CAPITULO XVI

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Entre más se avanza más estrecho se hace el camino

Hace un rato Tarren me aplicó en la piel un ungüento para disminuir los moretones. Ahora me encuentro sola en la alcoba. Estoy desanimada y no tomé el desayuno como corresponde. Desde que llegué aquí mi apetito disminuyó considerablemente, casi nada me provoca, aunque haya abundante comida. Me siento algo deprimida y no es la primera vez que tengo este sentimiento tan profundo. No quería que Tarren se fuera a ninguna parte, quería que permaneciera conmigo en todo momento, tenerlo aquí conmigo, pero sus obligaciones siempre lo llaman.

Tuvo que irse a la aldea a solucionar un asunto que tiene pendiente y que luego se iría a entrenar, aunque claro, no sin antes hablar con el tal brujo que ni siquiera sé su nombre. Mi único consuelo es que volveré a verlo en la cena.

Es extraño cómo repentinamente le estoy tomando cariño. Estoy empezando a sentir cosas por un hombre que hace semanas no sabía quién era, a un hombre al que temí cuando lo vi en aquella velada de mi madre, el hombre con el que Lidxy iba a casarse. Puede que sea mala persona con lo que estoy pensando, pero le agradezco al cielo que ellos no contrajeran matrimonio, porque si no yo no hubiese sido feliz aquí. De todas formas, mi hermana está enamorada de Stephan y que por esa razón escapó con él.

—Aquí está su té de manzanilla, mi lady. —avisa Makenna entrando al dormitorio con una pequeña bandeja en las manos. Verla aquí me hace sentir mejor, ya que hace dos días no la veo. Lo cual es extraño porque vivimos en el mismo lugar.

—Muchas gracias. —se me queda mirando un momento mientras le doy un sorbo al líquido caliente. —Señora, disculpe mi atrevimiento, pero debo decir que usted ha sido una persona muy amable conmigo. —la miro repentinamente. No pensé que fuera a decirme algo así. —Cuando supimos que el señor se iba a casar todos pensamos que su esposa sería grosera, que sería de esas mujeres que les gusta castigar a los sirvientes como lo hacen las damas de la nobleza. —pero qué cosas tan feas dice.

Si no estuviese tan abrumada con la manera tan confiada en la que habla diría que me está comparando con mi madre.

—Cuando usted llegó todos me sacrificaron para que yo pudiera servirle y ellos no corrieran el riesgo de ser regañados o azotados. —continúa diciendo. —Yo tenía hasta miedo, pero después de hablar con usted supe que era diferente. Todos, incluso yo, pensé que serias una mala persona, pero me equivoqué y espero me perdone.

Wooo. De todas las cosas que pensé que pasarían hoy, jamás me imaginé que Makenna me fuese a decir todo aquello después de aparecer otra vez por la habitación. Nunca creí que una persona me confesara eso y menos una muchacha. En el castillo Guiscard ninguno de los sirvientes de mamá llegó a acercarse a mí con tal confianza, la única era mi nana. Tal vez se deba a que mamá es muy gruñona con ellos.

—No... hay nada que perdonar. —le digo con duda y mirándola raro. —Me halagan tus palabras, nadie me había dicho tal cosa y no hay razón para castigar a nadie tan cruelmente. —sigo mirándola raro mientras contradigo su manera de pensar, pero luego dejo de hacerlo porque la estoy haciendo sentir incómoda. —Aunque las personas sean pobres o ricas yo creo que todos merecemos respeto de alguna manera. Al fin y al cabo, todos somos seres humanos.

Veo que su rostro se ha enrojecido y me parece tierna.

—Realmente usted es una persona muy buena, el señor no pudo haber encontrado mejor esposa que usted, señora. —se le cristalizan los ojos.

—¿Te sientes bien, Makenna? —me preocupo.

—Sí, es solo la conmoción. A mí nunca me habían tratado tan bien, excepto mis padres y desde que estoy aquí nunca hemos tenido a alguien como usted. Como ve el señor nunca se casó hasta ahora.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora