1.- El Asesinato

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Silenciado, quedo todo

La frase casi al final del periódico sólo eran palabras sin entendibles para los policías, personas que no tenían nada que ver con la víctima o en punto si. Daishinkan sentado en una silla leyó la frase "Silenciado, quedo todo" del periódico con una expresión serena y neutra. No mostró emoción alguna, como si ya supiera lo que había sucedido. Y en efecto, lo sabía. Sabía la verdad detrás de la muerte de su hijo Merus. Y esa verdad lo oculto ante las prensas, policías y los forenses. Dejo el periódico a un lado y tomo la taza de té que tenia a su costado, pero cuando dio un bocado estaba fría, se había enfriado mientras leía el periódico.

La puerta del salón de abrió, mostrando a sus hijos con sus maletas en mano, no podía significar una cosa mas. Daishinkan no mostró sorpresa ni emoción. Simplemente los miró con una expresión seria y neutra, como si estuviera esperando que sucediera algo. O quizás que dijeran algo.

Sour que estaba a la cabecilla de los demás fue él que vio la falta de reacción de su padre.

—Parece que ni siquiera te afectó, padre. —dijo Sour.

Daishinkan no respondió mucho, solo escuetas palabras: como "No hay nada que decir".

Su expresión no cambió, seguía siendo seria y neutra. No mostró dolor, tristeza ni ira. Simplemente aceptó la situación como si fuera algo inevitable. Sus hijos suspiraron con pesadez.

Vados que también estaba a la cabecilla junto a Sour conocía a su padre, sabía que esa era su forma de lidiar con las emociones. No mostraba nada, pero eso no significaba que no sintiera nada. Simplemente era su forma de ser. Se convenció ella así toda su vida. O lograba hacerlo.

—Entonces se van, dejándome, ustedes también saben la verdad ninguno aquí es una blanca paloma a excepción de Whis claro —habló con firmeza a su prole que estaba a unos metros de ellos —Whis si es una blanca paloma.

Ninguno de sus hijos hablo.

—¿Dónde están los demás, también huyeron?.

—Whis fue a visitar a Mojito al manicomio. Está muy afectado por la muerte de nuestro hermano menor. —dijo —El era muy unido a Merus, Korn, Cus y Margarita fueron a la comisaría y a la prensa para tratar de desviar el tema —contestó Vados con tristeza al mencionar a Mojito y ver ninguna reacción de su padre —¿Ira a ver a Mojito?.

—Más tarde. —dijo —Si quieren irse, pueden hacerlo no voy a detener los.

Sour intervinó y le preguntó de nuevo.

—¿No te afecta lo que pasó con Merus? ¿No te duele que haya muerto?

Daishinkan respondió con la misma neutralidad.

—No hay nada que decir.

Sour se sintió frustrado por la falta de emoción de su padre.

—¿Cómo puedes ser tan frío? —preguntó. —¿No te importa que tu hijo haya muerto?

Daishinkan se encogió de hombros.

—Las cosas son como son —dijo —No hay nada que hacer al respecto.

—Padre, !¿cómo puedes ser tan indiferente ante la muerte de Merus?! —preguntó indignada y molesta.

—La vida sigue, Vados. No hay tiempo para lamentaciones. —contestó tranquilo Daishinkan

—Pero, padre, Merus era nuestro hermano. Deberías mostrar algún respeto. —diria Martinu.

Daishinkan ya no habló.

—¿No te duele que hayas perdido a un hijo?. —preguntó consternado Cukatail.

—La pérdida es parte de la vida, Cukatail. No hay nada que hacer al respecto.

Sin prestar atención a las acusaciones de sus hijos fue a la cocina y se sirvió otra taza de Té para volver y sentarse en la misma silla. No le importaba lo que dijeran, no le importaba que lo culparan por no mostrar emociones por la muerte de su hijo Merus. El era así, carecía de sentimiento, no se inmutó a los reclamos de sus hijos, sino que permaneció ahí como Dios escuchando los reclamos de sus hijos como simples humanos que le refutaban pedidos y reclamos y nuevamente pedidos y reclamos. Su vida se asemejo así, durante años como el patriarca de su familia.

Sus hijos se miraron entre sí, esperando alguna reacción de su padre, pero Daishinkan permaneció impasible. Finalmente, sin decir una palabra, se dirigieron hacia la puerta. No hubo un "Adiós, padre" como usualmente lo hacían. Solo hubo silencio.

El sonido enardecido de las suelas de sus zapatos resonó en la habitación cuando se fueron, dejando a Daishinkan solo, no se inmutó. No se levantó para detenerlos, no les pidió que se quedaran. Simplemente se quedó sentado, con la mirada fija en algún punto lejano, sin mostrar ninguna emoción.

El silencio que siguió fue opresivo, solo roto por el sonido de la puerta que se cerró detrás de sus hijos.

Daishinkan se quedó sentado en su silla, con la mirada fija en algún punto lejano, pero su mente comenzó a divagar. De repente, su mirada se dirigió hacia la escalera, donde una mesa pequeña sostenía un florero con flores frescas. Y junto al florero, una foto de Merus sonreía inocentemente.

Algo en el pecho de Daishinkan se contrajo. No era dolor, no era tristeza. Era algo más profundo, algo que él no podía explicar. De repente, una laguna mental se abrió en su cabeza, y Daishinkan se encontró sumergido en un mar de recuerdos. Recuerdos de Merus cuando era niño, recuerdos de su sonrisa, de su risa, de su mirada curiosa.

Daishinkan se sintió abrumado por la oleada de emociones que lo invadieron. No era algo que él estuviera acostumbrado a sentir, y no sabía cómo manejarlo. Pero la laguna mental se cerró tan rápido como se había abierto, y Daishinkan se encontró de nuevo en su silla, con la mirada fija en la foto de Merus.

No hubo lágrimas, no hubo sollozos. Solo un silencio profundo, un vacío que parecía consumirlo por dentro.

Daishinkan se quedó solo en la habitación, rodeado de las sombras de su pasado. La chimenea, que antes había sido un símbolo de calor y unidad familiar, ahora parecía una tumba fría y vacía. La mirada de sus hijos, antes llena de amor y respeto, ahora estaba llena de desprecio y desconfianza.

Se levantó de su silla y se acercó a la ventana, mirando hacia afuera sin ver nada. Su mente estaba llena de pensamientos y recuerdos, todos ellos relacionados con Merus y su muerte. Y aunque a Daishinkan no le gustaba admitir, la muerte de Merus de alguna forma si le había afectado.

De repente, sonó el teléfono. Daishinkan lo miró un momento y luego contestó.

—Diga.

—Daishinkan va 1 y falta 12. Tu eliges quien es el siguiente que quiere meter sus narices en este asunto.

La llamada se corto, Daishinkan estaba cansado y dejo el teléfono para ir a su habitación a descansar, se detuvo al pie de la escalera vio el cuadro de Merus que anteriormente había visto y sintió un nudo en la garganta al recordar la última vez que había visto a su hijo sonreír. Con un movimiento lento y deliberado, volteó el cuadro. El sonido del marco al golpear la mesa fue como un susurro de despedida. Daishinkan se sintió como si estuviera enterrando a Merus de nuevo, como si estuviera diciendo adiós a una parte de sí mismo. Subió las escaleras con paso lento, la oscuridad de su habitación parecía esperarlo como un abismo. No encendió la luz, solo se dejó caer en la cama, rodeado de sombras y silencio. Pues así quedo la casa después de que sus hijos se fueran y lo dejaran. 

Continuara...

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