2 Aquello que no podemos tener

31 4 0
                                    

Ese sonido... lo conozco... con prisa me apuro a la cochera de la casa y lo sabía, sabía que no era correcto pero es que mi curiosidad puede más que yo mismo... asomo mi cabeza por una rendija que aunque con dificultad me permite ver lo que sucede, y si, es mi abuelo otra vez... tocando ese fantástico e armonioso instrumento de cuerdas... el solo verlo hace que todo mi ser quedé fascinado, desearía tanto tener una guitarra y que mi abuelo me enseñe a tocar...


Abuela: ¡Aaron! ¿Dónde estás Aaron?


De un brinco me alejo de la cochera a donde la voz de mi abuela me llamaba, algo nervioso ya que no tenía permitido acercarme a la cochera cuando el abuelo estaba ahí...


Aaron: Abuela... solo estaba viendo las margaritas que planteaste, me parecen muy bonitas pero hay algunas que están pisoteadas


Abuela: ¿Cómo dices? Oh por Jesús, deben ser esos vándalos de la otra calle, ¿Cuándo van a madurar? Dios mío


Solo vi como se alejaba preocupada por sus flores, no mentí, si estaban pisadas, pero nunca me gustaron las margaritas, son algo aburridas, me gusta más una extraña flor de color rojo que parece que tiene espinas, ya olvidé su nombre, alzo mi vista al cielo, es un día increíble, solo puedo pensar en lo mucho que deseo pasear con mi bicicleta, con prisa pero con cautela me acerco a la abuela que se encontraba cuidando sus aburridas margaritas


Aaron: Abuela... es un lindo día, me gustaría manejar bicicleta


Abuela: Claro que puedes, tu hermana está durmiendo así que puedes ir, pero no vayas tan lejos y vuelve en dos horas -Dijo con un tono de orden pero amoroso a la vez, no tuvo que repetirlo, tomé mi bicicleta y emprendí mi viaje-.


Todo lo que pidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora