El derrumbe

36 2 0
                                    


El centro comercial bullía de vida aquella tarde, el sonido de la multitud llenaba cada rincón con risas, charlas y el eco constante de los anuncios que se repetían por los altavoces. Jin, con sus catorce años de edad, seguía con los ojos al chico de cabello castaño que se alejaba entre la gente. Su corazón palpitaba con fuerza en su pequeño pecho, sus pies se movían casi por instinto.

—Jin, vámonos ya —insistió Seojin, su hermano mayor, apretando suavemente su hombro—. Mamá nos está esperando en casa. No quiere que nos atrasemos.

Jin giró su mirada hacia Seojin, pero sus ojos rápidamente volvieron al chico que le sonreía a lo lejos.

—Solo un momento, hyung, por favor... —respondió, su voz teñida de anhelo—. Quiero... hablarle.

Seojin frunció el ceño, pero finalmente cedió con un suspiro.

—Bien, pero rápido. No podemos tardar.

Mientras Jin corría entre la multitud, el mundo alrededor parecía volverse borroso; todo lo que importaba era alcanzar al chico. Pero entonces, algo cambió. Una vibración profunda sacudió el suelo bajo sus pies, como si el centro comercial entero exhalara un gemido. Los ojos de Jin se abrieron de par en par, sus piernas se detuvieron de golpe.

A pocos metros de allí, Yoongi, de la misma edad, estaba a medio camino de subir la escalera cuando sintió la misma vibración. Su padre, un albañil de aspecto robusto y rostro severo, estaba revisando una de las columnas cerca de la entrada principal.

—Papá, ¿escuchaste eso? —preguntó Yoongi, su voz cargada de una mezcla de curiosidad y temor.

—Sí, hijo, lo escuché —respondió su padre con una mueca preocupada, mirando alrededor como si tratara de identificar el origen del sonido—. Quédate aquí, Yoongi, no te muevas.

El hombre dejó a un lado sus herramientas y caminó rápidamente hacia la columna, tocando su superficie con una mano temblorosa. Yoongi observaba, su estómago retorciéndose en un nudo de nervios.

El crujido se volvió más fuerte. Un sonido seco y desgarrador, como si algo invisible se estuviera rompiendo. La gente empezó a mirar a su alrededor, susurrando con inquietud. Jin sintió que su respiración se volvía rápida y superficial; sus ojos buscaron desesperadamente a Seojin.

—¡Hyung! —gritó Jin, su voz resonando débilmente entre la creciente cacofonía.

Seojin lo vio, y su rostro se tiñó de pánico.

—¡Jin, corre! ¡Corre hacia mí!

Jin quiso moverse, pero sus pies no le respondieron. Era como si el miedo hubiera clavado sus zapatos al suelo. Justo entonces, un estallido, fuerte y abrumador, como si la tierra misma se partiera en dos. El suelo tembló violentamente bajo ellos. La gente comenzó a gritar, a correr, a empujarse unos a otros en busca de una salida. El techo se agrietó con un rugido atronador.

—¡Papá! —gritó Yoongi, viendo cómo su padre corría hacia la columna tambaleante.

Pero fue demasiado tarde. Una enorme viga se desplomó desde el techo, cortando el aire con un estrépito mortal. Yoongi vio a su padre detenerse, su expresión congelada en un grito que nunca llegó a emitir antes de que el polvo lo envolviera todo.

—¡No, no, no! —Yoongi intentó correr, pero tropezó con los escombros que caían a su alrededor. Sintió un dolor agudo en el hombro mientras una pieza de concreto lo golpeaba.

Jin trató de moverse hacia su hermano, pero sus pies no respondían, y su corazón se aceleraba hasta que parecía que le iba a estallar en el pecho. A través de la espesa nube de polvo, vio a Seojin intentando llegar hasta él, esquivando los pedazos de techo que caían a su alrededor.

Desde los cimientos (Yoonjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora