Capítulo 44

35 18 1
                                    

Primer fallo: he venido en taxi.
Segundo fallo: los zapatos me quedan pequeños y son muy incómodos para correr. Tercer y más importante fallo: acabo de arruinar otra cita con Mingi. Bueno, no he sido yo el único culpable, pero también estoy mezclado en la colada para que esta cita finalmente acabara, de nuevo, en fracaso.

—¡Hongjoong! —llama, y me giro secándome las lágrimas de idiota que estoy soltando. Más que dolor siento indignación.

—¡Es un imbécil! —chillo, señalando en dirección al restaurante—. ¿Sabes que te dije que ese restaurante era uno de mis favoritos, verdad? Incluso por eso quedamos aquí. Y ahora él viene y me suelta que lo ha comprado y lo ha puesto bajo la dirección de su… «prometido». Ese ni siquiera era con quién me ponía los cuernos. Seguro que a él también lo engañaba conmigo. ¡Oh, Dios! ¡Me siento tan sucio! ¡Tan indignado! ¡Es un imbécil!

No dejo de gritar, y aunque quiero parar, todo lo que acaba de pasar es demasiado injusto para mí. No tengo otra forma más de desahogarme que esta.

—Solo… Solo quiero irme a casa. Tengo ganas de vomitar.

Comienzo a andar por la acera, pero él me detiene sujetándome por los hombros. Me da la vuelta y señala hacia el otro lado de la calle.

—Tienen que devolverme el coche.

Me muerdo el labio y asiento. Pensaba irme solo, pero bueno, si se apunta da igual. Me monto en su coche y pego la frente a la ventanilla. Quizá no haya un idiota con tanta mala suerte en el mundo como yo, y me acabo de dar cuenta. Cuatro de cinco citas terminadas totalmente en fracaso. ¡Qué grande! ¡Qué grande soy!

—Lo siento —me disculpo antes de cerrar los ojos y sumergirnos los dos en un completo silencio.

Mingi no dice nada. ¿Estará enfadado? Bueno, si lo está, no me importa. Tiene todo el derecho a estarlo.

—No te preocupes por dejarme en casa, puedo bajar contigo y caminar. Necesito caminar y darme con una farola en la cabeza, a ver si así se me va la idiotez.

No lo miro porque no espero ninguna respuesta. Hace lo que le pido y se detiene en su edificio. Albergaba una ligera esperanza de que me llevara a casa, pero al parecer sí que está enfadado.

—Lo siento, otra vez. Respetaré si me quieres mandar a la mierda. Yo lo haría —digo disponiéndome a salir del vehículo.

Salgo del coche y comienzo a andar.

Después de un momento, me doy cuenta de que él también está caminando conmigo.

—¿No vas a tu casa? —pregunto extrañado.

—Me has dicho que no te acompañe en coche a tu casa, no que no te acompañe a pie.

Sonrío débilmente y sigo andando. Su respuesta ha sido un bonito detalle por su parte.

Las farolas crean sombras delante de nosotros que al caminar se van hacia atrás, desaparecen y de nuevo aparecen otras delante. Las observo unos segundos antes de detenerme en mitad de la calle.

—¡No! ¡Me niego! —suelto de repente.

Thiago también se detiene y me mira, confuso.

—¿Qué pasa?

—Me niego a que Seonghwa arruine un segundo más de mi vida. Ya me arruinó ocho años, ¡no le daré ni un mísero segundo más de mi existencia!

Frunce los labios, pero no dice nada, solo asiente, supongo que apoyándome.

—Muy bien…, supongo —se limita a decir.
Lo miro. Sé que no me cree.

—¡Lo digo muy en serio!

—Bien, me alegra de verdad.

Él dice que sí, pero su cara le delata.

—¿No me crees?

—No, no, de verdad que sí…

Lo miro ceñudo, me envuelvo la tira del bolso en un brazo y me acerco a él. Gracias a los zapatos que tienen plataforma soy de su altura, y con eso me basta para lo que quiero hacer:

Sujetar su cara entre mis manos y besarlo.

En un principio, el beso solo era un «mira, ¿lo ves?, ¡estoy hablando muy en serio! Estoy dejando el tema Seonghwa a un lado y me estoy centrando en lo que es importante esta noche», pero ahora que mi cintura está entre sus manos y pecho está demasiado junto al suyo, creo que se acaba de convertir en otra cosa.

En otra cosa que va mucho, mucho, pero mucho más allá.

—¿Sabes qué? Coincido contigo —susurro cerca de sus labios cuando nos separamos en busca de aire para nuestros pulmones—. Coincido contigo en que las personas somos las que arruinamos las amistades, no los sentimientos. Confío en mí y confío en ti, y esto no tiene por qué salir mal.

Arruga ligeramente la frente.

—¿Me estás pidiendo salir, Hongjoong?

Elevo una ceja con desdén.

—¿Yo? ¡Pff, por favor! Yo no pido nada, yo te estoy dando el honor de ser mi novio —bromeo.

Él suelta una carcajada y luego pega su frente contra la mía.

—¿Qué queda más cerca, tu casa o la mía? —pregunto con una sonrisa maliciosa en los labios.

Se aparta, sonríe de la misma forma que yo, entrelaza mis dedos con los suyos y tira de mí para besarme de nuevo.

Definitivamente, su casa.

El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora