★Capítulo 5★

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¿Han sentido esa sensación de adrenalina recorriendo tus venas sin necesidad de estar haciendo algo peligroso?

Bueno, pues me está pasando justo ahora.

Con la mano tomada a la de Fernanda, corremos hacia la salida de la universidad, viendo cómo todos se nos quedan mirando raro, pero eso ahora no me importa.

No cuando, la que está a mi lado tiene esa hermosa sonrisa que desde niños me ha encantado. Fernanda siempre ha tenido la capacidad de hacerte sentir que todo estará bien con una simple mirada, palabra o sonrisa. Y en el fondo me alegro que eso no haya cambiado.

—¿A dónde iremos?

—A la guerra —me atrevo a bromear.

—Al abismo

—Al cielo.

—Abismo.

—Tu ganas, al abismo.

Veo como hace un mini baile victorioso y yo río.

Nos encaminamos a nuestro abismo, a nuestro fin de mundo, a ese pequeño mirador a las arriba de la ciudad, dónde puedes ver absolutamente todo, ese pequeño lugar con muchos recuerdos de ambos corriendo cerca de la orilla sin importarnos la caída.

Solíamos decir que le ganaríamos a la vida si cayéramos, ya que la vida es la única cosa que no puede dejarnos antes que nosotros lo hagamos.

Así nos hacia ganadores de algo.

Así que sí, creo que estábamos igual de jodidos, pero sabíamos ocultarlo atrás de pequeñas sonrisas falsas, la diferencia es que ahora seguimos rotos, pero ya no nos importa regalar sonrisas.

—¿Hace cuando no venías aquí? —hablo, cuando llegamos al mirador.

—Desde que me fui, no sabes lo mucho que eché de menos este lugar —me mira por unos segundos, para después mirar hacia enfrente.

Camino acercándome más a la orilla y una ráfaga de viento me llega golpeando la cara. Retrocedo unos pasos y meto mis manos a mi abrigo. Fer se ha acercado a mi lado, con el pie tantea si es seguro sentarse al borde y cuando ve que si lo es, se sienta, los pies le quedan colgando,  no me sorprendo, solía hacerlo siempre.

—¿Qué hay de ti? —pregunto.

—¿De mi?

—Si, de ti —la miro, veo como sus ojos se quedan fijos en algún lugar de la ciudad, su respiración se vuelve pausada y sus dedos comienzan a golpear la tierra bajo su mano.

—Bueno, han sido años demasiado pesados, entre que estuvimos mudándonos varios meses hasta encontrar una casa acogedora en un pueblo lejos de la ciudad... en conocer personas nuevas, tratar de encajar, y cuando finalmente logras hacerlo... —algo en la mirada de Fernanda cambia, lo notó, el poco brillo que aún permanece en sus ojos, se apaga y mi corazón se encoge, ella niega y suelta un suspiro y cambia el tema—Después nos mudamos a casa de la abuela ahí nos quedamos un año más, hasta que decidimos volver aquí porque mis padres se divorciaron.

Aún con su mirada puesta en las vistas de la ciudad y la mía sobre su rostro, pregunto.

—¿Estás bien?

—¿Qué? —esa pregunta hace que me mire fijamente —Si, estoy bien, ¿Por qué la pregunta?

Mentirosa.

—Porque no debe de ser fácil el cambio tan radical que tuviste que pasar todos estos años —me encojo de hombros —Y me imagino que para tu hermano tampoco fue fácil.

Asiente sin decir nada, vuelve su mirada al frente y susurra.

—¿Tú sigues fumando?

Me tenso ante la pregunta y niego aunque ella no me ve.

—Ya no seguido —murmuro recordando mis peores años, suspiro —Han pasado y cambiado muchas cosas desde que te fuiste, Fernanda, no todo se quedará igual.

Mi tono de voz sale distante por más que intento no dejarme llevar por las palabras de mi corazón, ella lo nota y se encoge levemente en su lugar.

—Lo siento… —susurra aun sin voltear a verme, y me desesperó.

—No te disculpes, tranquila, todo se quedó en la habitación de un hospital, de ahí no sale —bromeo, aun sintiendo una leve molestia.

—Sigues siendo un caso, Santiago y uno perdido.

Voltea a verme después de unos minutos y sonríe, yo aparto la mirada y suelto un suspiro.

—Somos un caso, Mendéz, pero aún seguimos aquí, lo que significa que aún no estamos perdidos del todo.













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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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