Single chapter.

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Ino Yamanaka nunca fue una persona que disfrutara del silencio. Siempre se consideró una mujer extrovertida, alegre y capaz de llenar cualquier espacio vacío con sus risas y conversaciones. Pero, por alguna razón, el silencio que había entre ella y Sai, en ese momento, no le incomodaba.

Estaban en el campo de entrenamiento, el sol del atardecer bañaba todo con tonos dorados, haciendo que las sombras se alargaran. Sai estaba concentrado, sentado frente a un lienzo, pintando algo que ella no podía ver desde su posición. Su cabello oscuro brillaba bajo los últimos rayos de luz, y su mirada estaba fija en su obra, como si nada más en el mundo existiera.

Ino, que había terminado su propio entrenamiento, lo observaba desde una distancia prudente. Siempre había sido fascinada por la manera en que Sai parecía transmitir sus emociones a través de sus dibujos, aunque él mismo no fuera el mejor en expresar sus sentimientos con palabras.

Después de un rato, no pudo evitar acercarse. Caminó despacio, cuidando no interrumpir su proceso creativo. Cuando llegó a su lado, miró el lienzo y quedó sorprendida. El dibujo no era una de las típicas escenas de la naturaleza que él solía hacer. Era ella. Dibujada con tal detalle y suavidad que casi parecía que estaba viva en el papel.

—¿Eso soy yo? —preguntó en voz baja, casi temerosa de romper el hechizo que parecía envolver el ambiente.

Sai levantó la vista y la miró, su expresión neutral, pero con una leve calidez en sus ojos que ella reconoció como su manera de mostrar afecto.

—Sí —respondió simplemente—. Quería capturar cómo te ves cuando estás tranquila.

Ino se quedó sin palabras por un momento, lo cual era raro en ella. El retrato la mostraba de una manera que ni siquiera ella misma veía: serena, con una especie de brillo que no estaba acostumbrada a notar en sí misma.

—Es... hermoso —dijo finalmente, sintiendo que su corazón latía un poco más rápido de lo normal—. Nunca me había visto así.

Sai la observó en silencio por un momento más antes de hablar.

—Siempre te ves así para mí.

Sus palabras fueron simples, pero cargadas de un significado que hizo que Ino se sonrojara. Nunca había pensado en Sai de esa manera, pero en ese momento, algo dentro de ella cambió. Era como si de repente pudiera ver más allá de su fachada tranquila y distante.

Se dio cuenta de lo mucho que le había importado siempre, de lo mucho que lo admiraba, y de cómo, sin darse cuenta, había empezado a enamorarse de él.

—¿Puedo quedármelo? —preguntó, señalando el dibujo con una sonrisa tímida.

Sai asintió.

—Te lo hice para ti.

Ino tomó el dibujo con cuidado, como si fuera algo precioso, y lo abrazó contra su pecho.

—Gracias, Sai —dijo en voz baja, y luego, en un impulso que no pudo controlar, se inclinó hacia él y lo besó suavemente en los labios.

Fue un beso breve, casi como un susurro, pero lo suficientemente profundo para que ambos sintieran la chispa que había entre ellos. Cuando se separaron, Ino estaba ruborizada, pero Sai, con su expresión impasible, solo la miró y le sonrió ligeramente.

—¿Eso fue parte del agradecimiento? —preguntó con su tono neutral de siempre, pero Ino notó el brillo juguetón en sus ojos.

—Quizá lo fue —dijo ella, riendo suavemente, sintiéndose más ligera que nunca.

El sol terminó de esconderse, y el silencio entre ellos ya no era incómodo. Ahora, era un silencio lleno de promesas, de emociones no dichas, pero comprendidas.

Ino no necesitaba palabras, ni Sai tampoco. A veces, los sentimientos más profundos eran los que no podían expresarse con facilidad, pero en ese momento, ambos sabían exactamente lo que el otro sentía.

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⏰ Última actualización: Sep 08 ⏰

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