Mientras esquiva hábilmente las bolas de fuego, se prepara para empuñar su arma y dar el golpe final que le asegurará la victoria en esta pelea. Se acerca a su enemigo con rapidez y agilidad, esquivando con gran precisión todos sus ataques. Durante uno de los impactos de la bola de fuego, logra esquivarla y se impulsa para clavar su espada en la cabeza de la criatura, dándole la victoria. Con eso, la criatura cae derrotada al suelo, muriendo.
Tras la muerte de la criatura, su espada se transforma en una corona que se coloca en su cabeza. Se acerca al cadáver con el objetivo de extraerle los huesos y llevarse una gran cantidad de su carne, sintiéndose satisfecho por haber ganado la pelea de manera relativamente fácil. Aunque ha tenido éxito en varias batallas, sabe que enfrentarse a una criatura no se compara con enfrentarse a un Dios. Una vez ha recogido todo lo que necesita, se prepara y se dirige hacia el portal, el pequeño Cordero, para regresar a su culto.
El individuo activa el portal y es envuelto por una Pegajosa y viscosa sustancia negra que lo transporta al portal de la entrada de su culto. Desciende las escaleras y coloca todos los recursos recolectados en una caja ubicada al final de ellas, mientras piensa en cómo aprovechará esos recursos. En ese momento, escucha unos gritos que lo llaman.
- ¡LÍDER DIVINO!, ¡LÍDER DIVINO!, ¡QUÉ BUENO VERLO REGRESAR DE SU CRUZADA! -Un oso de color café grita mientras se acerca a su líder con pasos calmados.
- ¡Vaya sorpresa, Crack! ¿Ya terminaste tan rápido tu misión? ¿Cuánto tiempo estuve ausente? -La pregunta fue realizada con sorpresa y desconcierto al darse cuenta de que uno de los misioneros todavía estaba en la secta.
- Sí, salimos antes que usted, pero lo que ocurrió es que Green olvidó las bolsas de recolección y la comida. -El oso afirma justificando la razón de su presencia.- Qué suerte que nos dimos cuenta antes de adentrarnos en lo más profundo de Anura. -El oso sonríe de manera tranquila mientras mira a su líder.
- ¿De verdad? ¿Otra vez lo olvidó? Ay, ese Green, ¿qué vamos a hacer con él? -Sonríe tranquilamente porque es algo que ya es bastante común que ocurra.
- Es verdad que suele olvidar muchas cosas, pero eso no le resta mérito en su habilidad para combatir. -Firma, al ver con sus propios ojos la agilidad y la fuerza que posee su compañero.
- Estoy seguro. -Mientras finalizaba de organizar todo lo recolectado durante su misión, se giró para observar al oso.- Disculpa si suena mal, pero ¿por qué no salieron de nuevo? -
- No hemos salido de nuevo porque parece que el hijo de Alberto va a nacer pronto. No quiere salir hasta que lo vea y lo cargue. -Expresó sus últimas palabras con un leve tono de molestia pero también con emoción.
- Pensé que aún le faltaba una semana. -La sorpresa del cordero no es poca al pensar que ese huevito iba a tardar más en romperse.
- Sí, todos lo pensamos, pero al parecer nacerá antes. Al menos eso dicen las cuidadoras. -
- Debe estar emocionado por el nacimiento de su hijo. -dijo con una sonrisa en su rostro que mostraba cierta tristeza.
Esto lo notó el oso y lo miró con cierta melancolía. Este oso y este cordero se conocen desde hace muchos años, siendo el oso justamente el primer adepto del cordero que ha estado con él desde los inicios de su culto. Ambos tienen una relación muy especial, más allá de la de un dios y su adepto, son amigos, son familia, y por eso al oso le da tristeza ver el estado de su líder.
- Divino li- -Deja de hablar al escuchar unos fuertes gritos que proviene el culto.
Esto llama la atención tanto del oso como del cordero, quienes salen corriendo lo más rápido que pueden en dirección a los gritos para saber de qué se trata. El bullicio se intensifica al encontrarse con una escena que se había vuelto un poco común, pero eso no quita que sea impactante.
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Perdonar al Dolor: Cult of the Lamb.
Random"Alabado sea el cordero portador del gran poder, aquel que liberó al que esperaba en lo más profundo. . . . ¿Por qué lo perdonaste? ¿Qué te llevo a la misericordia? . . . Los sentimientos son complejos, son armas de doble filo. . . . No estás solo...