—Gianna... ¡GIANNA! —Sentí como si alguien me zarandease agresivamente. El trayecto del autobús había sido tan relajante que terminé dormida, pero a Diana claramente no le hizo mucha gracia.
Abrí los ojos lentamente y me quité los auriculares. —Me he dormido.
—¿En serio?—bromeó, sarcástica. —Hemos llegado, ¡corre, mueve el culo!
En un abrir y cerrar de ojos, Diana ya había desaparecido, y al fijarme bien, vi que estaba descargando nuestras maletas con ayuda de un señor amable. Bajé del autobús y el calor sofocante de Palermo me golpeó de inmediato, obligándome a quitarme la sudadera rápidamente. Diana y yo cogimos nuestras maletas y, antes de salir de la estación de buses para encontrarnos con mi hermana, nos miramos a los ojos. Sabíamos que habíamos llegado, no solo físicamente, sino emocionalmente también.
—¡Estamos aquí! —grité emocionada—. ¡Estamos en Italia!
No pude contenerme y zarandeé a Diana con emoción, como si me estuviera vengando por haberme despertado, pero ahora llenas de felicidad. Ambas dejamos caer nuestras maletas al suelo mientras reíamos y saltábamos, completamente inmersas en la euforia del momento. No importaba que la gente nos mirara. Lo único que importaba era que, por fin, estábamos aquí, en este lugar que parecía tan irreal.
—Dios, —dijo Diana mientras recuperaba el aliento, —¿no te pasaba que al ser todo tan espontáneo sentías que no iba a pasar? Como que no te lo terminabas de creer. ¿Entiendes?
—Siempre te voy a entender, —le confesé, aún riendo—. Es que yo me sentía exactamente igual.
Justo en ese momento, mi teléfono vibró en el bolsillo de mi pantalón. Lo saqué rápidamente y vi que era Rak, mi hermana.
—Gianna, estoy aquí afuera —su voz sonaba impaciente pero cálida, como siempre.
Diana y yo recogimos las maletas del suelo y salimos de la estación de buses. Ahí estaba Rak, apoyada contra su coche, con una sonrisa y los brazos cruzados, observándonos. En cuanto nos vio, levantó una ceja y dejó escapar una carcajada.
—¿Qué demonios te ha pasado? —preguntó, dirigiéndose directamente a mí. —Pareces un zombi salido de una película de terror.
—Gracias, Rak, qué bienvenida más cálida, —respondí con sarcasmo, pero sabiendo que tenía razón. Me veía fatal. Entre el cansancio, la falta de sueño y todo lo que tenía en la cabeza, no era de extrañar que pareciera un desastre ambulante.
—Hablando en serio, hermanita, —dijo mientras nos acercábamos—, te ves agotada. —Me examinó con una mezcla de preocupación y burla, mientras Diana, radiante y perfectamente arreglada como siempre, me miraba con complicidad.
Rak no tardó en ponerse seria. —Venga, subiros al coche. Vamos a mi casa y dormís un rato. No podéis seguir así. Os despertaré al anochecer y después nos arreglamos bien. Vamos a cenar con mis amigos, y creedme , querréis estar frescas para eso.
—¿Cenar? —pregunté, algo desconcertada—. No sé si voy a poder con eso, Rak. Estoy tan cansada que podría dormirme en la mesa.
—No te preocupes, —dijo Rak mientras me abrazaba por los hombros y me guiaba hacia el coche—. Primero a dormir . Te juro que te vas a sentir otra cuando te levantes. Y luego, confía en mí, esa cena te va a hacer bien.
No podía discutir con ella. Rak siempre tenía esa mezcla de autoridad y cariño que hacía imposible decirle que no. Mientras nos acomodábamos en el coche, Diana, que seguía entusiasmada, me miró de reojo.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja mientras Rak arrancaba el coche.
—Sí, —mentí, sabiendo que ella veía a través de mí.
ESTÁS LEYENDO
Allá Donde Estés
Teen FictionGianna, una joven con el corazón roto tras una ruptura, decide sanar viajando a Palermo, Italia, durante tres meses con su mejor amiga, Diana. Mientras exploran la ciudad y su cultura, Gianna comienza a dejar atrás su dolor. En una de sus aventuras...