Pánico

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Finn:

Después de terminar con mis compromisos laborales, sentí cómo el agotamiento se apoderaba de mí. El día había sido largo y, aunque el trabajo siempre me mantenía enfocado, mi cuerpo pedía descanso.

Consulté la hora y me di cuenta de que había terminado veinte minutos antes de lo planeado, lo que me dio un respiro inesperado. Decidí aprovechar esos minutos extra para subir y saludar a Zeligh y Lena antes de irme.

Al llegar a la habitación, el ambiente tranquilo me envolvió de inmediato. Lena estaba profundamente dormida, su rostro reflejaba esa paz que solo el sueño podía brindar después de un día tan agitado.

Zeligh, sentado a su lado, sostenía un libro entre las manos. La luz tenue del cuarto hacía que el ambiente se sintiera casi irreal, como si todo el caos y el bullicio del día hubieran quedado fuera de esas paredes.

- Cuánto silencio... Me sorprende - murmuré, cuidando de no alterar esa calma que Lena parecía necesitar.

Zeligh levantó la vista y asintió, cerrando el libro con cuidado. Se puso de pie con movimientos suaves, y ya se lo veía mucho más relajado que la última vez que lo había visto.

- Kirril y Stephan vinieron desde Milán con Alejandra y Amelia - comentó en voz baja, como si temiera romper la burbuja de tranquilidad que rodeaba a Lena.

- Fueron los últimos en visitarnos, pero antes estuvieron Jiro y Ryoma con esas japonesas dementes, y Elijah junto a Gina... Fue un día agitado. Aún mi mente está planeando algún método de tortura para Romeo, ¡es insoportable! - añadió con un gesto de fastidio, aunque había un rastro de humor en su voz.

- Llama a mi cuñado y pídele una mano, es el mejor para eso - respondí, bromeando, y ambos soltamos una risa suave que no perturbó la calma del cuarto.

- Gracias, Suizo... Te debo una, en realidad, otra más. Lena dice que te portaste increíble, y Andrea... Ella es súper genial. Rayos, es una amiga increíble - dijo Zeligh mientras pasaba la mano por su cabello, claramente emocionado.

- Acompañó a Lena siempre, todas las semanas la visitó sin falta, llenó a mi hija de regalos, trajo a Lena aquí hoy, se quedó a acompañarme, le consiguió a Lena esta habitación increíble, ¡hasta hay una cama para que yo descanse! Ustedes son sensacionales - añadió, apoyando su mano en mi hombro con una sinceridad que me desarmó.

Negué con la cabeza y fruncí el ceño, sintiendo el peso de sus palabras.

- No te atrevas - agregó con una leve sonrisa, sabiendo que iba a decir

- No lo hagas conmigo diciéndome que solo fue tu trabajo. Hablé con Romeo, sé que llamaste a tus dos mejores cirujanos, él y ese tal Peter. Hiciste venir a Zoe en su día de descanso, teniendo otros neonatólogos aquí. Elegiste al anestesista y a las mejores enfermeras. Reuniste lo mejor de tu clínica para mi esposa - agregó rápidamente, mostrando una gratitud inmensa.

- Romeo exagera, solo hice mi trabajo, lo de Zoe fue casualidad, al igual que Peter - mentí descaradamente, tratando de restarle importancia.

La verdad era que no me gustaba que se sintieran en deuda conmigo, especialmente cuando se trataba de Lena y él. Eran amigos, y por ellos haría eso y mucho más.

Zeligh me miró, sabiendo que no le estaba diciendo toda la verdad, pero no insistió. Al final, ambos sabíamos que, en situaciones como esta, no se trataba solo de trabajo.

- Pero en una sola cosa tienes razón, Andrea es sensacional, eso no puedo negarlo - dije finalmente, sonriendo con orgullo al pensar en ella.

- Al igual que tú... Son tal para cual. Lo más gracioso es que se disculpó conmigo mil veces por hacer reír a Lena - comentó Zeligh, tratando de contener la risa al igual que yo para no despertar a su esposa.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora