La Tentacion Inicial

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El domingo amaneció con una tranquilidad que solo acentuaba la confusión interna de Clara. Aún estaba en la cama, con la mirada perdida en el techo, mientras la luz matutina llenaba suavemente la habitación. Robert, ya despierto, se movía por la casa haciendo ruido, pero Clara apenas lo notaba. Tenía la mente ocupada en lo que había ocurrido el día anterior, en lo que había descubierto en el departamento de Emily. Las imágenes del diario de su amiga no dejaban de invadir sus pensamientos.

Durante toda la tarde del sábado, después de dejar el apartamento de Emily, Clara había intentado distraerse. Antes de llegar a casa decidió pasear por las calles de la ciudad, visitado algunas tiendas tratando de apaciguar su mente, un par de horas bastaron y finalmente sin darse cuenta como tal ya había llegado a casa. Sin embargo, la sensación de que algo había cambiado no la abandonaba. Cada vez que cerraba los ojos, veía las páginas del diario de Emily, las palabras escritas con su caligrafía pulcra, describiendo emociones y experiencias que Clara jamás había imaginado que su amiga pudiera tener.

Sentía una mezcla de incomodidad y atracción, una dualidad que no podía resolver. La educación de Clara, sus valores, le decían que lo que había hecho estaba mal, que leer ese diario había sido una violación de la confianza de su amiga. Pero había algo más, una corriente subterránea que la arrastraba hacia esos relatos, como si algo dentro de ella hubiera despertado de un largo letargo. Clara se levantó de la cama, sin hacer ruido, para no alertar a Robert de su agitación interna. Él la observaba ocasionalmente, notando su silencio, pero no decía palabra alguna. Su relación había llegado a un punto en el que ambos preferían evitar las conversaciones incómodas. Se había vuelto más fácil, así, mantener la paz a través de la indiferencia y el valemadrismo. Sin embargo, Clara sabía que lo que estaba experimentando en ese momento no era algo que pudiera ignorar o dejar pasar.

Se adentró a la cocina para picar un poco de fruta, tomó del frigobar un bote de yogur y lo esparció sobre la fruta, se sirvió un poco de café y jalo el banco junto a ella para sentarse en la barra. Robert salió de la habitación ajustándose la corbata, tomó la tasa de ella bebiéndola en su totalidad. Clara solo se limitó a observarlo. Él se acercó para darle un beso en la frente y salir corriendo lee la casa. —sí, adiós, amorcito, ten un buen día, ah si gracias, de nada por el café— exclamó con sarcasmo al oír el azotar de la puerta principal. Después de desayunar y hacer algunas tareas en la casa, Clara decidió que necesitaba hablar con Emily. Había una necesidad urgente de verla, de confrontar lo que había descubierto, aunque no sabía exactamente qué le iba a decir. Tal vez solo quería sentirse cerca de su amiga, como si eso pudiera aclarar las dudas que la atormentaban.

Tomó su teléfono y escribió un mensaje rápido:
—¿Puedo pasar por tu casa esta tarde? Necesito hablar contigo—. No tardó en recibir una respuesta de Emily, siempre accesible y dispuesta a escuchar: —Por supuesto, Clara. Te espero. ¿Todo bien?—

Clara no respondió de inmediato. Guardó el teléfono en su bolsillo y se preparó para salir. Tomo de su guardarropa, unos leggins azules, una blusa con escote y unos tenis vans negros. Nada fuera de un atuendo simple y cómodo para la conversación que intentaba tener con su "mejor amiga". Mientras caminaba hacia el departamento de Emily, sentía una ansiedad creciente, un nerviosismo que hacía que su corazón latiera con fuerza. No estaba segura de qué iba a decir, ni de cómo iba a abordar el tema del diario. Cuando llegó al edificio, Emily ya la esperaba, como si hubiera intuido su impaciencia. La abrazó calurosamente, como siempre hacía, y la invitó a pasar. Clara de inmediato notó que el diario aún estaba en la mesa de café, lo cual la alivió un poco. Emily entró en la cocina y sirvió dos tazas de té y ambas se sentaron en el sofá, como lo habían hecho tantas veces antes.

—¿Sucede algo, Clara? Te noto un tanto rara—, dijo Emily dándole un sorbo a su cafe mirándola con esa mezcla de curiosidad y preocupación que siempre mostraba cuando notaba algo fuera de lo normal en Clara.

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