Capítulo Seis

184 47 0
                                    






Fluke no sabía bien qué era una luna de miel típica, porque no se había considerado importante en la lista de asuntos matrimoniales, pero
estaba seguro de que la mayoría de las parejas no la pasaban en un
ambiente tan gélido como Ohm y él.

Una frialdad que no tenía que ver con la nieve que caía en el exterior.

Aunque nevaba sin parar, en el palacio hacía calor. Los habitantes de
Florencetta estaban acostumbrados a los fríos inviernos, por lo que el
asombro de Fluke al ver la nieve que se acumulaba en la terraza todos los
días hacía reír a sus doncellas. Lo que a Fluke le parecía excesivo a ellas les parecía normal.

Intentó convencerse de que lo mismo sucedía con su matrimonio.

Claro que no tenía unos cuantos amigos que fueran consortes para poder preguntarles, así que, por lo que sabía, aquel era el comportamiento normal de un rey.

Se dijo que era así.

Lo cual, en cierto sentido, era un consuelo.

Ohm no había vuelto a tocarlo para intentar tener un heredero.

Fluke pensó que era un alivio.

Todas las noches, las doncellas lo llevaban de vuelta a su dormitorio,
desde el comedor del rey, y lo desvestían, como si andar y desnudarse fueran actividades que requirieran ayuda, ahora que se había casado con un rey.

Suponía que era para recordarle que todo lo que hacía era examinado, por lo que debía representar bien su papel.

Eso implicaba que solo cuando se metía en la imponente cama con
dosel y miraba el artesonado del techo podía repasar la noche de bodas.

Y lo hacía sin parar.

Y reconocía que no era un alivio que Ohm lo hubiera privado de aquella maravilla, de aquella pasión, de aquel placer.

Era una crueldad.

Eso le sucedía por las noches. Los primeros días de la supuesta luna
de miel, aun sabiendo que estaban sometidos al escrutinio del personal de palacio y de los espías de las prensa sensacionalista, Ohm insistió en
que hicieran lo que habían hecho durante el noviazgo.

Paseaban por los jardines, cuando el tiempo lo permitía. Cuando no era así, recorrían las galerías del palacio. Conversaban educadamente, como si fueran dos desconocidos.

Todo ello aparecía en los periódicos, acompañado de fotos, si salían al exterior.

—Creí que no querías que se publicara en la prensa nada de lo que hacemos —dijo Fluke, durante uno de los paseos por los senderos limpios
de nieve.

Ohm lo miró con los ojos brillantes, de un modo que él sabía muy bien que el público interpretaría como que estaba pendiente de cada una de sus palabras.

—No es una actitud realista. Por tanto, prefiero ofrecerle lo que quiero que se vea, en vez de que se dedique a indagar por su cuenta.

Lo dijo como si hubiera mucho en lo que indagar y todo ello fuera para desenmascararlo.

Fluke intentó no hacer caso de sus palabras.

—Desde nuestra boda, se han publicado muchos artículos sobre la
familia real, desde diversos puntos de vista. Me han gustado, aunque he
leído muchos comentarios sobre el carácter de tu padre que parecen...

—Fluke —dijo él con los ojos también brillantes, pero con un brillo
que le indicaba que se callara inmediatamente—. A no ser que el artículo proceda directamente del palacio, debes considerarlo pura ficción.

Pasión  sin amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora