Capítulo 1: Como Nos Conocimos

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 "Un amor de primavera" le podrida llamar a esa persona que conocí en la primavera de 1997, una primavera donde sentí que iba a pasar todos los días con frío, pero fue diferente cuando lo vi a él, ahí sentado tomándose un café caliente en mi cafetería favorita. Al verlo, mi corazón dio un vuelco de alegría, ya que después de ese frío invierno, por fin pude sentir algo de calor.

10 de abril de 1997

Estaba yo sentada en una mesa cualquiera de mi cafetería favorita, "Dolce Gusto", una cafetería italiana que hacía unos cafés increíbles, sin hablar de las tartas que preparaban. En esa cafetería había libros para leer sobre cualquier género tanto así que era común que mucha gente se sentara ahí por horas solo para terminar el libro que habían dejado a la mitad. Yo era una cliente frecuente de esa cafetería, tanto así que ya me había hecho amiga de muchas personas que trabajaban ahí y sabía cuándo iba gente nueva. De repente, me fijó en una persona que estaba sentada sola. No es raro ver a gente sentada sola, yo soy una de esas. Lo raro no era que estuviera sentado solo, lo raro era que estaba leyendo un libro que trataba de cómo impresionar a las chicas.

Al no ser alguien que hubiese visto antes, me acerqué donde estaba trabajando mi amiga Greta y le pregunté si conocía a aquel chico. Ella me dijo que sí, que era un chico que frecuentaba muy seguido la cafetería solo para leer y tomarse un capuchino. Greta continuó diciéndome: "¿Sabes lo raro? Solo veo a las chicas leer romance, pero él es un chico que desafía los estereotipos de esta época, ya que viene y se pone a leer romance."

Yo estaba súper intrigada por aquel chico que leía romance, así­ que le pregunté a Greta si lo conocía, y ella me dijo que nadie sabía quién era, ya que solo llegaba, se sentaba por horas y no hablaba con nadie. Me siguió contando que muchas chicas habí­an tratado de acercarse a él, pero que ni les respondía o, si lo hacía, les decí­a: "No, gracias, no estoy interesado".

Yo estaba fascinada por aquel chico misterioso que rechazaba a todas, así que me propuse algo: haría que aquel chico hablara conmigo. Así­ fue como, cada vez que iba a la cafeterí­a, trataba de acercarme a él "por casualidad", como, por ejemplo, coger el mismo libro que él o hacerme la distraí­da y tropezar para chocar contra él. Las veces que me tropezaba y chocaba contra él eran en vano, ya que él se alejaba como si huyera de las chicas.

Pero yo soy una persona muy persistente, así­ que, al ver que mi plan de encontrarme con él por casualidad no funcionaba, recurrí­ a mi plan B, que consistí­a en acercarme directamente. Mi yo joven de 18 años nunca se habí­a acercado a un hombre, ya que nunca había tenido un novio, pero en ese momento fue como un impulso que me hizo querer hacerlo. Me acerqué a él y le hablé. Le hablé sobre el libro que estaba leyendo.  Él se quedó anonadado por mi breve intervención, me miró confundido y me preguntó: "¿Hola, te conozco?" Le dije: "No, no me conoces, pero sí­ conozco el libro que tienes en tus manos."  Él me miró más confundido aún y volvió  a responder: "¿El libro que estoy sosteniendo?" Le digo: "Sí­, ese es el libro que dejé a la mitad, y lo estaba buscando para terminar de leerlo." Me dijo: "Pues me perdonarás, señorita, pero como verás, lo estoy leyendo ahora y quiero continuar mi lectura tranquilamente."  Yo lo miré y le dije: "Perdóneme, señor, pero ¿cuando termine de leerlo me lo daría?" Me miró de vuelta y me dijo: "Señorita, cuando termine de leerlo, se lo daré, pero por ahora,  ¿me puede dejar leer tranquilo?" Lo miré, di media vuelta y me fui a donde estaba sentada.

Greta, al ver que había hablado con aquel chico, fue directamente donde yo estaba y comenzó a interrogarme sobre qué le había dicho. Le conté lo de mis dos planes, y ella me miró y me dijo: "Amiga, a ti, cuando se te mete una idea en la cabeza, no hay quien te la saque,  ¿verdad?".  Nos miramos y nos reímos, y le contesté: "Ya sabes cómo soy, pero bueno, ahora a esperar a que me dé el libro". A Greta le tocó volver a atender en la cafetería, mientras yo esperaba pacientemente a que él me diera el libro.

Ya habían pasado alrededor de casi cuatro horas cuando él se acercó y me dio el libro, diciéndome: "Gracias por esperar pacientemente, señorita". Me sonrió, dio media vuelta para irse, y yo le dije: "Mi nombre es Giorgia Colombo, no es "señorita", y si no es mucho atrevimiento, ¿me podría decir el suyo?".  Él me miró sorprendido y respondió: "No es mucho atrevimiento, seño... perdón, Giorgia, mi nombre es Matteo Russo. Ahora sí me despido de usted, Giorgia". Le sonreí e hice un gesto de despedida. Todo mi plan había dado frutos, porque ya sabía el nombre de ese chico tan misterioso.

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⏰ Última actualización: Sep 06 ⏰

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