Capítulo III

602 85 431
                                    

   Besé a Yoko apasionadamente mientras la desvestía con frenesí, rompiendo su camisa de botones y haciéndolos caer suelo.

   —Agh, John... —Yoko se separó de mí teniendo los labios hinchados y mirándome con deseo—. ¿Qué pasa? ¿Por qué tan intenso?

   —Porque te amo, porque me encantas.

   La sujeté del rostro para volver a besarla y encaminarme hacia la cama. Cuando ella se dejó caer, yo comencé a quitarme la corbata de la manera más apresurada posible.

   De pronto la puerta se abrió.

   —¡Papá, necesito ayuda con la tarea!

   Me giré drásticamente mientras que Yoko, de un movimiento brusco, le dio la espalda para disimular que estaba acostada. Comencé a quitarme la corbata de una manera más normal.

   Julian miró la escena sospechoso.

   Tenía puesto su pijama con estampado de dinosaurios. Era su favorita.

   —¿Qué hacías, papá?

   —Nada, nada. —Me apresuré a decirle, dirigiéndome hacia la puerta—. ¿Qué pasó con la tarea?

   —Es matemáticas.

   —Ah, okey. Te ayudaré, pero toca la puerta antes de entrar, ¿okey? Ya te lo he dicho.

   —¡Sí!

   Tomé los lentes de la mesita de noche y me los coloqué, para luego inclinarme hacia Yoko y darle un beso en la mejilla. Era una manera bonita de decirle que podíamos continuar más tarde.

   Por suerte Julian ya había salido de la recámara y no había logrado ver aquello.

   Lo alcancé en el corredor y me dirigí hacia su habitación, tratando de bajar mi erección a como diera lugar.

   Julian se sentó en su escritorio y señaló su cuaderno de ejercicios, junto con el libro de matemática.

   —Mira eso. ¿Cómo hago?

   Fracciones. Mi punto débil, y por lo visto el de Julian también.

   Arrastré el puff hacia el escritorio y, sentándome, le eché un vistazo al libro donde explicaba detalladamente cómo realizar la operación.

   —¿Entiendes?

   —Eh... Sí.

   —Entonces haz la tarea. Son diez ejerci...

   —Es tu tarea, Jules, no la mía. —Lo interrumpí—. Te explico y la haces.

   —¡Agh! El maestro Paul explicó hoy en la clase de las fraccio... ¿por qué sonríes?

   —¿Qué? ¿Estoy sonriendo?

   —Sí.

   —No es nada —me apresuré a decirle—. Sigue hablando. ¿Qué más te dijo Paul?

   —Cómo por culpa de Yoko llegué tarde, no entendí muy bien lo que él había explicado. Entonces me dijo que si necesitaba ayuda al hacer la tarea, podía llam...

   —¡Llamémoslo entonces! ¡Yo tengo su número! ¡Vamos a llamarlo! ¡Sí, hay qué llamarlo! ¡Necesitas hacer tu tarea!

   Saqué el celular de mi bolsillo e ignorando la mirada desconcertada de Julian ante mi reacción, busqué el número de Paul en mis contactos y lo llamé.

   El corazón comenzó a latir cuando escuché el sonido del teléfono repicar.

   —¿Qué quieres? No me llames.

Once in a Lifetime ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora