Capitulo Trece

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Ari hablaba sin parar de todo lo que había visto desde el tejado de Notre Dame y Fluke y Ohm lo miraban sonriendo con indulgencia. Pero por debajo de la mesa del restaurante donde estaban comiendo, estaban agarrados de las manos.

Un gesto tan sencillo, pensó Fluke, pero tan mágico.

Había sido estúpido, lo sabía, sucumbiendo la noche anterior. ¿Pero cómo resistirse? Era imposible resistirse a Ohm Thitiwat. ¡Imposible! ¿Cómo con lo agradable que estaba siendo con él? La sola idea de resistirse era... imposible.

Aun así, mientras se había entregado a él había sabido no sólo que estaba cometiendo una locura, sino que estaba encendiendo un ruego que sería muchísimo más difícil de apagar que la otra vez. Antes, había encontrado la fuerza para resistirse en su maltrato hacia él.

Pero en ese momento, ¿cuántos días, cuántas noches, les quedaban? Ohm no había dicho nada sobre cuánto tiempo pasarían en París, pero Tina pronto volvería de la luna de miel y seguramente entonces ellos volverían a Grecia.

Quizá sólo unos pocos días, uno o dos, pero los aprovecharía, los aprovecharía y no pensaría en nada más.

Sabía que era la única decisión que tenía sentido en medio de toda aquella locura que estaba permitiendo. Pero ¿qué otra cosa podía hacer? Era demasiado tarde para rechazarlo. La última noche lo había demostrado y tenía unos recuerdos tan vividos, tan maravillosos, que no podía permitir que llenaran su cabeza en ese momento, menos aún que se le notaran en los ojos, en su expresión. Porque entonces Ohm se daría cuenta y nacería el deseo entre los dos como había hecho una y

otra vez durante la noche mágica que habían pasado juntos hasta que había amanecido sobre los tejados de

París.

Pero si la noche había sido para Ohm, el día tenía que ser para Ari... la razón por la que estaban allí.

Después de comer fueron a los jardines de Luxemburgo en la margen izquierda del río, donde Ari disfrutó jugando en un parque infantil y en un arenero hasta que fue tiempo de comer un helado e ir a ver el teatro de marionetas, en el que apenas necesitó la traducción de su tío para entender el tradicional cuento de hadas representado. Después, otro recorrido en su amado metro hasta un destino que dejó al niño sin habla: el descenso a las cloacas de París.

—Te lo explicaré todo cuando estemos allí, pero no será un tema de comentario durante las comidas, Ari —dijo su tío terminante.

Sin embargo el asunto reapareció, como Fluke sabía que iba a suceder, a la hora del baño. Vio cómo se vaciaba la bañera y le explicó dónde iría esa agua.

—Muy bien, Ari —dijo Ohm desde el umbral de la puerta—. Y ahora te leeré el cuento de dormir mientras tu tío Flukie se pone aún más guapo de lo que normalmente está.

Lo miró y el mensaje fue claro.

Esa noche cenaron en la suite mientras Ari dormía en la habitación de Fluke. No se entretuvieron mucho con la cena a pesar de que estaba exquisita. Ohm se impacientó cada vez que él fue a ver cómo estaba Ari. Luego, lo llevó a la cama. Y allí, entre sus brazos, encontró un placer inimaginable, más maravilloso, más emocionante incluso que el de la noche anterior.

Después, tumbado entre los brazos de él, se sorprendió de nuevo por la locura que estaba haciendo, pero sabía que era demasiado tarde, y era demasiado débil para resistirse. Cerró los ojos a todo lo que no fuera el momento, disfrutando sólo de sentir los fuertes brazos de Ohm rodeándolo, de sentir el latido de su corazón en la mejilla, el aroma y el sabor de su cuerpo en la boca. Se durmió encima de él.

Un griego despiadadoWhere stories live. Discover now