AEMON III

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El frío cada vez era más insoportable en el Castillo Negro. Este invierno sería muy duro para todos, no solo para los norteños, sino también para aquellos que viven debajo del Cuello. Él mismo no había sentido tanto frío desde el invierno que vivió durante el mandato de su hermano: un invierno de siete años. ¿Cuánto iría a durar este? Fue un verano largo, nueve años en total. Hacía dos años que estaban en otoño, ahora estaban a lunas de que el invierno los azotara a todos.

El calor de las llamas era reconfortante para cualquiera. Si tan solo pudiera estar más tiempo sentado cerca de la chimenea calentando sus viejos huesos y dejándose llevar en los recuerdos de buenos momentos de su juventud.

Recostado en su cama, Aemon imaginó el castillo de Rocadragón como cuando era un niño. Los pasillos oscuros, pero cálidos donde uno podía correr. Ver la lluvia a través de los ventanales y los balcones, así como admirar las gárgolas de dragones que mostraban la fuerza perdida de su familia. Su padre siempre distante era un borrón, al igual que sus hermanos mayores que no fueron demasiado amables. Pero Egg estaba allí, al menos antes de que se fuera con ser Duncan el Alto.

«Pronto, Egg, pronto», pensó y una lágrima cayó por su mejilla.

Años y años de estar solo en ese castillo olvidado por los dioses fueron una vida extraña para él, quien una vez fue considerado para ser el rey de los siete reinos. ¿Qué habría pasado si hubiese tomado la corona? Esa duda lo acompañó durante tantos años, más cuando se enteró de la muerte de su hermano en Refugio Estival o cuando llegaron las noticias de su nieto cayendo en la locura.

Pero también hizo posible la llegada de su sobrina Daenerys, una chiquilla que había sufrido tanto y después se levantó con dragones bajo su pecho. ¡Qué maravilla! El sueño de toda su familia en su sobrina. Todas sus esperanzas recaían en ella, no solo que obtuviera la corona de los siete reinos, sino que también viera de este lado del mundo a la fatalidad que sucedía.

—Acompañaré a Jon al otro lado del muro para hablar y llegar a un acuerdo con los pueblos salvajes —le dijo cuando discutieron un poco más sobre su estancia en el muro—. Si estas cosas son reales, entonces necesito verlas.

—Es una misión peligrosa, querida —Aemon suspiró y una tos le siguió después. Daenerys le pasó un vaso con agua y eso alivió el escozor—. Y no sé qué cosas puedan pasar al otro lado, me temo que esto pueda ser más peligroso de lo que uno llega a imaginarse.

—Aun así, necesito ir, o debo ir, en todo caso. Soy su mayordomo y mi deber es acompañarlo, aunque no quiera —Aemon rió, la imagen de Egg yéndose con ser Duncan cuando lo visitaron en Antigua le vino a la mente.

—No puedo impedírtelo, solo quiero que estés protegida. Jon Snow es un buen espadachín. Fue entrenado en un castillo bajo un caballero y se sabe varios trucos, según me han contado. Confío en que él te proteja, si es que las cosas se ponen demasiado tensas —hizo una pausa, lamiéndose los labios—. También deberías armarte, un pequeño cuchillo o una daga. Te darán una espada, pero no sé si sepas usarla.

—No tengo idea, nunca la necesité. Tengo a mis guardias en Meereen capaces de protegerme en la mayoría de las situaciones —notó cierta pesadez en su voz en ese momento. El ataque de Meereen debió haber pasado por su mente—. Y no creo que haya mucho problema. Jon dice conocerlos.

Aemon no pudo evitarlo, se rió un poco, su pecho agitándose hasta que le dio otro ataque de tos. Daenerys le dio palmaditas en el pecho y llenó de nuevo su vaso con agua. Necesitaba té, pero para eso ya había mandado a Samwell.

—Los salvajes, como todos, son difíciles de catalogar. No confiarán en Jon Snow, menos ahora que es bien conocida su traición a ellos de hace un año. Quizá algunos de ellos sean amables, otros querrán arrancarle la cabeza.

El Lazo entre el Hielo y el Fuego | GOT fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora