El gimnasio de Karasuno resonaba con los ecos de las pelotas rebotando en el suelo, los sonidos familiares que solían ser reconfortantes para Kageyama. Pero últimamente, ese eco se sentía vacío, tenso. No era solo el cansancio físico después de días de entrenamiento duro, había algo más, algo que no podía sacarse de la cabeza. Y todo tenía que ver con Hinata.

Hinata siempre había sido la chispa que mantenía a Kageyama alerta en la cancha. El chico de sonrisa brillante y energía inagotable lo desafiaba constantemente, empujándolo a ser mejor. Pero en las últimas semanas, Hinata había estado actuando extraño. Más callado, más distante. Esa energía incesante que normalmente lo llenaba de vida ahora parecía apagada, y Kageyama no entendía por qué. Cada vez que intentaba mirarlo a los ojos, Hinata lo esquivaba, como si algo lo estuviera molestando, pero nunca lo decía en voz alta.

-Vamos, Kageyama, concentra tus pases -gritó Daichi, intentando mantener el ánimo en el entrenamiento.

Kageyama asintió, pero su mirada seguía perdida en Hinata. Estaba en medio de un set, pero su mente no podía dejar de preguntarse qué estaba mal. Las jugadas no salían como antes. Hinata no llegaba a tiempo, y sus saltos, que antes parecían desafiar la gravedad, ahora eran torpes, descoordinados.

-¡Hinata! -gritó Kageyama después de otro pase fallido, su voz cargada de frustración. Pero Hinata solo se limitó a levantar la mano en señal de disculpa, sin siquiera mirarlo directamente.

La frustración de Kageyama crecía. No solo porque las jugadas no funcionaban, sino porque había algo más, algo que no podía comprender del todo. ¿Por qué está actuando así? Kageyama siempre había sido bueno leyendo a Hinata en la cancha. Sabía cuándo iba a moverse, cuándo iba a saltar, incluso cuándo iba a atacar sin necesidad de palabras. Pero ahora, esa conexión parecía desmoronarse. Y lo peor de todo era que no sabía por qué.

Al final del entrenamiento, Hinata fue el primero en salir del gimnasio, evitando cualquier contacto visual con Kageyama. El aire entre ambos era denso, cargado de preguntas sin respuesta. ¿Qué le pasa?. Kageyama se quedó mirando la puerta por donde Hinata había salido, apretando los puños. Había algo que se estaba rompiendo entre ellos, algo que nunca antes había sentido, y eso lo estaba inquietando de una forma que no podía explicar.

Esa noche, mientras Kageyama intentaba dormir, las preguntas seguían rondando en su cabeza. No se trataba solo de voleibol, se dio cuenta. La desconexión que sentía con Hinata lo afectaba de una manera más profunda, más personal. ¿Es solo que no estamos sincronizados en la cancha?. Algo en su pecho le decía que no, pero no quería enfrentarlo

Los días pasaban, pero la tensión entre Kageyama e Hinata solo aumentaba. Las prácticas, que solían ser el momento en que ambos se entendían mejor que nunca, ahora se habían vuelto insoportables. Cada jugada que antes salía con naturalidad ahora se sentía forzada, descoordinada. Kageyama no podía evitar la sensación de que algo se desmoronaba entre ellos, y no sabía cómo detenerlo.

Hinata, por su parte, también lo notaba. Cada vez que fallaba un pase o no llegaba a tiempo a los levantamientos de Kageyama, sentía una presión en su pecho que lo hacía querer desaparecer. Estoy fallando.... Esa idea lo perseguía constantemente, incluso fuera de las prácticas. Cada vez que sentía la mirada intensa de Kageyama sobre él, la frustración crecía dentro de él.

-Hinata, ¿estás bien? -preguntó Sugawara un día, después de un entrenamiento especialmente difícil. Hinata solo asintió, sin ganas de hablar.

No estaba bien. Lo sabía, pero no podía decirlo en voz alta. ¿Cómo podría explicarlo? Lo que sentía era más complejo que el simple miedo a fallar en la cancha. Había algo más, algo que no se atrevía a poner en palabras. Cada vez que Kageyama lo miraba con esa mezcla de frustración y decepción, Hinata sentía un nudo en el estómago. No solo porque estaba fallando como compañero de equipo, sino porque... me importa demasiado lo que él piense de mí.

Kageyama, desde el otro lado del gimnasio, lo miraba sin saber qué decir. Intentaba mantener la calma, pero algo dentro de él se estaba rompiendo. No era solo la desconexión en el juego lo que lo afectaba. Era Hinata, su actitud distante, la forma en que lo evitaba fuera de la cancha. Antes éramos inseparables. Ahora ni siquiera podemos mirarnos a los ojos. Kageyama no estaba acostumbrado a lidiar con ese tipo de situaciones. Para él, las cosas siempre habían sido claras: entrenar, jugar, mejorar. Pero ahora, todo parecía más complicado.

El partido amistoso que siguió fue un desastre. Kageyama intentaba ajustar sus pases, pero Hinata parecía estar en otro mundo. En un momento crítico del partido, Hinata no alcanzó un pase perfecto de Kageyama, dejando caer el balón. El eco del balón rebotando en el suelo resonó en el gimnasio, marcando no solo el final del set, sino también el punto de ruptura entre ellos.

Kageyama se quedó mirando a Hinata, esperando que este lo mirara, que diera alguna señal de que podía arreglar lo que estaba roto. Pero Hinata solo se quedó ahí, con los hombros caídos y la mirada perdida. La derrota se sentía mucho más pesada de lo que debería.

Mientras los demás se dirigían a los vestuarios, Kageyama se quedó atrás, mirando la cancha vacía. Los recuerdos de su tiempo en secundaria volvieron a su mente, aquellos días en que había sido apodado el "Rey de la cancha", cuando sus compañeros lo rechazaban por ser demasiado controlador. ¿Está pasando lo mismo ahora? ¿Es por mi culpa que Hinata se está alejando?. La idea lo asfixiaba.

Hinata, por su parte, también sentía el peso de la derrota, pero no era solo por el partido. Cada vez que veía a Kageyama frustrado, algo dentro de él se encogía. ¿Por qué me importa tanto lo que piense?. Esa pregunta seguía persiguiéndolo, pero no tenía respuestas

enough 《KageHina》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora