Lucía había conocido a Adrián en una noche cálida de verano, una de esas en las que el aire huele a sal y las luces de la ciudad parecen bailar en la distancia. En un principio, su encuentro había sido casual, un cruce de miradas que destilaba curiosidad e intriga. Pero esa chispa que ardió en el primer instante nunca se apagó, y ambos sabían que aquello no era un simple encuentro.
Un par de semanas después, se encontraron en un bar pequeño y discreto en el centro de la ciudad. Lucía llevaba un vestido negro que se ceñía a su figura con elegancia, y el cabello suelto, dejándose llevar por la brisa cálida que se colaba desde las ventanas abiertas. Adrián la miraba con ojos intensos, como si la estuviera descubriendo por primera vez, su atención fija en cada detalle de su rostro y su cuerpo.
Sentados frente a frente, las palabras flotaban entre ellos, ligeras y cargadas de promesas. Mientras hablaban, la tensión entre ambos crecía como una corriente invisible que electrificaba el ambiente. Un roce de manos accidental en la mesa fue suficiente para encender el fuego. Adrián tomó la mano de Lucía y la acarició suavemente, sus dedos trazando pequeños círculos sobre su piel, y ella contuvo el aliento.
—Vámonos de aquí —murmuró ella, sus labios apenas curvándose en una sonrisa cómplice.
Adrián no dudó un segundo. Pagaron y salieron, caminando juntos bajo las estrellas que cubrían la ciudad como un manto de luz. El trayecto hasta su apartamento fue corto, pero la tensión hacía que cada paso pareciera eterno. Cuando finalmente llegaron, no hubo necesidad de palabras. La puerta apenas se cerró tras ellos cuando Adrián la empujó suavemente contra la pared, sus labios buscándola con ansia.
El beso fue un torbellino de deseo, sus lenguas explorándose con hambre, como si no pudieran saciarse lo suficiente el uno del otro. Las manos de Adrián se deslizaron por su espalda, trazando líneas de fuego por donde pasaban. Lucía jadeaba suavemente, su cuerpo respondiendo al toque experto de él. Sus dedos deshicieron el nudo del vestido, dejándolo caer al suelo en un susurro de tela.
Adrián se apartó por un segundo para contemplarla, su respiración acelerada y los ojos oscuros por la pasión. Lucía, desnuda frente a él, sentía cómo el calor subía por su piel, deseando que volviera a tocarla. Y no tuvo que esperar mucho.
Adrián la tomó de la cintura y la guió hacia el sofá, sus manos recorriendo cada centímetro de su piel, encendiendo pequeñas llamas en su interior. La piel de ambos se rozaba en una danza perfecta, sus cuerpos moviéndose con un ritmo antiguo y conocido. Lucía se arqueaba hacia él, sus gemidos ahogados por los besos profundos de Adrián, que no dejaba un solo espacio sin explorar.
El mundo se desvanecía a su alrededor. Solo existían ellos dos, la conexión entre sus cuerpos y el placer que crecía, imparable, en cada embestida. El calor entre ellos se intensificaba, y la pasión los arrastraba hasta el clímax con una intensidad que casi los hacía explotar.
Cuando finalmente ambos cayeron en un abrazo agotado, el silencio se llenó con el sonido de sus respiraciones entrecortadas y el latido acelerado de sus corazones. Sin embargo, en ese momento, Lucía supo que lo que acababan de vivir no era solo un arrebato de deseo, sino el principio de algo más profundo, algo que prometía seguir quemando con fuerza en los días que vendrían.
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EN MEDIO DEL DESEO Y LAS LLAMAS
Romance"Entre el deseo y el fuego" es una apasionada historia de romance erótico que sigue a Lucía y Adrián, dos almas que se encuentran por casualidad en una cálida noche de verano, iniciando una conexión intensa y arrolladora. Lo que comienza como un enc...