CAPITULO XI

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Una cruda verdad hasta puede herir al guerrero más fuerte de Thenaleer

SAHORY

Abro los ojos al sonido de la lluvia. La pálida luz del día es lo primero que visualizo a través del ventanal. La llovizna cae muy débil, pero lo suficientemente fuerte como para despertarme.

Me encuentro sola en la habitación y siento dolor en todo mi cuerpo. Es entonces cuando más abro los ojos recordando lo que había pasado anoche. <<Tarren profanó mi cuerpo>> y me siento sucia. Pero...

Un nuevo sentimiento me invade al recordar con detalle lo que me hizo. Me siento avergonzada por pensar en eso, y aunque fue violento... creo que en el fondo me hizo sentir amada. La manera en la que me sostuvo me hizo sentir protegida.

Y yo nunca me había sentido así.


TARREN

Han pasado cuatro días desde que salí de mi territorio y hasta hace unas horas llegamos a Lorneth, al reino de Jared de la región oeste. Mi tropa y yo tomamos un descanso y el rey nos ofrece a cenar en su comedor, y al poco tiempo se retira a sus aposentos. Me dio la impresión de que no quería hablar sobre nada por el momento.

Pero en la mañana hablaré con él para firmar el acuerdo como prometió. Aunque a estas alturas ya debió haberse arrepentido, porque hace poco descubrí que firmó otro acuerdo con la Marquesa Guiscard a mis espaldas. Un pedazo de sus tierras por la colaboración de la guerra. Tuve que aguantar mi orgullo y aceptar su sucio plan para que mi reino no quedara desprotegido ahora que están despertando toda clase de seres infernales. Por esa razón no debo quedarme mucho tiempo. Por la repentina aparición de los monstruos los caminos son muy peligrosos, y con las guerras no puedo darme el lujo de abandonar mis tierras por tantos días.

El mayordomo del rey espera afuera de la habitación para conducirme a la sala de recepción del soberano. Empieza a tomar la delantera y camina con la mirada severa en su propia ropa como si juzgara si se veía adecuado para encontrarse con su rey. Por mi parte solo me dispongo a ignorar las miradas de los sirvientes.

—Adelante. —exclaman en el interior cuando el mayordomo llama a la puerta y lo sigo a la sala.

El rey Jared se encuentra de pie sobre un tapiz carmesí con bordado de cuervos mirando hacia la ventana. Cuando el mayordomo se retira se da la vuelta lentamente. Es un hombre mayor y al parecer muy sagaz, o más bien diría que traidor.

—Ha pasado un tiempo, Norwich. —me observa —Supe que te casaste con la hija menor de la Marquesa Guiscard. —al contrario de su voz suave sus ojos son fríos.

—Así es. —respondo en un tono seco.

—¿Qué tal le fue en sus últimos viajes?

—Un poco agotador, pero necesario.

—Ahora tengo mucha curiosidad por saber qué causó que pasaras por mi territorio. Sé que tu propiedad se encuentra en el extremo noroeste.

—Sabéis que soy un guerrero y no me gusta quedarme en un solo lugar. Pero también sabéis de sobra por qué estoy aquí. —frunzo el ceño.

—Todo el mundo sabe que te casaste con la hija de la Marquesa por una tregua que pactaste y a cambio de la libertad de un hombre que te crío en la miseria. —el rey cambia el tema y el hecho de mencionar a la persona que me cuidó de niño me pone de peor humor.

Puedo apostar toda mi fortuna a que él fue quien difundió deliberadamente esos rumores. Si no, ¿de qué otra forma se extendería esa historia del palacio real hasta la frontera?

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora