Prólogo

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El viento cargaba el olor acre de pólvora y cenizas, una mezcla que se le metía en los pulmones y le recordaba, sin descanso, que la muerte estaba al acecho en cada rincón. Las explosiones sacudían el suelo, y cada paso que daban resonaba como un eco en el vacío. Aunque no estaban solos en el campo de batalla, el mundo parecía haberse reducido a él y a su compañero, un universo limitado por sus respiraciones entrecortadas y el ritmo frenético de sus corazones.

“¿Cuántos más crees que nos enfrentaremos?” murmuró, su voz ahogada por el estruendo.

“Los que sean necesarios,” respondió su compañero, con una valentía que lo hizo sonreír a pesar de la situación. Sabía que esa respuesta escondía miedo, pero también una voluntad que iba más allá de la propia supervivencia. Estaban en esto juntos, y eso, por alguna razón, era lo único que le daba fuerzas para seguir avanzando.

Una ráfaga de disparos cruzó el aire, y ambos se lanzaron al suelo, sintiendo cómo las balas silbaban apenas unos centímetros sobre ellos. Alzó la vista y vio a su compañero a su lado, con el rostro cubierto de tierra y el ceño fruncido, y en ese momento, un pensamiento le cruzó la mente como un relámpago: no podía perderlo. No aquí. No ahora.

Mientras el peligro parecía aumentar, sintió el impulso de aferrar su mano, de no dejarlo ir. Pero sabía que ese gesto sería demasiado revelador, y en un ambiente donde cualquier debilidad podía ser mortal, no podían permitirse el lujo de ser vulnerables.

“Cuando esto termine,” comenzó a decir su compañero, en voz baja, “prométeme que iremos a algún lugar donde no tengamos que mirar sobre nuestros hombros. Solo tú y yo… en paz.”

La promesa de ese lugar lejano, de una vida juntos más allá de la guerra, era un sueño que compartían en silencio. Él asintió, deseando con todo su ser que ese destino los esperara al final de esta pesadilla. Aunque en el fondo, ambos sabían que en la guerra, los sueños eran fugaces, espejismos que se desvanecen en la primera luz de la realidad.

Las horas parecían alargarse mientras avanzaban, cada paso cargado de tensión y un silencio roto solo por el estruendo de las armas. Cada vez que sus miradas se cruzaban, un entendimiento tácito fluía entre ellos, un pacto sellado en cada respiración, cada movimiento sincronizado. En sus ojos, veía el mismo temor, la misma determinación, y supo, en lo más profundo de su ser, que aquel vínculo iba más allá de cualquier promesa rota o un destino incierto.

Un ruido inesperado a sus espaldas los hizo girar al unísono, pero el ataque fue demasiado rápido. Un enemigo había logrado acercarse, y antes de que pudieran reaccionar, el sonido de los disparos rompió el aire. Él sintió el impacto antes de entender lo que había sucedido; no en su propio cuerpo, sino en el de su compañero.

“¡No!” gritó, corriendo hacia él mientras caía al suelo. Su rostro, pálido y cubierto de sudor, seguía teniendo esa misma determinación, como si se rehusara a rendirse incluso en sus últimos momentos. Lo sostuvo entre sus brazos, tratando de detener la sangre que se filtraba entre sus dedos.

“No me sueltes,” murmuró su compañero, con una voz apenas audible, sus palabras entrecortadas por el dolor. Sus ojos buscaron los suyos, y en ellos encontró no miedo, sino una resignación tranquila, como si ya hubiese aceptado su destino.

“Voy a sacarte de aquí. ¡Lo prometí!” dijo, su voz rota, pero cargada de desesperación. Sin embargo, ambos sabían que era una promesa que no podría cumplir.

El campo de batalla parecía desvanecerse a su alrededor, reducido a este último momento entre ellos. Su compañero alzó una mano débil, apenas rozando su mejilla, y le dedicó una última sonrisa.

“No te culpes por esto… Tú hiciste que todo valiera la pena.”

Y entonces, la sonrisa se desvaneció, y con ella, el mundo pareció detenerse. El estruendo de la guerra volvió a llenar el aire, pero él no lo escuchaba. Todo lo que quedaba era el vacío donde antes había estado la única persona que había dado sentido a esta lucha.

Con los ojos fijos en el cuerpo sin vida de su compañero, una promesa silenciosa se formó en su corazón. Nunca lo olvidaría. Nunca dejaría que su sacrificio fuera en vano.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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