1 | Satus

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La jeringa que perforaba mi piel empezaba a soltar el líquido poco a poco, dándome una sensación de ardor que se extendía por todo el brazo

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La jeringa que perforaba mi piel empezaba a soltar el líquido poco a poco, dándome una sensación de ardor que se extendía por todo el brazo. Una vez que ya no quedaba ni una sola gota, él la retiró de mi pálida piel.

Tomó la bandeja que reposaba en el suelo gélido, y se retiró. Afuera de la habitación se podían escuchar voces, voces que esperaban pacientemente mi lenta y agonizante tortura. Y tan solo unos minutos después, la inyección ya empezaba a tomar efecto.

El dolor se hacía cada vez más intenso, extendiéndose por todo mi cuerpo. Ni siquiera podía mantenerme erguida, así que deje que mi cuerpo descansara completamente en el suelo. Los calambres y espasmos hacían que mis articulaciones temblaran, dándome aún más dolor. No podía más, mis párpados se sentían cada vez más pesados y la vista ya no me dejaba ver con claridad. Y así, sucumbiendo al desmayo.

El sonido parpadeante de las lámparas zumbaba en mis oídos

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El sonido parpadeante de las lámparas zumbaba en mis oídos. A pesar de seguir teniendo los ojos cerrados, podía distinguir una luz débil a través de mis párpados. Ahora que me doy cuenta, siento mis pies arrastrándose por el suelo. ¡¿Me estoy moviendo?!

Abro los ojos de golpe para encontrarme con dos hombres, uno a cada lado, llevándome cargando por un largo pasillo. A juzgar por sus uniformes, eran guardias. El pánico iba en aumento cada segundo junto con las ganas de escapar, pero simplemente no podía hacerlo porque el simple hecho de intentarlo, era una misión suicida. Debido a mi situación de muñeco de pruebas, sabía muy bien que cualquier movimiento mínimamente hostil podía resultar en mi muerte.

Un guardia al notar que ya estaba consiente fue un poco más amable al suavizar su agarre de mi hombro y cintura, a diferencia del otro que mostraba indiferencia y solo seguía adelante. Después de un rato, al fin podía ver el final del pasillo.

Una enorme puerta nos esperaba pacientemente al fondo, y una vez que estábamos frente a ella, uno de los guardias me soltó para poder sacar una tarjeta de su bolsillo y pasarla por el lector de tarjetas. Mientras, el otro guardia trataba de agarrarme para no caerme, porque gracias al entumecimiento de mis pies no podía sostenerme por mi misma. La puerta se empezó a abrir poco a poco, pudiendo divisar lo que me esperaba al otro lado.

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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Inhuman | Sebastian SolaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora