Llegaron a la inmensa fortaleza del alienígena. Algunas personas apartaron la vista de lo grande y bella que era. Sus columnas, su techo (aunque no se pudiera ver de lo alto que estaba); todo, en general.
Lo que les sorprendió a los del colegio fue que las celdas eran grandes, espaciosas, y parecían de lujo. Aunque no eran nada comparado con el resto.
- Aquí caben más de cinco mil humanos - dijo Pelayo.
- Claro, yo me refería a que si pusiera un humano en cada celda cabrían cinco mil. Quiero decir, que hay cinco mil celdas en las que caben cien personas en cada una sin estar apretadas. Voy a poner a siete en cada celda, haciendo honor al número con más propiedades que él uno - se rio - debería ser un típico chiste de los humanos - se puso serio - mañana os diré los horarios.
No había mucha comida, pero el lujo de las celdas alimentaban sus ojos. El alienígena les había dejado elegir los grupos, y les dijo que serían también los grupos para trabajar, pero que en un momento dado separaría esos grupos en dos.
El invasor les dejo tres días para descansar, más de lo que les había dicho al principio. Los amigos, en su celda, durmieron prácticamente los tres días completos, excepto Pelayo, Tomás y Marcos.
No durmieron nada más llegar a la celda, porque solían hacerlo nueve horas después. Y pudieron ponerse, por fin, a hablar del asunto de la espada.
- Pues os lo voy a confesar - empezó Tomás - la verdad es que no sé por dónde empezar, pero al fin y al cabo en algún momento os lo tenía que contar.
Cuando Tomás terminó de hablar, los otros dos amigos asintieron.
- No pasa nada, - dijo Pelayo - piensa que no eres un traidor.
Pero Pelayo y Marcos se habían quedado muy conmocionados con la historia que les había contado Tomás. Al final recobraron la compostura.
- ¿Se lo contamos a los otros? - preguntó Marcos.
- Cuando nos separe en dos grupos, necesitaremos extraer la menor cantidad de uranio posible, así que contádselo a una persona más y que venga a nuestro grupo cuando nos separemos.
Pero como los otros cuatro amigos estaban dormidos, y no podían contárselo a ninguno de ellos, se limitaron a tumbarse y dormirse también.
Marcos y Pelayo quisieron preguntar una cosa a Tomás antes de dormirse, pero este ya lo estaba.El alienígena fue recorriendo los inmensos pasillos de su fortaleza, con las decoraciones perfectas para cada uno de ellos. Se paró junto a una puerta, la abrió y entro en la sala.
Era una sala sobria, al contrario que el resto de salas de su palacio. Era muy grande, pero apenas cabrían cien humanos. Allí dejaba sus reservas y algunos de sus experimentos. En una mesa en el centro de la sala un mejunje azulado sobresaltaba. Su experimento más avanzado hasta el momento estaba ya bastante bien, pero no estaba terminado. Fue a la mesa, ignorando las demás pociones y vertió un poco de sangre humana. Se la había sacado a uno de los niños del colegio mientras estaban durmiendo y le había curado la herida con sus poderes. Al siguiente día el niño había estado más débil, pero como había sido el último no habían tenido que andar casi nada, comparado con los otros días. Y había merecido la pena.
No había podido probar a echar la sangre hasta ese momento, pero ahí estaba. A punto de echar el que quizás fuera el ingrediente definitivo. Solo lo tendría que dejar reposar ahí, sin que entrara un solo rayo de sol, durante semana y media. El tiempo suficiente para que los nuevos humanos se pudieran acostumbrar al peor horario de sus vidas…Pelayo se despertó sobresaltado por una pesadilla. Los únicos días que podría descansar un poco y… Claro que también influenciaba lo que les había dicho Tomás. Y no dejaba de pensar en el horario. Si decía el alienígena que iba a ser más duro que el propio viaje… Les había dicho que el primer día trabajarían nueve horas menos. Si esto era así y el alienígena solo quería sacar provecho incluso de esa situación significaba que tendrían que trabajar dieciocho horas al día, con todos los cambios de temperatura que les fatigaban mental y físicamente. Y podía ser que apenas les diera un pico y una pala o incluso que tuvieran que hacer todo con las manos.
Se intentó dormir, para no pensar en todo eso, pero no podía, ya que estaba dando vueltas a todo miles y miles de veces. Abrió los ojos y vio que Tomás se movía. Pero se había hecho ilusiones demasiado pronto, ya que Tomás seguía profundamente dormido. Y no le podría preguntar lo que estaba pensando. Estuvo despierto pensando casi doce horas, y se durmió.
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Los Amigos y la invasión alienígena
RandomSiete amigos se encuentran y deciden formar una pandilla. Pero un día, en un camping, un alienígena secuestra a todos los del colegio. Es un alienígena de tiempos remotos, que quiere organizar una guerra contra los humanos como venganza a algo que h...