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Oikawa estaba agotado, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Avanzaba sin cesar, pero cada paso que daba parecía vacío, como si nunca fuera suficiente. No le importaba que los demás lo miraran con admiración, que dijeran que tenía todo para conquistar el mundo. Esas palabras, aunque halagadoras, no lograban llenar el vacío creciente dentro de él. Sentía que, por más que destacara, siempre habría algo fuera de su alcance.

El peso de sus expectativas y las de quienes lo rodeaban lo aplastaba, y en su desesperación por encontrar un escape, tomó una decisión que sabía que lo cambiaría para siempre. Hizo un trato con el capitán del equipo contrario, un pacto que rompía todo lo que alguna vez había defendido: su equipo tendría que perder en ese partido crucial del último año. A cambio, él sobresaldría, brillarían sobre los demás, y con ese logro finalmente podría irse, escapar, y tal vez, por fin, encontrar ese éxito que tanto anhelaba. Sin embargo, el costo era alto.

Para hacer realidad ese plan, necesitaba conocer las técnicas secretas del equipo contrario, descomponer cada jugada, cada estrategia, y dominarlas. Y sabía que había solo una persona capaz de hacerlo: Iwazumi. Era él quien siempre había estado a su lado, memorizando al pie de la letra cada movimiento, cada táctica. Iwazumi no solo aprendía, sino que también creaba. Sin él, Oikawa nunca habría llegado tan lejos, pero ahora le pedía, sin decirlo, que fuera su cómplice en algo que iba en contra de todo lo que ambos creían.

El dolor en su pecho crecía a medida que pensaba en ello. No se trataba solo de perder un partido, sino de traicionar a su equipo, a sí mismo, y sobre todo, a Iwazumi. Sabía que, con cada paso que daba hacia ese acuerdo, se alejaba más de su mejor amigo. Iwazumi, que lo había apoyado en sus momentos más bajos, ahora sería el puente que Oikawa utilizaría para su propio beneficio, aun si eso significaba dejar atrás todo lo que alguna vez los unió.

Cada día que pasaba, el vacío en su interior se hacía más grande, y la duda lo corroía. Pero Oikawa, atrapado entre sus sueños y sus miedos, no veía otra salida. Sabía que, si fallaba ahora, nunca podría perdonarse. Pero también sabía que, si seguía adelante, perdería algo mucho más importante: a Iwazumi.


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Agitado por haber corrido desde aquel bar hasta llegar a una casa donde siempre había sentido un calor reconfortante. Claro, después de todo, era una casa que, a simple vista, se veía cómoda, por eso siempre se relajaba estando allí durante horas. Tocó la puerta mientras sus pensamientos lo enloquecían. No quería escuchar al idiota de Kuroo, y mucho menos seguir oyendo todas esas voces que criticaban su cuestionable forma de ser. ¿Qué les importaba? Al fin y al cabo, era parte de su personalidad. Quedó esperando hasta que, impaciente, lanzó unas piedras a la ventana, con la esperanza de que abrieran antes de congelarse. Solo pasaron unos segundos antes de que la puerta se abriera, seguido de un golpe en la cabeza que ya esperaba.

—Estás demente, son las dos de la mañana, idiota —gruñó Iwazumi.

Apoyándose en el marco de la puerta, sobó el lugar del golpe, con la respiración entrecortada por haber corrido más de seis cuadras hasta llegar. Lo miró en silencio durante unos momentos antes de suspirar, sin tener nada muy coherente que decir. Bueno, al final de cuentas, era Iwazumi. ¿Cuándo había dicho algo sensato con él?

—¿Sigue en pie la noche de juegos?.-

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⏰ Ostatnio Aktualizowane: Sep 09 ⏰

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Good Luck, idiot!Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz