"El Precio Del Amor"

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Las personas llaman amor a cosas que no merecen el nombre. Lo mío era el sentimiento de pertenecer a la otra persona, sin libertad, porque tú fuiste quien renunció a ella. Atado a las cadenas de tu mente, solo te permites moverte si la otra persona lo quiere. Yo amo a esa persona, aun viendo su lado sin humanidad, un lado que, al ser visto por otros, les haría sentir odio por primera vez en su vida. Para mí, eso es amor.

—¡Aleja eso de mí! ¡Por favor! —Aunque llorara o gritara, ella acercaba cada vez más el cúter a mi cara.
—No hasta que digas que me amas.
—¡Yo no te amo y nunca te amaré! Pensé que éramos amigas, pero ahora solo me haces daño. Mamá dice que no puedes querer a alguien que te lastima, ¡y le creo!
—Ella te mintió, ¡sí, ella te mintió! —lloraba desesperadamente, gritando que mi mamá había mentido.

Esa conversación con Ji-yeon es uno de los pocos recuerdos que tengo de mi infancia. Era absurdo, porque si hubiera sabido que con un simple "te amo" habría evitado una vida asquerosa, lo habría dicho. No recuerdo qué pasó después, ni los días siguientes. Mi infancia, en su mayoría, desapareció un día. Es irónico cómo, a pesar de odiarla, recuerdo con algo de ternura que me amenazara con matarme y matarse cuando teníamos 12 años.

—¿Este trabajo es necesario hacerlo de forma presencial? —pregunté, tratando de calmar mis pensamientos.
—Sí, parece que si no se hace así, los abogados no validarán el pago. Pero tranquila, Ji-yeon va a ir contigo. Ella irá por formalidad y como testigo.
—Gracias. ¿Ella es la única que puede acompañarme?
—Sí, tiene un puesto superior y es la única sin tanto trabajo esos días. No te quejes, así nunca subirás de puesto.

Asentí y me alejé. Esto era malo. Después de años de trabajo, había logrado evitarla. Me daba miedo el rechazo que su mente había construido hacia mí.

—Creo que debemos hacer maletas. Te veo el sábado en la calle principal. No llegues tarde, a las 8 a. m. está bien. Serán 4 días en Saint-Thomas, nos quedaremos en un hotel costoso. No importa si no puedes pagarlo, yo lo haré. Tengo reglas que espero sigas: lleva ropa apropiada, en las juntas con el cliente no hablarás más que para ser cortés, entrarás a las aguas termales cuando yo no esté, y solo nos veremos en el trabajo. Si nos cruzamos en el hotel, no hablaremos. Gracias.
—Por mí está bien. Gracias.

La llegada fue tranquila. Solo hablamos lo necesario hasta que llegamos a la recepción. El hotel estaba lleno por la época del año. La mayoría de las personas estaban de vacaciones. La reservación había sido difícil incluso para alguien como Ji-yeon, y solo quedaba una habitación libre con dos camas individuales. No tenía intención de pelear con ella por no hacer una mejor reservación, así que simplemente la seguí. Estaba enojada; se notaba en su frente, donde una vena sobresalía, y su sonrisa forzada lo confirmaba.

—Esta es la habitación. Tal vez te guste dejar tus cosas lejos de las mías.

No respondí. Dejé mi maleta en la cama que sería mía. La habitación era bonita, con una vista hacia el río y parte de las aguas termales. Me gustaba.

—No sabía que Sae-byeok tenía la capacidad de sonreír. ¿No te duele hacerlo? —dijo mientras tocaba mis mejillas con su dedo, como si explorara algo.
—Deja de tocarme. Solo sonrío porque me gusta la vista. Hace meses que no salgo, mi rutina es casa y oficina. Supongo que salir es bueno, aunque sea contigo.
—No te hagas la linda ahora. Te recuerdo que aún no te perdono. Solo soy amable porque es parte del trabajo.
—Como sea, no pedí tu amabilidad.

Se me quedó mirando fijamente, como si su aura amigable se transformara en un odio profundo. Sus ojos parecían penetrar en mi mente.

—Te odio —dijo, seca, sin dejar de mirarme con desprecio. Su voz era baja, pero eso solo hacía que doliera más—. Odio cómo ni siquiera te importas a ti misma. Odio cada parte de ti. Odio, odio, ¡odio! —gritó, frustrada, antes de encerrarse en el baño, como si cada palabra le costara sufrimiento.