6.

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-Hola, Nuvia, ¿cómo estás?
 
Nuvia le sonrió a Abril como si nada, sentándose frente a ella con su hijo en sus brazos. El niño sorbió por su nariz llena de mocos, mirándolo con ojos llorosos.
 
-El pequeño no ha mejorado mucho desde la útima vez que nos vimos -dijo Nuvia con pena en su voz-, ya me está poniendo nerviosa, ¿y si empeora, Abril?
 
-Oye, tranquila, Nuvia -trató de consolar Abril, poniéndose de
pie-. Vamos, pequeño, ¿confías en la tía Abril?
 
-Sí -lloriqueó el pequeño, dejando que Abril lo tomara en brazos.
 
Silenciosamente, Abril comenzó a revisar al niño con el ceño
fruncido en concentración, preguntándole dónde era que le dolía más y consultándole también a Nuvia ciertas cosas. Luego de diez minutos examinando al menor, Abril suspiró y le dijo a Nuvia que al parecer la amigdalitis del niño derivó a una pequeña sinusitis bacteriana aguda.
 
-Tendrá que tomar antibióticos por una semana y media -le dijo
a Nuvia, anotando los nombres de los remedios en la receta-, luego
lo volveré a evaluar. Ya te vas a poner mejor, campeón, y podrás
corretear en el parque.
 
Abril hizo amago de caminar hacia la puerta para abrirla, sin
embargo, antes de poder hacerlo, Nuvia tomó su brazo deteniéndolo en el acto. La miró, con una ceja enarcada por la intriga, antes de sentir su garganta seca al notar los ojos suplicantes de Nuvia.
 
-Abril, um.. -comenzó a decir Nuvia con timidez-, yo.. te
quería preguntar sobre lo que ocurrió con tu exesposa. Sé que no debo meterme, pero...
 
-Oh -Abril se removió, incómoda, mordiendo su labio inferior
Bueno-, Samantha y yo... nos estamos dando una nueva oportunidad..
 
La mirada de Nuvia pareció apagarse ante las palabras de Abril y, sin saber por qué, se sintió algo culpable. Quería que Nuvia no se hiciera ilusiones con ella, que no lo esperara, pero tampoco se sentía capaz de intervenir en su corazón de esa forma porque, por mucho que quisiera que Nuvia no la mirara de esa forma, ella no podía decidir por su amiga.
 
-¿Estás segura?-levantó la vista ante el serio tono de Nuvia–. Tú
dijiste que Samantha ya no te amaba. Entonces, ¿estás segura de que vale la pena darle una oportunidad a alguien que dejó de amarte?
 
Sabía que Nuvia no lo hacía con mala intención, que debía estar
preocupada por ella, que no quería verla pasándola mal -eran, después de todo, las mismas palabras que Sara y Spreen le dijeron dos días atrás-, pero eso no lo hacía más fácil.

Todo el mundo creía que Samantha no la merecía, y puede que tuvieran razón, sin embargo, el mundo no se trataba de dar oportunidades a personas que realmente lo merezcan y quitárselas a quienes no valían la pena.
 
No, Samantha no merecía que estuviera haciendo esto por ella, pero Abril la amaba con tanta fuerza, con tanta desesperación, sentía un amor tan inmenso con ella, un apego tan enorme por esa mujer, que sentía que debía hacerlo.
 
Por ella. Por Samantha. Por esos ocho años que estuvieron juntas, como novias, casadas, compartiendo días, semanas, meses; compartiendo sueños y anhelos; compartiendo risas y gritos y llantos. Por esos trece años que llevaban desde que se conocieron.
 
Y Samantha estaba poniendo de su parte, eso lo podía jurar por su vida, porque su esposa lo estaba yendo a buscar todos los días, le preguntaba Cómo le había ido, desayunaban y cenaban juntas, conversaban y no permitían que el silencio entre ellas se instalara. ¡Incluso salieron dos veces el fin de semana pasado! No sólo fueron al cine y luego a cenar, sino que el día domingo decidieron ir al zoológico a ver un show de pingüinos recién inaugurado, y si bien no se besaron, hubo un breve momento en el que ambos se quedaron observando en silencio, a punto de fundirse en un beso. Sin embargo, terminaron desviando la vista,
avergonzados, como dos adolescentes tontas en su primera cita.
 
Abril podía sentir que el amor estaba volviendo, ¿por qué el resto no lo podía apoyar un poco más?
 
-Nuvia, por favor, eres mi amiga y aprecio tu opinión, pero te pido que en esto no te metas -le pidió amablemente Abril con tono triste-. Si no resulta, entonces está bien, al menos lo intenté. Pero si llegara a resultar, entonces... ¿no habrá valido todo esto la pena?
 
Nuvia desvió la vista, apenada, negando con la cabeza y terminó por suspirar.
 
-Sólo no quiero verte llorando, eso me rompe el corazón-murmuró
Nuvia.
 
Abril le sonrió con dulzura.
 
-Está bien si lloro, eso nos hace humanos, Nuvia.
 
Su amiga asintió a regañadientes.
 
-Supongo, entonces, que no vale la pena invitarte a que salgamos el día de los enamorados o cuando cumplas años dijo con tono irónico.
 
Abril sacudió la cabeza.
 
-Samantha y yo siempre celebramos las dos fechas juntas con una cena -recordó Abril, de pronto emocionándose al pensar en eso.
 
Sólo quedaba una semana para su cumpleaños, así que debía ir
reservando el restaurante al que iban a ir, ese viejo lugar donde
tuvieron su primera cita, donde iban a cenar cada fecha especial, y donde Samantha le pidió matrimonio también. Ese pequeño restaurante era su pequeño refugio personal y privado.
 
Nuvia soltó un quejido, resignada.
 
-Espero que la pases bien, Abril -dijo Nuvia-, porque te lo mereces.
 
Abril sólo pudo sonreírle, contenta, sintiendo que por fin la vida le estaba sonriendo.

[...]

Samantha terminó de guardar un informe en su bolso cuando sintió la conocida presencia de alguien más en la oficina.
 
Levantó la vista, tranquila, chocando con la triste mirada de Rocio.
 
-¿Ocurre algo, Rocio? -le preguntó con calma, aunque podía sentir como su corazón se rompía cuando su asistente negó con la cabeza.
 
-Sólo.. te extraño: -murmuró Rocio con la voz rota.
 
La más bajo cerró sus ojos un momento, apoyándose en la mesa, y no se movió cuando de pronto Rocio la abrazó por la cintura. La más alta enterró su rostro en el hombro de la pálida, aferrándose a ella con una desesperación casi dolorosa.
 
Llevaban dos semanas sin estar juntas, desde que Samantha aceptó el trato de Abril, y sabía que la separación le estaba afectando a Rocio un montón, en especial porque Samantha estaba cumpliendo su palabra de mantenerse alejada de ella ese tiempo.
 
Samantha se sentía culpable, se sentía como una hija de puta, se sentía como una bastarda por estar jugando con una persona tan hermosa por su maldita indecisión.
 
¿Y lo peor? Es que no sabía si estaba jugando con Abril o con Rocio.
 
Porque cuando veía a Rocio, su corazón parecía acelerarse, no podía evitar bufar y sonreír ante sus chistes y sentir un calorcito recorriendo su cuerpo al tener cerca a su asistente. Pero, cuando pasaba a buscar a Abril, se encontraba con sus ojos, y sus labios le sonreían con esa preciosa sonrisa que poseía, podía sentir como todo parecía iluminarse a su alrededor, su cuerpo reaccionaba inclinándose hacia su pareja y quería estar todo el día acurrucado contra ella.
 
No sabía qué hacer en esa situación, no sabía qué hacer con Abril, con Rocio, porque dos semanas atrás estaba segura de su decisión y sus sentimientos, pero en ese instante, su seguridad parecía haberse ido a la mierda.
 
-No quiero perderte -susurró Rocio, mientras le acariciaba el cabello.
 
Quiso decirle que no lo haría, que eso jamás iba a ocurrir, pero Samantha no quería mentirle tampoco, porque ahora todo estaba confuso para ella.
 
Empujó con suavidad a Rocio, alejándola de ella y tratando de mantener la calma.
 
-¿Ordenaste mi agenda para la próxima semana?-le preguntó con
suavidad.
 
Rocio asintió, desviando la vista.
 
-La reunión con los inversionistas de Japón se fijó para el miércoles, a las siete de la tarde -dijo Rocio, mordiendo su labio inferior-, no querían otro horario, y como dijiste que coordinara según lo que ellos pidieran...

-Está bien -le dijo asintiendo, no tienes que preocuparte por eso
le tomó de las mejillas, llamando su atención-. Ahora anda a casa,
Rocio, tienes que descansar. Te has estado exigiendo mucho estos días, ¿crees que no lo he notado?
 
-Pásalo conmigo-le pidió Rocio-, te necesito.
 
Samantha negó en silencio.
 
-Sabes que no puedo-le recordó. Rocio retrocedió, haciendo una mueca.
 
-Eres una maldita cobarde, Samantha-le dijo con furia en su voz, saliendo de la oficina a paso
 
¿Crees que no lo sé?, pensó Samantha con amargura.
 
Horas más tarde, mientras cenaba con Abril, que no dejaba de
parlotear sobre su día, fue cuando le hizo aquella pregunta que durante tantos días lo estuvo atormentando:
 
-¿Por qué me amas?
 
Abril enmudeció, volteándose a mirar a Samantha con la sorpresa
pintando su rostro, aunque su expresión se suavizó cuando notó los ojos tristes de su esposa.
 
Suavemente, le tomó su mano y le dio un apretón.
 
-¿Por qué no hacerlo?-su voz era cariñosa-. Bebé, te amo porque simplemente puedo hacerlo. Lo que siento por ti es tan natural como respirar o pestañear, ¿sabes? Porque todo puede ir mal, todo puede estar derrumbándose, pero si me miras, si me sonríes.. entonces sé que todo va a estar bien.
 
Samantha se sintió miserable, sus ojos llenos de lágrimas.
 
-No, no lo entiendes-sollozó Samantha-. ¿Por qué todavía me amas?
¿Por qué dices necesitarme cuando no me necesitas? ¿Por qué no me odias? -Abril quiso hablar, pero Samantha continuó-. No deberías amarme, no cuando te desgarré, te rompí, cuando te hice llorar por mis acciones y te he dicho que ya no te amo. Y aun así, aún después de todo eso, tú.. tú sigues llamándome Bebé como si no hubiera hecho nada malo...
 
Abril se puso de pie y la abrazó con fuerza, permitiendo que enterrara su rostro en su pecho, que llorara como una niña herida. Le acarició el cabello, dejando pequeños besos en frente con un infinito amor que la estremeció por dentro.
 
Porque no sabía qué era lo que sentía, y eso le asustaba un montón.
 
-No hiciste nada malo, Samantha-le murmuró Abril-, sólo hiciste
lo que creías correcto. Y está bien, está bien, mi amor, lo prometo. No importa lo que hagas, Samantha, yo jamás podría odiarte, ¿está bien? -Samantha asintió, hipando, y Abril agregó con broma en su voz-. Anda, bebé, deja de llorar. Limpia esas lágrimas feas y dale mejor un besito a tu Abichu.

Samantha soltó una risa entrecortada, observando la sonrisa de Abril, y lo hizo.
 
Samantha la besó.
 
Y, por un instante, las cosas se sintieron bien.

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