueltas la cabeza y que sus ojos buscaran los de él.

Era maravilloso, mágico, hermoso, bello estar entre sus brazos y flotar sobre el suelo.

No podía resistirse a él. ¡No podía! No tenía fuerza, ni voluntad. Ninguna.

No podría decir cuánto había durado el baile porque había perdido la noción del tiempo, y no sólo del tiempo, de la realidad. La realidad de lo que había sucedido entre Ohm y él, la sórdida realidad de lo que pensaba de él, la amarga realidad de que lo odiaba, parecía haberse desvanecido. Mientras duró la música la realidad no existió. Sólo la magia de estar entre sus brazos.

Entonces, de pronto, se detuvo la música... y la magia. Parpadeando se dio cuenta de que había dejado de moverse y fue consciente del mundo que lo rodeaba, de la demás gente, de Ari que le tiraba del saco.

—¡Empiezan los fuegos artificiales! —lo llevó hacia la balaustrada de piedra para mirar al mar en dirección a Maxos.

Fluke agradeció el tiempo que le brindaron los fuegos para calmarse; además, dado que él tenía en brazos a Ari, Ohm no podría tratar de tocarlo.

Aunque tal vez tampoco quisiera hacerlo. Desde que había rechazado los diamantes, no había hecho el menor intento de acercarse a él.

Estaba obviamente feliz con las atenciones de Elena Constantis... ¿y quién sabía cuántas personas más?

Un griego despiadadoWhere stories live. Discover now