Entre Espadas y Dragones

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El vínculo prohibido

Había pasado una semana desde su llegada a Desembarco, y aquel día había entrenado junto a su hermano Jaime, a escondidas de su padre

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Había pasado una semana desde su llegada a Desembarco, y aquel día había entrenado junto a su hermano Jaime, a escondidas de su padre. Tywin Lannister había enviado a Tyla al Nido de Águilas para perfeccionar sus lecciones con la tata del valle y, sobre todo, para asegurar a Lord Arryn como su aliado. Sin embargo, Lord Arryn y Tyla sabían que el señor de la Roca no estaría contento si descubría que su primogénita era tan impecable como Robert Baratheon con la espada.

Jaime se encontraba jadeando en el suelo mientras veía a su hermana de pie, con una espada de práctica en mano.

—¿Dónde aprendiste a usar la espada? —exclamó un Jaime de nueve años.

Tyla sonrió y se sentó a su lado en el suelo.

—Lord Arryn quería asegurarse de que supiera protegerme en caso de ser atacada —Jaime siempre había admirado a su hermana.

Su tía siempre le contaba cómo asistía con su padre a reuniones siendo muy pequeña, ganándose el cariño de algunos señores de las grandes casas, y ahora quería blandir la espada como ella.

—¿Alguna vez has matado a alguien? —la pregunta de Jaime hizo que Tyla borrara la sonrisa de su rostro, alarmando a su hermano.

—Solo una vez, y fue en defensa propia —al decir eso, se levantó sacudiendo su ropa de entrenamiento—. Es hora de un baño, así que ve y date un baño —dijo Tyla mientras guardaba las espadas de práctica.

Jaime asintió y le sonrió a su hermana, pero Tyla sabía que él no le haría caso e iría a molestar a Cersei.

—Es impresionante su habilidad con la espada, mi lady —y, como era costumbre, el príncipe asustó a Tyla, quien dejó caer varias de las espadas de madera.

—Rhaegar, debes dejar de hacer eso —se inclinó para recoger las espadas nuevamente—. Se te está haciendo costumbre vigilarme en las sombras —al colocar las espadas en su lugar, Tyla encaró al príncipe, que también vestía ropa de entrenamiento.

—Admito que estoy fascinado ante usted, mi lady —Tyla sonrió mientras rodaba los ojos.

Su amistad con el príncipe había crecido el día en que este se había ofrecido a darle un paseo por la fortaleza, presentándole la cabeza del inmenso dragón que perteneció a su conquistador.

—Me halaga, mi príncipe —exclamó la rubia—, pero si me disculpa, tengo que irme.

Rhaegar solo le sonrió y se inclinó en señal de despedida.

La relación entre Tyla y el príncipe se basaba en bromas y halagos; ellos, con tan solo una mirada, se entendían, lo que los llevó a ser mejores amigos con el tiempo.

Al llegar a su aposento, Tyla ordenó a sus damas preparar su baño mientras se situaba en la ventana que daba la bienvenida a la luz del día. Desde su habitación, Tyla podía ver la capital entera; esa era la actividad favorita de la rubia. Ella imaginaba la capital en los años de los primeros reyes Targaryen, mientras sus dragones surcaban los cielos. Muchas veces, antes de dormir, leía los escritos que el príncipe le prestaba, los cuales hablaban sobre los dragones que pertenecieron a la familia Targaryen. Cuando terminaba su lectura, podía imaginar a los dragones en su conquista o en la famosa danza de dragones.

The Lion's Promise||Juego de Tronos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora