CAPÍTULO I: EL VÍNCULO PERDIDO

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CAPÍTULO I: EL VÍNCULO PERDIDO

Los sonidos apagados de la ciudad apenas lograban filtrarse en la habitación, pero el silencio en el aire era sofocante. Estaba boca abajo en la cama, las sábanas revueltas bajo mi cuerpo desnudo. El peso de Liam se cernía sobre mí, sus manos gruesas y firmes sujetaban con fuerza mis caderas. Mi rostro estaba enterrado en la almohada, con el ceño fruncido y los labios tensos, mordiendo la tela, aguantando las punzadas que venían con cada embestida brutal.

Su respiración era pesada, entrecortada. Los movimientos de su cuerpo eran rápidos, urgentes, pero no de deseo, sino de necesidad. No había cariño, ni siquiera la más mínima muestra de afecto. Lo que hacía conmigo no era amor, era puro dominio. "Esto no es intimidad, esto es castigo."

—Vamos, Isabella... ¡dame más! —gruñó entre dientes mientras sus dedos se clavaban con dolor en mi piel, dejándome marcas que sabía que al día siguiente arderían.

Las caderas de Liam se movían con brutalidad, su pelvis golpeaba contra mis glúteos con un ritmo acelerado, sin piedad, cada impacto era más fuerte que el anterior, resonando en la habitación como el eco de algo roto. Lo sentía dentro de mí, empujando sin consideración, sin preocuparse si me dolía o no. No le importaba. Nunca le había importado. Mi dolor parecía excitarlo más.

Cerré los ojos con fuerza, conteniendo un gemido que se mezclaba con la agonía. Las lágrimas querían salir, pero no les di el gusto. "Esto también pasará," me repetí una y otra vez, buscando algún rincón de mi mente donde pudiera escapar, donde pudiera ser otra persona, en otro lugar.

Pero no había escapatoria. Solo su cuerpo, su peso, su ira descargada en mí. Podía sentir su sudor cayendo sobre mi espalda, su respiración cada vez más errática, y el ritmo frenético de sus embestidas convirtiéndose en un caos desesperado. Me movía consigo como si yo fuera solo un objeto más en su vida, algo que podía usar y desechar cuando quisiera.

—Eres mía —gruñó de nuevo, su voz áspera cerca de mi oído, como si tuviera que recordármelo.

Sentí su mano impactar en mi glúteo con fuerza, el amaba eso, tomarme con violencia, mostrando su autoridad ante mi frágil cuerpo. Otra nalgada, el sonido del impacto que hacia su mano en mi trasero lo prendía más, pues su miembro latía en mi interior cuando lo hacía, y podía escuchar su respiración agitada.

Mis dedos se cerraron sobre las sábanas con fuerza, mis nudillos blancos, intentando aferrarme a algo que no fuera el dolor. Mi cuerpo temblaba, pero no era de placer; era de agotamiento, de resistencia, de soportar algo que cada vez se sentía más insoportable. "¿Por qué sigo aquí?"

El acto, si es que podía llamarse así, terminó tan repentinamente como había comenzado. Liam gruñó una última vez, un sonido gutural y primitivo, y se desplomó sobre mí por un instante, su respiración caliente y pesada contra mi nuca. Luego se apartó bruscamente, sin una sola palabra, dejándome sola en la cama, con la piel ardiendo y los músculos tensos.

El vacío en el que me quedaba después de cada una de estas noches era tan profundo que dolía más que las marcas físicas que me dejaba. Sentía su semen corriendo por mis muslos, una sensación pegajosa y asquerosa que me daba náuseas, pero no me moví. "No puedo llorar. No puedo gritar. Solo aguantar."

Liam se levantó de la cama, sin mirarme, sin siquiera notar mi respiración agitada o mi cuerpo encogido en un esfuerzo por protegerme de la próxima tormenta. Caminó hacia el baño, cerrando la puerta tras de sí con un golpe seco, dejándome en el silencio, desnuda y rota entre las sábanas desordenadas.

Escuché el agua correr, su ducha rápida, como siempre, y los pensamientos me abrumaron. "¿Cuánto más podré soportar esto?" No era la primera vez que me hacía esa pregunta, pero nunca encontraba una respuesta. Porque la verdad era que no tenía opción. Él tenía el control, sobre mí, sobre todo.

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⏰ Last updated: Sep 11 ⏰

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