Único Capítulo

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Souya salió de su departamento como un relámpago, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. La carta de Rindo seguía arrugada en su mano, cada palabra aún resonando en su mente: "No puedo más. Necesito que estés aquí...". Sin pensarlo dos veces, tomó su celular y empezó a buscar hospitales cercanos, sus dedos temblando al teclear. El viento de la noche le azotaba el rostro, pero el frío no lograba enfriar el fuego de su desesperación.

Cada latido era una cuenta regresiva, y el miedo se colaba en sus pensamientos como un intruso indeseado. Se subió a un taxi, dando instrucciones rápidas, casi ininteligibles. El conductor, percibiendo su urgencia, aceleró sin preguntas. Souya se inclinó hacia adelante, leyendo la carta una y otra vez, sus ojos recorriendo las mismas líneas, buscando algo más, algún indicio de esperanza.

— Rindo, ¿qué pasa?— Recordó que le había preguntado la última vez que se vieron, cuando lo llamó inesperadamente en medio de la noche. Había una pausa al otro lado de la línea, un silencio que pesaba como una montaña. "Nada, solo quería escuchar tu voz", había respondido el rubio con una voz débil, pero Souya, absorto del trabajo y agotado, no había insistido más. Ahora, ese descuido se sentía como un cuchillo en su pecho.

— Debí haber escuchado... debí haber sabido...— Murmuró, apretando los dientes para contener las lágrimas.

El taxi frenó de golpe frente a un hospital. Souya salió corriendo, ignorando los gritos del conductor pidiéndole que pagara. Entró al vestíbulo con una prisa casi frenética, buscando a alguien, cualquiera, que pudiera darle una respuesta.

— ¡Rindo Haitani! ¿Lo han traído aquí?— Preguntó a la primera enfermera que vio, su voz casi quebrándose. La mujer frunció el ceño, revisando rápidamente en una lista.

— No tenemos a nadie con ese nombre— Respondió, y el peliazul sintió cómo su mundo se derrumbaba un poco más. Dio media vuelta y salió corriendo, hacia otro hospital.

Así pasó las siguientes horas, corriendo de un hospital a otro, su pánico creciendo con cada negativa. En cada recepción, su voz se volvía más urgente, más desesperada. Los empleados hospitalarios intercambiaban miradas compasivas, pero eso no ofrecía alivio alguno. "¿Y si ya es demasiado tarde? ¿Y si nunca lo encuentro?", el pensamiento lo atormentaba. Pero entonces, su celular vibró: una llamada entrante de su hermano, una dirección. Tomó un taxi una vez más, aferrándose a esa frágil esperanza.

Cuando llegó al hospital correcto, su cuerpo ya no respondía con la misma energía. Se sentía exhausto, cada músculo de su cuerpo dolía, pero no podía detenerse. El aire estéril del hospital lo recibió con su frialdad característica, y el olor a desinfectante penetró en sus fosas nasales. Era un recordatorio de la gravedad de la situación. El eco de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos, cada sonido amplificando su miedo. Llegó a la recepción y se inclinó sobre el mostrador, sin aliento.

— Por favor... Rindo Haitani... necesito verlo.

La enfermera lo miró con una mezcla de simpatía y profesionalismo. Su mano se movió con agilidad sobre el teclado, buscando en la base de datos.

— Sí, está en la habitación 314, tercer piso.— Expresó finalmente, señalando con la cabeza hacia el ascensor al final del pasillo.

Souya asintió rápidamente, sin agradecer, y corrió hacia el ascensor. Su mano temblaba al presionar el botón, y el tiempo que tardó en llegar el ascensor le pareció eterno. Una vez dentro, se apoyó contra la pared, intentando calmar su respiración. "Por favor... que esté bien", repetía en su mente como una plegaria silenciosa.

Cuando llegó al tercer piso, sus pasos se aceleraron. Finalmente, encontró la puerta con el número 314 enmarcado. Su mano se detuvo en el picaporte; estaba congelado. Su corazón palpitaba en su pecho con fuerza, y un sudor frío le recorría la frente.

Ecos Del Corazón | OneshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora