Capítulo 10

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La lucha interna de Miyabi se reflejaba en cada fibra de su ser. Por un lado, su instinto de omega le gritaba que tenía que complacer a ese alfa. Hacer que le mordiese. Por otro, el sólo hecho de notar cómo otra persona que no era Ryo, su alfa, le estaba tocando de forma tan íntima le estaba provocando unas náuseas que le estaban dificultando mucho tanto reaccionar como respirar con normalidad. Y luego estaba su instinto felino, pidiendo a voces que se defendiera, que luchara contra el intruso que invadía su espacio personal.

Sin embargo, en todas esas emociones, primaba el miedo. El miedo visceral que sentía al saber que Ryo no sabía que él estaba allí dentro y que ese alfa desconocido estaba apunto de hacer lo que quisiera con él. Sabía que gritar no iba a servir de nada con el volumen de la música y los gemidos del resto de los clientes. Las lágrimas afloraron en sus ojos verdes.

—Po-Por favor... —susurró casi sin voz— Ya tengo a mi alfa...

Sin embargo, esta vez ni él mismo se creyó esas palabras. En el fondo, bien sabía que no era de quién el deseaba ser con tanta desesperación.

—No te preocupes —la voz del lobo iba bajando de tono a medida que pasaba tiempo con él en el baño. Miyabi sabía por Ryo que, cuanto más baja la octava, menos el raciocinio.

Gimoteó mientras era empujado hacia una de las paredes y le levantaba las manos por encima de la cabeza, apretándole las muñecas. Una de las manos del alfa le arrancó de un manotazo el crop-top y acarició las líneas negras que cruzaban el pecho de Miyabi, recreándose en el suave tacto de la piel. Los ojos del lobo se nublaron de lujuria cuando vieron los pezones erguidos, uno de ellos remarcado de manera sexy por una de esas rayas. Puso una de sus piernas entre las del tigre, rozándole la parte más íntima de este. Miyabi pudo notar el duro bulto del alfa restregándose en su cadera.

—Me vuelves loco gatito... Quizá te lleve a casa conmigo...

Hubo un momento de silencio tenso, terrorífico, en el que el tigre cerró los ojos y boqueó, sin lograr emitir sonido alguno. Los dientes del lobo rozaron la piel rayada y suave, derramando su aliento cálido y deseoso sobre él.

Y de pronto algo zumbó en el aire y se estampó con fuerza contra el cuerpo del alfa, seguido del inconfundible chasquido de un hueso rompiéndose bajo el impacto.

—¡¡AAAAGH!! —Aulló el lobo con voz aguda.

Miyabi abrió los ojos en el momento preciso que una mano biónica agarraba al alfa por la nuca y le estampaba la frente contra la pared, provocando que varios azulejos se agrietaran y otros cayeran al suelo. El <<plic, plic>> de la sangre hizo eco sobre el sonido de la música amortiguada que latía en la tensa atmósfera.

Ryo atravesaba al lobo con la mirada. Sus pupilas se habían estrechado igual que las de un reptil, y sus mandíbulas apretadas mostraban los colmillos afilados y peligrosos.

—Este gato es mío. —Las palabras vibraron en la garganta del dragón con un gruñido gutural.

Las piernas de Miyabi cedieron ante el alivio de ver al dragón consigo y apoyó la cabeza en los azulejos, intentando centrarse en respirar las feromonas de su compañero para eliminar las náuseas que tenía en esos momentos. El tigre respiraba pesadamente y, a pesar de tener las mejillas sonrosadas por el celo, había una palidez extrema y preocupante en su tez.

—M-menos mal... —la voz del joven era un sollozo apenas audible.

Cuando Ryo soltó al lobo éste cayó a plomo al suelo. Para rematarlo, Ryo le dio una soberbia patada en el estómago, provocando un estertor.

—Largo de aquí —gruñó de nuevo con voz grave y raspada, un tono peligroso y ya familiar para Miyabi: la voz de su alfa en celo.

El hombre ni siquiera intentó negarse. Se arrastró a cuatro patas hasta la puerta del baño y logró enderezarse a medias al alcanzar el pomo, por el que salió totalmente incapaz de erguir la espalda.

BIO·FERAL | Red de EnigmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora