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Dicho pelinegro se encontraba de pie frente a la mesada de mármol, su figura alta y oscura contrastando con la luz amarillenta que se filtraba a través de la ventana. Entre sus manos, el mortero y la mano de piedra danzaban con precisión rítmica. El sonido seco y áspero de la piedra triturando los ingredientes rompía el denso silencio de la habitación, haciendo eco en el ambiente como el preludio de algo inevitable. Cada golpe resonaba con una cadencia casi hipnótica, mientras una fina nube de polvo subía apenas perceptible, suspendiéndose en el aire antes de desvanecerse. La cual lo hubiera echó toser si no llevará una mascarilla puesta.

Carrera, en la esquina observaba la escena con una mezcla de cautela y resignación. Su respiración un tanto acelerada, era el único testigo de la tensión que comprimía su pecho. Algo en el ambiente lo hacía pensar que sería diferente. Peor.

— Che...¿Que vas hacer con eso? Se ve diferente —Rompió el silencio con un murmullo tembloroso.

Una sonrisa torcida se hizo presente en los labios de Spreen —Una nueva mezcla, algo más flashero —Solto sin apartar la vista del mortero, su voz baja, cargada de seguridad
—Quiero que los clientes vuelvan, pero con más ganas.

Carrera lo miró. Se acercó con pasos vacilantes, sus pies casi arrastrándose sobre el suelo frío. Sus orbes verdosos se fijaron en el contenido del mortero: un polvo oscuro, que parecía absorber la luz que lo rodeaba. Algo en su apariencia le daba una sensación ominosa. Lo tenía inquietó.

Desvío la mirada y solto un suspiro de rendición —¿Me voy a meter esa mierda?

Spreen levantó la mirada, clavando sus ojos oscuros en los claritos de Carrera. La intensidad de esa mirada era casi insoportable, una mezcla de superioridad y un peligro subyacente que el castaño conocía demasiado bien.

—Por algo estas acá flaco —Hablo con una sonrisa burlona, su tono cargado de despreocupación.

—Si está "mierda" funciona, nos hacemos ricos —Le mostró la sustancia del mortero, haciendo una pausa para observarla con orgullo. —Y si no, bueno, te haces mierda vos.

El chico simplemente trato de ignorar esas palabras, mientras observaba la mesa frente a él, sus pensamientos vagando inevitablemente hacia los experimentos previos de Spreen. Las sensaciones aún estaban grabadas en su memoria. Los síntomas habian sido muchísimo más bruscos la ultima vez. Habían sido horas en las que su conciencia flotaba en un limbo alucinógeno, muy separado de su cuerpo.

Carre esbozó una sonrisa forzada, sus labios torciéndose apenas, tratando de parecer despreocupado.

—Si nos hacemos ricos, me lo debes — Murmuró, su voz cargada de una falsa ligereza que traicionaba la inquietud que latía bajo su piel. Intentaba aparentar calma, pero el leve temblor en sus manos lo delataba. Sus ojos se deslizaron hacia Spreen, buscando una confirmación silenciosa en esos pozos oscuros y penetrantes que le devolvían la mirada y lo hacian sentir chiquito.

—Debería pedir más guita, ¿no? —Añadió, intentando darle un toque de humor a la situación, aunque su tono sonaba más vacilante de lo que pretendía.

El otro no tardó en responder. Una sonrisa afilada y peligrosa pinto de forma lenta su rostro, y sus ojos negros chispearon con una mezcla de burla y desafío.

—¿Más? —Repitió con un deje gélido. Aquellos ojos oscuros, parecían perforar las inseguridades del bajito, exponiéndolo.

Su voz era un veneno suave, pero efectivo —Deja esas boludeces, Carrera.

Con un gesto casual, casi indiferente, Spreen tomó un pequeño papel y lo llenó con el polvo recién molido. El envoltorio, tan diminuto e insignificante a simple vista. Pero Carre sabía que era más que suficiente para lanzarlo de nuevo a ese limbo vacío, ese que lo arrastraba lejos de todo lo tangible.

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⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

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