Las palabras del diario de Emily, que al principio habían sorprendido y perturbado a Clara, ahora se habían convertido en un refugio al que acudía con una mezcla de temor y excitación. Cada vez que habría el pequeño cuaderno de tapas gastadas, sentía cómo una corriente de adrenalina recorría su cuerpo, anticipando lo que iba a encontrar. Era como si al sumergirse en las páginas, Clara escapara de la monotonía que había llegado a definir su vida. En esas líneas que Emily narraba sus fantasías más oscuras y atrevidas, exploraciones íntimas que, de algún modo, Clara empezaba a desear experimentar por sí misma.
Clara sabía que estaba cruzando una línea peligrosa al seguir leyendo. Cada vez que se encontraba sola en casa, aseguraba las puertas y se acurrucaba en el rincón de la sala, como si al cerrar las cortinas y apagar las luces pudiera ocultar lo que estaba haciendo. Pero incluso en la oscuridad, no podía evitar sentir la vergüenza mezclada con la emoción que le provocaba cada relato. Era consciente de que se estaba adentrando en un territorio desconocido, pero algo más fuerte que su propia razón la empujaba a seguir adelante.
Una noche, después de un día particularmente agitado, Clara decidió tomar un baño largo. Mientras el agua caliente la envolvía, dejó que su mente vagara hacia las escenas que había leído en el diario. Cerró los ojos y dejó que las imágenes la inundaran, sintiendo cómo su cuerpo respondía a esos pensamientos prohibidos. Era una sensación agridulce, saber que esos deseos estaban despertando algo nuevo en ella, pero también ser consciente de que la estaban alejando cada vez más de la vida que había conocido.
Al día siguiente, Clara notó ciertos cambios en su comportamiento. Empezó a adoptar actitudes que nunca antes había considerado, pequeños gestos y comportamientos que, aunque sutiles, marcaban una diferencia en su rutina diaria. En el trabajo, donde siempre había mantenido una postura reservada y profesional, se sorprendió a sí misma coqueteando sutilmente con un compañero, sonriendo de una manera que sabía podría interpretarse de varias formas. Había un nuevo brillo en sus ojos, una confianza que no había sentido en años, y le sorprendía lo fácil que le resultaba jugar con esa nueva faceta de sí misma.
El primer indicio de que algo estaba cambiando fue cuando, durante una reunión, Clara notó cómo uno de sus colegas la miraba con un interés que antes no había percibido. Siempre había sido amable y cortés con sus compañeros, pero esa vez decidió llevar la interacción un poco más allá. Se inclinó ligeramente hacia delante cuando él le hablaba, permitiendo que su blusa se abriera un poco más de lo habitual. No fue un gesto exagerado, pero lo suficiente para captar su atención. La reacción de Mike fue inmediata; Clara vio cómo sus ojos se desviaban hacia su escote por un breve segundo antes de volver a su rostro, y cómo su voz tartamudeaba un poco al continuar con la conversación.
Después de la reunión, mientras caminaba hacia su oficina, Clara no pudo evitar sonreír para sí misma. Había sido un simple juego, un pequeño desliz que nadie más había notado, pero el poder que sintió en ese momento era innegable. Era como si el diario de Emily la estuviera guiando, mostrándole una parte de sí misma que había estado dormida durante mucho tiempo. Era hora de pasar al siguiente nivel. Camino al cubículo de Mike, se inclinó para susurrar algo al oído, él le sonrió y ella solo continuó caminando hasta el área de archivo, un par de minutos más Mike entraba, cerró la puerta y colocó el seguro. Clara estaba sentada en la mesa al centro de la sala de archivos, abrió ligeramente sus piernas dejando ver que no llevaba ropa interior. Mike podía contemplar la húmeda vagina de ella, a través de su pantalón se podía observar la erección que comenzaba a tener. —qué rico se ve— decía ella. Mike desabrochó su cinturón y bajo su pantalón y bóxer dejando ver su pene completamente erecto. Clara le indicó con el dedo que se acercará a ella. Él no lo dudó, se acercó para quererla besar, ella con sus dedos índice lo detuvo. —Nada de besos Mike—. Tomó con su mano derecha su miembro y comenzó a masturbar. La cara de Mike era de placer puro, ella solo sonreía. —¿te gusta Mike?— preguntó seductoramente. La cara de placer respondía por sí sola. Lo soltó, lo empujó un poco y se inclinó frente a él, dejando ver sus glúteos bien definidos, sin dudarlo la tomó de sus caderas firmemente y la penetró. Clara quería gritar, pero no podía, la embestía cada vez más fuerte era un dolor placentero al sentir su miembro adentro, la falta de sexo con Robert la hacía sentir estrecha ya. Mike aceleraba el ritmo, cada vez más fuerte la penetraba, Clara no podía contener más el grito del enorme placer que sentía. El grito indicando que había terminado. —¡Clara!, ¿todo bien?— Mike le gritaba desde la puerta de la oficina. —perdón Mike, me perdí por un momento, dime en qué te puedo ayudar— —te traigo el check list de la junta— —gracias, Mike—. Mike entró en la oficina y lo dejó sobre el escritorio, se dio media vuelta, —eh... Clara, con respecto a lo que sucedió— —no pasó nada Mike—. Mike solo la miro fijamente. Clara fijó su mirada en los ojos de él. No había nada más que decir, se retiró de la oficina. Esa noche, al llegar a casa, Clara se miró en el espejo por más tiempo de lo habitual, estudiando su reflejo con ojos críticos. Se sentía diferente, más segura, más consciente de su propio cuerpo y de la reacción que podía provocar en los demás.
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El Diario de Ella
Teen FictionClara, una mujer casada y atrapada en una vida monótona, descubre el diario erótico de su mejor amiga, Emily. A medida que se sumerge en las apasionadas fantasías y encuentros descritos en el diario, Clara comienza a explorar un lado oscuro y descon...