Colapso mental

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Yoongi se había acostumbrado a soportar el dolor. Desde que la lesión lo había dejado con molestias constantes, había aprendido a sobrellevarlo como mejor podía: con una combinación de medicamentos, ignorando el sufrimiento, y enterrando las emociones que amenazaban con desbordarse. Pero últimamente, el peso de todo lo que sucedía a su alrededor se había vuelto casi insoportable.

La presión emocional de la confrontación con los padres de Jin lo había dejado más debilitado de lo que quería admitir. Había mantenido una fachada tranquila y orgullosa durante ese encuentro, pero la herida que dejaron las palabras de rechazo era profunda. Además, el trabajo en el sitio de construcción estaba afectando su salud de maneras que no podía controlar. Las largas horas, el esfuerzo físico, la falta de sueño... Todo estaba afectando su cuerpo y su mente de formas que apenas podía manejar.

Esa mañana, Yoongi llegó al sitio de construcción con una sensación de agotamiento que no pudo ocultar. Su espalda le dolía intensamente, y los analgésicos que había tomado ya no surtían efecto. Se apoyó brevemente contra una pared, respirando hondo, intentando reunir la fuerza suficiente para afrontar el día.

Los trabajadores a su alrededor charlaban y bromeaban entre ellos, pero Yoongi estaba absorto en sus propios pensamientos, intentando ignorar las punzadas de dolor que recorrían su espalda. Al pasar junto a un grupo, escuchó un murmullo bajo, acompañado de una risita sarcástica.

—Ahí va el inútil otra vez... —murmuró uno de los trabajadores, lo suficientemente alto como para que Yoongi lo escuchara—. Ni siquiera puede levantar una carretilla sin tirarla.

Yoongi sintió que sus mejillas ardían, no por la vergüenza, sino por la ira contenida. Sabía que había cometido errores últimamente. Las pastillas le nublaban la mente a veces, y el dolor lo hacía menos efectivo. Pero necesitaba este trabajo, necesitaba seguir adelante, demostrar que no era un fracaso, que no era solo el hermano menor del exitoso Hoseok, o alguien que vivía bajo la sombra de sus propias carencias.

Se obligó a concentrarse, empujando una carretilla llena de material por el camino de tierra, pero el comentario hiriente resonaba en su mente. "Inútil."

Las palabras de los padres de Jin volvían a su memoria, avivando el fuego de su frustración. Se mordió el labio, intentando apartar esos pensamientos, pero un movimiento en falso hizo que la carretilla se tambaleara y, antes de que pudiera estabilizarla, todo el contenido se desparramó por el suelo.

—¡Maldita sea! —gruñó Yoongi entre dientes, sintiendo el calor de las miradas sobre él.

Los susurros aumentaron.

—¿Ves? Te lo dije, no sirve para esto...

Yoongi cerró los ojos, tratando de controlar su respiración, pero antes de que pudiera reaccionar, escuchó un murmullo más serio a su izquierda. Se giró ligeramente, captando fragmentos de una conversación entre dos hombres que estaban cerca de los camiones de suministro.

—...material de mala calidad, ¿crees que notarán la diferencia? —dijo uno de ellos, con una sonrisa astuta.

—No si mezclamos lo suficiente... además, el jefe ya nos dio el visto bueno.

Yoongi sintió una punzada en su estómago. Las palabras eran confusas, pero algo en el tono de los hombres lo alertó. Sabía que había habido problemas con los suministros, rumores de que los distribuidores estaban vendiendo materiales de baja calidad para ahorrar costos. Si eso era cierto, podrían estar en peligro.

Sin pensarlo dos veces, dejó caer la carretilla y se acercó para escuchar más claramente, sus pasos silenciosos sobre la grava. Pero en ese momento, uno de los hombres alzó la vista y lo vio.

—¡Eh! ¿Qué haces ahí, chismoso?

Yoongi levantó las manos, retrocediendo.

—Nada, solo...

Antes de que pudiera explicar, sintió que el suelo temblaba ligeramente bajo sus pies. Miró hacia arriba, justo a tiempo para ver cómo una viga, mal asegurada, comenzaba a deslizarse desde la plataforma superior.

—¡Cuidado! —gritó alguien, y en un instante, Yoongi sintió el golpe brutal en su costado. Cayó al suelo con un grito ahogado, el dolor agudo cortando su respiración.

Desde la distancia, Tae gritó al ver a Yoongi caer. Dejó caer lo que tenía en las manos y corrió hacia él, el terror visible en su rostro.

—¡Yoongi! —gritó, su voz temblando de miedo. Al llegar a su lado, se arrodilló, tratando de mantener la calma—. ¡Alguien, ayúdelo!

Yoongi intentó incorporarse, pero el dolor era insoportable. Sentía que su vista se nublaba, el mundo giraba a su alrededor. Tae tomó su mano, su agarre fuerte pero tembloroso.

—Oye, aguanta. Estás bien, ¿me escuchas? —murmuró Tae, tratando de mantener su voz firme—. Ayuda está en camino.

—Es solo... un golpe —Yoongi jadeó, pero el sudor frío cubría su frente, su respiración rápida y superficial.

Mientras tanto, otros trabajadores se acercaron corriendo, algunos con teléfonos en mano, otros gritando por ayuda. La confusión se apoderó del lugar, y Tae, con los ojos llenos de preocupación, se mantuvo junto a Yoongi.

Los paramédicos lo revisaron rápidamente, sus expresiones serias. Tae sintió un nudo en el estómago al ver la preocupación en sus rostros.

—Tiene que ir al hospital ahora mismo —dijo uno de ellos—. Su estado no es bueno.

Tae asintió, aferrándose a la mano de Yoongi.

—Yo iré con él —dijo, decidido.

En el hospital, el tiempo pareció detenerse. Tae se sentó en la sala de espera, su mente llena de pensamientos caóticos. No podía evitar sentir una mezcla de culpa e impotencia. Se había sentido tan frustrado al verlo tan solo, tan desamparado, que había decidido acercarse a él, apoyarlo. Pero ahora, ver a Yoongi así, roto y herido, lo hacía cuestionarse si realmente había hecho lo correcto.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un médico salió y se dirigió a Tae.

—¿Es usted familiar de Min Yoongi? —preguntó.

Tae asintió, sin molestarse en corregir al médico.

—¿Cómo está? —preguntó, con voz temblorosa.

El médico suspiró.

—Tiene varias contusiones y una fractura en la clavícula. Hemos estabilizado su condición, pero necesita descansar y seguir tratamiento para el dolor. Va a estar bien, pero necesita tiempo.

Tae cerró los ojos, sintiendo una oleada de alivio, pero también de preocupación. Sabía que Yoongi no tomaría esto bien. No quería ser visto como débil, y menos en un momento como este.

Horas más tarde, Jin llegó al hospital, alertado por una llamada de Tae.

Jin corrió por el pasillo, su corazón latiendo con fuerza. Cuando finalmente encontró a Tae, sentado en la sala de espera, se detuvo, tratando de recuperar el aliento.

—¿Cómo está? —preguntó desesperado.

Tae se levantó rápidamente, sus ojos llenos de preocupación.

—Está despierto, pero está... —se detuvo, buscando las palabras correctas—. Jin, él necesita verte, pero también está muy... quebrado.

Jin asintió, sus ojos llenos de determinación.

—Lo sé, Tae. Pero no lo dejaré solo en esto. No ahora. No nunca.

Mientras Jin se dirigía a la habitación de Yoongi, sabía que las cosas no serían fáciles. Pero también sabía que había llegado demasiado lejos para dar marcha atrás. Ya no era solo cuestión de amor, sino de luchar juntos, incluso en los momentos más oscuros

Desde los cimientos (Yoonjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora