Han pasado cinco días desde que nos mudamos y, honestamente, creo que estoy a punto de perder la cordura.
No sé cómo alguien puede sobrevivir en medio de tanto ruido sin arrancarse los pelos. El ajetreo de los muebles que llegaron ayer tampoco ayudó en nada. Y, por si fuera poco, hoy tengo que ir a la universidad. ¿Podría simplemente hacerme la enferma? O mejor aún, tirarme de un puente.
El dolor en mi pecho comienza, ese dolor constante que me ha estado acompañando desde que era una niña. Pero esta vez es más brutal, como si mi corazón estuviera siendo desgarrado en pedazos. Trato de respirar, pero es como si mis pulmones se hubieran negado a funcionar. Intento llamar a mamá, pero ni siquiera puedo emitir un sonido. Las pastillas, que normalmente aliviaban un poco el dolor, esta vez no hacen nada. Solo puedo esperar a que pase, como siempre lo he hecho durante los últimos nueve años.
Finalmente, el dolor cede, dejándome agotada, pero viva. Apenas logro recuperar el aliento cuando escucho a mi madre entrar.
-¿Te sientes bien, cariño? -pregunta, con esa preocupación característica en sus ojos.
Le sonrío, aunque siento que mi cara no refleja ninguna emoción. -Sí, claro, como una rosa -miento.
Mamá suspira, pero no insiste. Como todas las mañanas desde que cumplí 18, comienza su revisión "rutinaria". Aunque decir que es una revisión normal sería quedarse corto. Ella busca algo, una señal de que mis poderes finalmente han aparecido. Hasta ahora, nada. Me siento culpable por no haber mostrado ninguna habilidad aún. No quiero decepcionarla. En la familia Blunders, las mujeres siempre han manifestado sus poderes a los 18. Mi madre y yo somos las únicas Blunders que quedan... bueno, éramos tres, pero mi abuela murió el año pasado.
-Recuerda, Anya -dice mamá mientras me lanza una mirada seria-, no quiero peleas hoy. Ni tú ni John.
Sí, claro, mamá. Si nadie me molesta, nadie saldrá herido. Esa es mi regla, ¿no?
-¡Entendido! -responde John desde su habitación, con su tono habitual de burla, seguido de ese crujir de nudillos que tanto me irrita.
La verdad, no tengo la energía para discutir hoy.

Cuando llegamos a la universidad, el bullicio me envuelve de nuevo. Gente, demasiada gente. Ruidos por todas partes, y algo más. Algo que me hace sentir incómoda. Las auras. No todas son humanas, algunas de ellas pesan más de lo que deberían. Puedo sentirlas.Al pasar por los pasillos, noto que hay vampiros y lobos mezclados entre los estudiantes humanos. Qué sorpresa, ¿verdad?
Camino lo más rápido que puedo, esquivando las miradas curiosas y las auras extrañas, hasta llegar a mi aula. Historia, una de las pocas materias que, al menos, me despiertan un poco de interés. Pero la clase pasa rápido, y antes de darme cuenta, es hora de almorzar.
Me dirijo a la cafetería, y mientras camino, una pregunta cruza por mi mente: ¿cómo demonios supe dónde estaba la cafetería? Nunca he estado aquí. Es más, ni siquiera he entrado a esta universidad antes. Sin embargo, mis pies me llevaron directamente a la clase correcta y ahora, de alguna manera, sé a dónde ir para comer. Extraño. Demasiado extraño.
Antes de que pueda pensar más en ello, choco con un grupo de chicas. Miro sus auras y emocione, no hace falta indaga, sus caras lo dicen todo: una de ellas es vampiro, lo que explica por qué se siente tan rara. Pero algo no cuadra. La vampira está vestida de rosa de pies a cabeza. Rosa chillón.
Desde ahora odio el rosa
-No que los vampiros visten de negro, no de rosa? -murmuro para mí misma, riendo por lo bajo.
-¿Perdona? -dice la chica Barbie, claramente tomándolo como un insulto.
Antes de que pueda disculparme o simplemente ignorarlas, me empujan, haciéndome caer al suelo.
Bueno, eso fue innecesario. Por un momento, pienso en la advertencia de mamá de no pelear, pero la dejo pasar tan rápido como llegó. Cuando estoy a punto de levantarme para darles una buena lección a esa Barbie barata, no se de donde salió Jhon, agarra a la Barbie y la choca contra la pared
-Si vuelves a tocarla, te juro que te crusificare -le dice a la chica vampira, con una mirada de puro odio y desprecio. Y por si no quedaba claro, añade-: malditos mosquitos.
La chica abre los ojos, claramente asustada, y se aleja junto con sus amigas sin decir una palabra más. No me sorprende. John puede ser aterrador cuando quiere.
Me levanto del suelo, todavía en shock, pero algo divertida por la situación.
-Vaya, nunca pensé que usarías esa cara de hielo para algo útil -digo en tono de broma, intentando aligerar el ambiente. -La universidad está plagada de mosquitos... y lobitos, ¿te has dado cuenta?
Las brujas y los vampiros no somos enemigos pero se dice que las brujas se estan estinguiendo gracias a los chupa sangre ( como yo les digo, mosquitos). No puedo entrar en detalles porque no sé nada y mi madre no quiere soltar la sopa.
John me mira, su aura sigue oscura y amenazante por un segundo más antes de que su expresión se suavice.
-Sí, lo sé. Plaga de bichos por todas partes -responde, sacudiéndose como si tratara de quitarse algo de encima-. Y ahora vamos antes de que te metas en más problemas.
-Mama sabe que nos metió realmente en la boca del lobo?
-Creo que no, le daría un infarto -responde simplemente, y seguimos caminando en silencio.
Algo grande esta por venir, lo presiento 🔥😌
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ERES MÍA BRUJITA
LobisomemSiglo XXI Una bruja en la ciudad Un alfa que todos vamos a odiar, menos ella. Son cómo agua y aceite Anya, una joven bruja de 18 años que tiene una lista de cualidades negativas y una de ellas es que no le gusta que la controlen. Lucian es el alfa...