De Monterrey a Buenos Aires

2 0 0
                                    

Tabita ya llevaba ocho meses trabajando para el grupo editorial Planeta, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Apenas estaba adaptándose a las estaciones invertidas, jamás pensó vivir el verano en pleno diciembre o invierno en julio. Se cansó de calcular en pesos mexicanos los pesos argentinos que ganaba para pagar la renta, "el alquiler" le decían. El acento de los argentinos siempre le había parecido muy gracioso, pero escucharlo a diario se convirtió en parte de su rutina.  Extrañaba su natal Monterrey, donde había estudiado la universidad, y decidió convertirse en editora. El empleo como correctora de estilo que tenía en San Pedro ya la tenía harta.

Su madre, doña Refugio, se había ido a Estados Unidos para ser maestra de español, allá conoció a un ingeniero gringo divorciado y se casó. De vez en cuando le enviaba unos cuantos dólares a su hija, quien los agradecía en el alma, porque el trabajo que tenía no era muy bien pagado que digamos.

Cuando supo que por fin una Planeta la había aceptado como editora, saltó y gritó de la emoción. No le importaba que fuera en Argentina. De hecho, eso la hacía feliz, un poco, muy en el fondo.

Y es que Tabita tenía un secreto. Esos secretos que en realidad no tienen nada de malo, pero por algo son secretos. Resulta que estaba enamorada. Estaba profundamente enamorada. Pero no lo sabía. Y eso lo hacía más secreto todavía. 

¿De quién estaba enamorada Tabita? De un hombre que desde el caótico año 2020 comenzó a volverse muy famoso en Argentina y su fama se extendió hacia otros países. Lo descubrió un domingo mientras veía la televisión, era un entrevista, algo de política. De Argentina. La política siempre le había parecido un tema aburrido y demasiado controversial y estresante. Sin embargo, como buena editora, debía estar informada sobre todo lo que pasaba en el mundo. Así que, se quedó mirando la transmisión del noticiero un rato más. El  hombre a quien entrevistaban era diputado del partido La Libertad Avanza. Se veía tan seguro de sí mismo, tan confiado..."claro, debe de ser así, se está postulando para la presidencia de su país" pensó ella. Le llamaba la atención por su cabello castaño alborotado y las patillas largas que lo hacían ver algo excéntrico, sus gestos con las manos, ese acento porteño gracioso, su voz... pero sobre todo, sus ojos...

Los ojos de ese hombre eran azules. Azules. Azules como todas las cosas azules que hay en la tierra. Como si el cielo, el mar, y todas las turquesas y zafiros y lapislázuli, y hortensias y flores de Santa Lucía del mundo se juntaran para formar esos ojos...

Tabita sintió cómo la sangre subía por su cara, y una inesperada calidez se apoderó de ella mientras su corazón se aceleraba. Nunca se había sentido así por alguien que veía...¡en televisión! Rápidamente leyó un nombre en el encabezado, un nombre que sin saberlo, iba a cambiar su vida: Javier Milei. Milei...su apellido sonaba curioso, casi poético...Milei...

De la noche a la mañana, Tabita sintió una gran curiosidad por saber quién era ese tal Javier Milei. Ella misma no se explicaba por qué tenía la necesidad de saber todo sobre él, quién era, de dónde venía, en dónde estudió, quién era su familia, ¿estará soltero?...espera, ¿qué?...Cuando veía sus entrevistas y sus discursos, sonreía inevitablemente...

Comenzó a seguirlo en Instagram, y en Facebook, ahí como no queriendo la cosa. A veces se sorprendía a sí misma sonriendo sin querer cuando veía sus fotos, sus discursos... Quedó cautivada por su seguridad, su carisma, su personalidad...pero no quería admitirlo. Era raro. Después de todo, ¿a qué chica normal de su edad le iba a gustar un señor desconocido de más de medio siglo de edad, que no era un cantante o actor, sino un político "loco" de ultraderecha, de un país que ni siquiera era el suyo? Bueno, tal vez lo de la edad sería un poco comprensible porque en su adolescencia, su primer "crush" fue el padre divorciado de su mejor amiga Carla, don Gabriel, y todo acabó con una gran pelea y su primer corazón roto. Su gusto culposo eran los hombres mayores.  Pero aún así, era raro. Muchas cosas eran raras en ella. Cosas que ella prefería ocultar y fingir que era "normal".  

Nunca lo dijo en voz alta, pero soñaba con algún día poder ver a su amor platónico, por lo menos asistir a uno de sus discursos, o tan sólo verlo...Javier Milei tenía ese "no sé qué, que qué sé yo" que siempre había buscado en un hombre.

Por esa razón, que no le dijo a nadie, no le disgustaba tener que ir a Argentina. En su joven corazón femenino, albergaba la esperanza de algo...sin saber que su vida cambiaría por completo en los siguientes meses...




¡Viva el amor, carajo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora