Reencuentro fraternal

9 2 0
                                    


Los días en el hospital se deslizaban lentamente, llenos de procedimientos y visitas médicas, de luces blancas que parecían eternas y conversaciones a media voz que nunca alcanzaban a Yoongi. Él permanecía en su cama, mirando al techo, con los pensamientos envueltos en niebla. Su salud se deterioraba, y aunque físicamente estaba allí, su espíritu se sentía atrapado en un limbo.

Afuera, el sol brillaba, pero Yoongi apenas lo notaba. Había aceptado demasiado tiempo que ese lugar frío y sin vida se había convertido en su hogar temporal. Y, con cada día que pasaba, el peso de la resignación era mayor. Ya no pedía nada, ni respeto, ni compasión. Se había cansado de pedir, de esperar algo que nunca llegaba.

En el pasillo, Hoseok avanzaba con pasos rápidos, su bata de médico ondeando a su espalda. Tenía los labios apretados en una línea delgada y su corazón martilleaba en su pecho con una mezcla de ansiedad y determinación. Desde el incidente de la última visita, había pensado una y otra vez en cómo acercarse a su hermano, en cómo reparar el daño, en cómo ser el hermano que nunca había sido.

Cuando llegó a la habitación, vio a Yoongi allí, más pálido y abatido que nunca, con los ojos cerrados, como si dormir fuera su única forma de escapar. Hoseok dudó por un momento, pero respiró hondo y se acercó. Tocó suavemente la puerta antes de entrar.

—Yoongi... —dijo en voz baja, tratando de no sonar tan ansioso como se sentía.

Yoongi abrió los ojos, mirándolo con una expresión de sorpresa al principio, pero luego volvió a su semblante indiferente.

—¿Qué haces aquí, Hoseok? —preguntó, su tono era más cansado que hostil.

Hoseok tragó saliva, sintiendo una punzada de dolor al ver a su hermano tan distante, tan agotado.

—Vine a verte... —empezó, pero antes de que pudiera continuar, una de las enfermeras entró abruptamente en la habitación, ignorando la presencia de Hoseok por completo.

—Tenemos que revisar sus signos vitales y cambiar el vendaje de la herida. Vamos, usted sabe que es parte del protocolo —dijo con brusquedad, como si Yoongi fuera solo un número más en su lista de tareas.

Yoongi no protestó, ni siquiera levantó la cabeza. Era evidente que estaba acostumbrado a ese trato. Se dejó hacer, su rostro completamente en blanco, pero sus manos se aferraron con fuerza a la sábana, en un gesto apenas perceptible de tensión.

Hoseok observó todo, cada pequeño detalle. Vio la forma en que la enfermera manipulaba a su hermano sin delicadeza, sin consideración. Vio la forma en que Yoongi no decía nada, como si no valiera la pena defenderse. Y, en ese instante, algo dentro de él se rompió.

—Perdona, pero... ¿es necesario ser tan brusca? —preguntó Hoseok, su voz firme, pero con un borde afilado.

La enfermera apenas lo miró de reojo.

—Este paciente no coopera mucho —respondió secamente—. Y tenemos que asegurarnos de que las cosas se hagan.

Hoseok sintió una chispa de indignación crecer dentro de él. ¿Así es como trataban a su hermano? ¿Así es como lo habían tratado todo este tiempo?

—Este "paciente" tiene un nombre, y ese nombre es Min Yoongi —dijo con más fuerza—. Y es mi hermano.

La enfermera se detuvo, sorprendida. La revelación parecía haber descolocado a todos en la habitación. Yoongi abrió los ojos de par en par, incapaz de ocultar su sorpresa.

—¿Hermano? —murmuró la enfermera, evidentemente desconcertada.

—Sí, mi hermano —reafirmó Hoseok con firmeza—. Y no permitiré que lo traten de esta manera.

Desde los cimientos (Yoonjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora