Capítulo dieciocho

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Al siguiente día, me puse ropa cómoda y el bañador debajo

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Al siguiente día, me puse ropa cómoda y el bañador debajo. También acomodé mi cabello en una cola alta. Mi jefe controlador no me había avisado de ningún evento así que bajé a desayunar tranquilamente. Lo vi en una de las mesas, con un café en una de sus manos y escribiendo en su laptop con la otra. Me acerqué después de elegir una tostada con huevos revueltos y un jugo de naranja.

No lo saludé al sentarme y él levantó la vista de la pantalla.

—Buen día, Sofía. —Fue quien habló primero. Miré el paisaje por el ventanal, tratando de seguir lo mejor posible mi plan de ignorarlo para darle un poco de su propia medicina.

Los minutos pasaron. Dejé de escuchar el tecleo en su computadora.

—¿No vas a hablarme?

—Lo que sea necesario.

Bebí de mi jugo, sintiendo sus ojos en mí.

—Claro, perfecto. —Suspiró, exhausto, y siguió haciendo su deber.

—¿Tengo que estar preparada para alguna reunión hoy?

—Si, a las cinco de la tarde. Es una convención donde habrá emprendedores mostrando sus proyectos e inversionistas dispuestos a ayudar en el negocio que les parezca mejor. Quizás consigamos algo bueno para Tecnolife.

—O sea que se les da una oportunidad a las empresas pequeñas.

—Exacto. Muchas ni siquiera son consolidadas como empresas aún. Son personas jóvenes de todas partes del mundo que ganaron concursos en sus países con sus proyectos, así que hicieron un gran esfuerzo para estar hoy en la convención.

Me pareció algo genial el hecho de darle visibilidad a nuevos emprendedores y gente con sueños. Pensé que todo eso de la semana empresarial sería solo con personas reconocidas y millonarias, pero estaba confundida. Lo que hacían era más importante de lo que pensaba.

Su teléfono móvil sonó con una notificación. Miró la pantalla, luego cerró la laptop y se levantó.

—Nos vemos después, tengo algo que hacer.

Y se fue. Terminé de desayunar en soledad y me prohibí sentir lástima por mí misma cuando estaba en Italia, algo que siempre había querido. Hasta las cinco de la tarde tenía tiempo de hacer muchas cosas como recorrer la ciudad, ver la playa, conocer gente nueva que quisiera hablar conmigo si mi jefe no lo hacía.

Media hora más tarde, volví a mi habitación y armé un pequeño bolso con cosas necesarias para un día de playa. Mientras lo armaba pensé ¿Debía avisarle a Thomas que me iría unas horas? La verdad era que si no le decía dónde iba a encontrarme, estaba la posibilidad de que me necesitara por algo del trabajo y que yo no estuviera disponible. Después de todo, este viaje era por negocios. Por otro lado, mi conciencia me gritaba que siguiera con mi plan de actuar con indiferencia.

El diablo viste de trajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora