27. ¿Alguna vez siquiera lo pensante?

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El clima de Berlín era frío aquella mañana, pero dentro de la casa de Alemania se respiraba un ambiente cálido y, por momentos, incómodamente silencioso. Rusia llevaba ya varios días quedándose con él. Aunque compartían los espacios, las palabras parecían no hacerles falta para comunicarse, pero el silencio... ese silencio siempre lo hacía sentir un poco ansioso.

Había algo especial en estar tan cerca de Alemania después de tantos años separados, pero también era un recordatorio constante de todo lo que había cambiado. Su amigo, el niño que recordaba lleno de energía, ahora estaba encerrado en un mundo silencioso que lo aislaba. Rusia nunca había sabido exactamente cómo manejar esa barrera, y ahora tenía la misión secreta encomendada por USA: tratar de convencer a Alemania de que tomara el tratamiento para su voz. Sabía que no sería fácil, pero tampoco quería fallarle a USA... ni a Alemania.

Rusia estaba sentado en la mesa del comedor, mirando la taza de té que Alemania le había servido hacía un rato. Era algo pequeño, pero le había sorprendido lo atento que era su viejo amigo, incluso cuando no podía hablar. Se dio cuenta de que Alemania le prestaba más atención de lo que él mismo se había dado cuenta. Ese pensamiento lo hizo sonreír, pero rápidamente se puso serio al recordar por qué estaba ahí.

No sabía cómo empezar el tema sin sonar forzado. ¿Cómo le mencionaba a alguien que debía buscar ayuda por algo tan traumático, sin que pareciera que estaba imponiendo su opinión? Sus dedos jugueteaban con el borde de la taza mientras su mente trabajaba en mil formas de empezar una conversación que pareciera natural.

Alemania estaba sentado a su lado, hojeando un libro viejo. La luz del mediodía entraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de una manera suave, casi nostálgica. Alemania parecía tranquilo, pero había algo en su postura, en la manera en la que sus hombros caían un poco hacia adelante, que delataba una tensión constante. Rusia lo notaba, incluso si Alemania no lo demostraba de manera abierta.

Finalmente, Rusia respiró hondo y se decidió a hablar.

-Ale...-empezó con suavidad, pero la palabra se quedó colgada en el aire unos segundos-, he estado pensando en algo desde hace días... y... bueno, no sé cómo decirlo.

Alemania levantó la vista de su libro, sus ojos azules encontrándose con los de Rusia, inquisitivos pero pacientes. No lo presionaba para hablar, y eso, de alguna manera, hacía que Rusia se sintiera más torpe. Nunca había sido bueno para lidiar con este tipo de momentos.

-Es sobre... tu voz-soltó finalmente, mirando de reojo para ver cómo reaccionaba Alemania.

El gesto de Alemania no cambió mucho, pero dejó el libro sobre sus piernas, dispuesto a escuchar. Rusia sintió cómo sus manos comenzaban a sudar ligeramente. Sabía que este tema era delicado. La herida de perder la voz era mucho más profunda de lo que cualquier otro podría entender, pero también sabía que debía intentar ayudar.

-Sé que... lo que te pasó fue horrible-continuó Rusia, con voz insegura-, y entiendo que no quieras hablar de eso... pero he escuchado que hay tratamientos, formas de... recuperar tu voz, tal vez no completamente, pero... algo. Y... creo que podrías intentarlo.

Alemania lo miraba fijamente. No había reproche en sus ojos, pero tampoco una aceptación inmediata. La sombra del pasado aún colgaba sobre ellos, y Alemania no era alguien que pudiera sacudirse las cosas fácilmente. Tomó su teléfono y, después de unos segundos de pensar, escribió algo antes de mostrárselo a Rusia.

"¿Por qué ahora estás pensando en tantas tonterías?"

Rusia leyó la pregunta y sintió un nudo en la garganta. No quería decirle la verdad completa, no quería que Alemania pensara que USA había intervenido en su relación de alguna manera. Así que optó por una respuesta honesta, aunque incompleta.

La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora