Había pasado una semana desde la victoria de Vilgax, tiempo suficiente para que todos se recuperaran físicamente. Las heridas de las quintillizas, tanto las visibles como las internas, sanaron gracias a la avanzada tecnología alienígena y el descanso adecuado. A pesar de que todos parecían estar en mejores condiciones físicas, el ambiente seguía cargado de una sensación de incertidumbre. La situación en la Tierra no era la mejor tampoco, los informes de Azmuth mencionaban que Vilgax ya habia tomado el control de la mitad del planeta. Las chicas intentaron contactar con su padre, aunque sin exito.
Pero si había alguien que todavía no lograba reponerse del todo, era Miku.
La revelación de ser un clon había dejado una cicatriz emocional mucho más profunda que cualquier herida física. Cada día, aunque sus hermanas intentaban mostrarle su apoyo, Miku se sentía atrapada en una espiral de dudas sobre quién era realmente. Se había vuelto más retraída, y aunque nunca fue la más expresiva, sus silencios ahora pesaban más que nunca.
Nino y Ichika intentaban animarla constantemente, pero las palabras de consuelo parecían rebotar en una barrera invisible que Miku había construido a su alrededor. Yotsuba, aunque llena de energía como siempre, también había notado el cambio en su hermana, y trataba de no presionarla demasiado. Sabían que necesitaba tiempo, pero el mundo fuera de las cuatro paredes donde descansaban no les daría mucho más.
Fuutaro, mientras tanto, observaba la situación con cautela, consciente de lo mucho que dependía de la estabilidad emocional de cada una de las quintillizas. Aunque había pasado gran parte de la semana planeando con Azmuth el próximo movimiento contra Vilgax, siempre encontraba tiempo para asegurarse de que las hermanas estuvieran bien. Sin embargo, cada vez que se acercaba a Miku, podía sentir cómo ella se cerraba aún más, incluso frente a él, quien había sido su tutor y confidente.
Una tarde, mientras todos estaban reunidos en una sala de entrenamiento que Azmuth había adaptado para prepararlos, Miku se mantenía apartada, observando desde un rincón mientras las demás quintillizas realizaban sus ejercicios. Nino, fortaleciendo sus habilidades como anodita; Ichika, perfeccionando sus capacidades ozmocianas; y Yotsuba, explorando las ventajas que su cuerpo genéticamente modificado le ofrecía. Pero Miku se limitaba a mirar, sus pensamientos vagando más allá de lo que estaba sucediendo en la sala.
Fuutaro lo notó y, con un suspiro, se acercó a ella con cautela.
Fuutaro (con voz suave): Miku... sé que esto ha sido mucho. Pero necesitamos que estés aquí, con nosotros. No solo físicamente, sino también mentalmente.
Miku mantuvo la mirada fija en el suelo, apretando sus manos sobre sus rodillas. Después de un largo silencio, habló, pero su voz era apenas un susurro.
Miku (con voz quebrada): ¿Cómo puedo estar aquí si ni siquiera sé quién soy? No soy más que una copia... un clon. Todo lo que pensé que era, mi identidad, todo... no tiene sentido ahora.
Fuutaro frunció el ceño, pero no de enojo, sino de empatía. Sabía que las palabras no sanarían las heridas que Miku llevaba dentro, pero también entendía que la batalla que se avecinaba no podía esperar a que todos estuvieran emocionalmente perfectos.
Fuutaro (con calma, tratando de conectarse con ella): Es cierto que Azmuth te dijo que eras un clon, pero eso no define quién eres. Has vivido, has sentido, has luchado por tu cuenta. Tus decisiones y acciones te han hecho ser quien eres, no tu origen.
Miku alzó la vista hacia Fuutaro, sus ojos reflejando la confusión y el dolor que llevaba dentro. Era como si cada palabra que escuchaba chocara con la realidad que se había impuesto sobre ella misma.
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Fuutaro 10
FanfictionFuutaro Uesugi, un joven de 15 años, llevaba una vida tranquila hasta que un fatídico día en el bosque cambia su destino para siempre. Durante una excursión familiar, un misterioso objeto cae del cielo, revelando el Omnitrix, un dispositivo alieníge...