Prefacio

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Los Chicos de su edad no son conscientes de la historia de donde viven, a final de cuentas, en el colegio ven (y estudian únicamente para el examen) apenas un ápice de la historia del estado y él es solo un niño, sin embargo, todos los chicos de la isla han escuchado una gran cantidad de historias provenientes de los abuelos y los viejitos: historias de los primeros días, de sus amigos y del aspecto de la isla unas décadas atrás; historias de los grandes sucesos que presenciaron, desde los naufragios hasta las visitas y eventos sociales, como el paso de la Reina de Inglaterra y la construcción de los faros y edificios importantes. Sin embargo, los chicos aunque pueden disfrutar de todas las anécdotas, nada les llama más que las leyendas y los relatos donde un elemento sobrenatural salta a la vista.

La imaginación siempre vuela a la edad que tenía en esos días y aquella noche, en la playa junto al gran faro blanco de La caletita, tenía una gran aventura con sus primos y hermana: batallaban en el reino donde el puesto de madera para el guardavidas, se convirtió en una fortaleza a defender. Por supuesto que no estaban solos y el lugar no estaba a oscuras, puesto que la luminaria pública recientemente había sido renovada y el faro se encontraba funcionando perfectamente, lanzando su has de luz a gran velocidad. Además de que siendo niños nacidos en relativa comodidad de asalariados, sus padres contaban con un vehículo para atravesar la ciudad hasta el faro de Caletita. Era una salida nocturna extraordinaria después de haber recibido las típicas visitas de la familia en pleno verano. De lo que fuera que los adultos estuvieran hablando no era de su incumbencia, como fuera, estaban descansando los unos de los otros.

Él siempre lo iba a recordar así, que había logrado tomar la gran fortaleza cuando vio hacia la negrura del mar y vio que se asome una cabeza sobre los pequeños picos de las olas costeñas. La forma le pareció totalmente inconfundible, puesto que no era totalmente redonda como lo eran las boyas de línea que había visto en algunas playas para evitar que se nade por donde los botes y lanchas cruzaban para excursiones y tours. Lo que el vio era un rostro, y podía jurar por su gato que era una muchacha, así que corrió hacia sus primos olvidando el juego de la fortaleza, para decirles que había una persona nadando en la lejanía y oscuridad. A pesar de estar en la infancia y el juego más imaginativo, tardaron un aproximado de dos minutos hasta que su hermana soltó la palabra y el nombre mágico con el que brincarían

-Una sirena.

Los demás dicen que vieron que se sumergió y de inmediato vieron una cola que solo podía ser de un animal marino enorme. Él solo recuerda que se armó una histeria colectiva y que los adultos se acercaron para decirles que no había nada ahí, que a lo mejor era un manatí u otro animal marino.

-¡Es una sirena! ¡Ahí hay una sirena!

- ¡No hay nada ahí, corazón!- una de sus tía confortó a su prima.

Después de que los niños se alteraron, los padres prefirieron volver a casa para finalizar el día y realizar sus rituales de buenas noches. No sabe cómo los demás hicieron para verse al día siguiente y no seguir hablando de eso, si es que todos tuvieron la misma confrontación con la realidad o si con algún razonamiento de los adultos entendieron que la imaginación los hizo ver algo que no estaba ahí. A él su padre lo agarró antes de abordar el auto y lo hizo voltear la mirada hacia el mar oscuro de la noche, donde en medio de la negrura y los picos de las olas, divisó una boya blanca de línea flotando sola. Lo miró con gentileza y entonces él siempre recordaría ese momento como el previo a que le dijeran la verdad de sus ilusiones infantiles, la verdad sobre Santa, los reyes y el ratón de los dientes. O lo que creyó que era la verdad...

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⏰ Última actualización: Sep 05 ⏰

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